Es una tarde lluviosa en el condado de Debenfort y Margaret sabe que cuando el clima se pone de esta manera al Lord de la casa le gusta beber un café bien cargado y caliente, así que corre deprisa a la cocina y coloca el agua a hervir mientras prepara las tazas con el polvo color marrón y azúcar sobre una impecable bandeja de plata, una vez el agua hierve se dispone a preparar el café en ambas tazas él olor inunda el lugar, sin perder tiempo toma la bandeja en sus manos y camina en dirección del despacho cuando esta justo frente a la puerta toca ligeramente con sus nudillos, un leve adelante... se escucha desde dentro y Margaret empuja la puerta, al entrar puede verlo, el imponente marqués de Debenfort o al menos así fue, ya hoy en día es solo un anciano al que se le dificulta caminar e incluso respirar, él marqués se levanta de su mullida silla de cuero con un poco de dificultad apoyado en su bastón da la vuelta a su gran escritorio y toma asiento junto al ventanal del salón, enseguida Margaret le pasa una taza de café humeante para luego tomar asiento junto a él y beber juntos en silencio como acostumbran hacer casi todas las tardes desde hace años, pero no siempre fue así.
18 de julio de 1350.
La peste negra llego a Debenfort dejando a su paso miles de muertes y entre ellas se llevo al matrimonio Fazer los padres de la pequeña Margaret y a la hermosa Alice Dupoint marqueza de Debenfort, la peste trajo consigo la muerte y el dolor, un dolor hondo que se instalo en las tierras del marqués.
Con el pasar del tiempo todos los trabajadores volvieron a sus obligaciones, la economía del marqués fue restaurada, pero su corazón yacía roto y vacío sin su amada esposa, su hijo el lord Frederick Dupoint no podía seguir viviendo en esa casa que le traía tantos recuerdos de su madre, así que sin pensarlo empaco y emprendió un viaje en busca de recorrer el mundo, dejando a su padre aun más solo, él marqués que siempre había sido un hombre duro y soberbio se volvió aun peor, todos le temían y nadie se atrevía a contradecirlo, todos murmuraban que su corazón se había secado por el dolor y que solo la muerte le daría alivió, pero todo cambió aquel día.
Eran al rededor de las 4 de la tarde y Margaret se paseaba a caballo por los terrenos de la mansión Debenfort, los sirvientes que la mantenían oculta del marqués le pidieron que no cabalgara cerca ya que podrían descubrirla al morir sus padres ella quedo desamparada y con apenas 10 años no tenía la edad para ser parte del servicio de la casa, si el marqués la descubría seguramente la echaría y a donde iría la pobre niña.
A pesar de las advertencias de sus amigos Margaret cabalgo en los alrededores de la mansión y como un presagio del destino el marqués la encontró.
— ¿Quién eres tú y que haces en mis tierras montando mi caballo? — le pregunto enfurecido, Margaret que nunca lo había visto tan de cerca se quedo de piedra, la mirada de ese hombre era fria y calculadora, ella sintió miedo de solo pensar en lo que le haría, así que sin responder sale a todo galope hacía la casa, él marqués la sigue muy de cerca mientras va gritándole una sarta de insultos que ella solo ignoro por su descuido o la adrenalina del momento no se percato de un árbol caído en el camino, su caballo en un acto reflejo paro de golpe y se paro en sus dos patas traseras haciéndola caer de golpe contra el pasto húmedo por la lluvia que se aproximaba, Margaret perdió el conocimiento de inmediato, él marqués bajo de su caballo a toda prisa y tomo a la niña en brazos de su cabeza brotaba la sangre. — Dios mio ¿pero que he hecho? — se lamentó y con ella en brazos se subió a su caballo y galopo deprisa hasta la mansión.
Al llegar dos de sus capataces lo esperaban para tomar a su caballo y llevarlo a los establos, al verlo llegar con una niña en brazos cubierto de sangre se alarmaron.
— Mi lord ¿pero que ha sucedido? — pregunta uno de ellos.
— La chica se ha caído mientras cabalgaba, llamen al medico deprisa — ordena y todos obedecen, él entro a la casa con la chica en brazos y la llevo hasta su habitación, el ama llaves lo sigue de cerca y al ver que se trata de Margaret casi se desmaya, todos en aquella casa la adoraban y por eso decidieron tenerla a escondidas bajo el techo del marqués. — Quiero que averigües quién es esta niña y porque diantres estaba cabalgando con uno de mis caballos señora Mirabel — Espeta el marqués — Quiero que traigas a sus padres ahora mismo junto a mi, este descuido es una negligencia de su parte.
— No puedo hacerlo mi lord los padres de la chica murieron durante la peste negra, su madre me ayudaba en la cocina y su padre era uno de los jardineros, cuando murieron la chica quedo totalmente desprotegida no supimos que hacer y no queríamos importunarlo con ese tema...
— Así que mejor decidieron ocultarme todo esto y mantenerla oculta— la interrumpe el marqués — ¿hasta cuando pensaban hacerlo?
— Hasta que tuviera al menos quince años mi lord y pudiera ser parte del servicio, tan solo tiene 10 años — Le explica la señora Mirabel — lamento haberlo ocultado mi lord, se que estuvo mal pero teníamos miedo de decírselo.