Margaret despertó desorientada, la cabeza le dolía al abrir los ojos se encontró en una habitación muy lujosa, no sabía donde estaba poco a poco los recuerdos del día de ayer comenzaban a llegar a su memoria se había caído del caballo, ¡el marqués la había descubierto! ¿qué iba hacer ahora, a donde iría?, el personal se había cansado de decirle que si la descubría él la echaría a la calle y después del incidente del día de ayer, a ella no le cabía la menor duda de ello, mientras ella pensaba la puerta de a habitación fue abierta y detrás de ella se asomo la señora Mirabel, Margaret no dudo y se levanto corriendo abrazarla, pero un dolor punzante le atravesó la cabeza y la hizo caer al suelo.
— Mi niña debes tener cuidado, el golpe que te has dado ha sido tremendo, no puedes agitarte por los próximos días solo reposo a dicho el doctor — la reprende.
— ¿Un doctor a venido a verme? — pregunta asombrada — Nunca he visto a un doctor antes — le comenta.
— Pues si, vino el doctor de la familia, nos tenias muy preocupados a todos — lo que hizo recordar a Margaret.
— Mirabel él me ha visto, él lord me encontró cabalgando ayer, huía de él cuando me caí.
— Ya lo sé, él me lo ha contado, estate tranquila que no esta molesto, ya le conté toda la verdad y ha dicho que puedes quedarte como una invitada, me ha pedido que te lleve a tu nueva habitación porque esta es la de él — le informa.
— Oh mi Dios, he dormido en su habitación, que vergüenza — se lamenta la pobre la niña.
— Él mismo te ha traído en brazos cuando te desmayaste mi niña, deja de preocuparte, sé que de ahora en adelante tu vida va a mejorar, ahora ven conmigo vayamos a tu habitación para que las chicas puedan hacer el aseo de esta — le dice y tomando su mano la guía por el largo pasillo hasta llegar a una puerta al final de color rosa pastel — esta es la habitación Lesington la señora siempre soñó con tener una niña y una vez cuando creyó estar embarazada de nuevo decoró esta habitación — le dice antes de dejarla pasar, al entrar Margaret se queda sorprendida, su boca se abre formando una gran o de asombro.
— Nunca imagine que una habitación pudiera ser tan hermosa como esta, es como la de una princesa — dice maravillada.
— Que bueno que haya sido de tu agrado Margaret, es un gusto conocerte yo soy Alessandro Dupoint marqués de Debenfort, cuando estés lista te espero abajo para desayunar hay varias cosas de las que debemos hablar — le dice y con un asentimiento de cabeza se despide de ambas damas y sale de la habitación.
Margaret y Mirabel se miran unos instantes y luego se colocan manos a la obra, Mirabel la ayuda a darse un baño y luego a vestirse.
— Mirabel como voy a ir a desayunar con el lord con este vestido tan viejo y harapiento — le dice la niña al borde de las lagrimas — que vergüenza sentarme a la mesa de esta manera, no iré, no pedo hacerlo.
—Claro que iras mi niña, esta ropa es la única que tienes por ahora además tu eres preciosa, no necesitas un gran vestido para demostrarlo, solo sé tu misma y te aseguro que le agradaras — la consuela su querida amiga y ella parece tranquilizarse, juntas salen de la habitación y Mirabel la acompaña hasta llegar al comedor, en donde la insta a entrar mientras ella se dirige a la cocina.
Margaret respira profundo y entra en el comedor, el lord esta sentado a la punta de la mesa leyendo el periódico.
— Buen día mi Lord, muchas gracias por invitarme a desayunar y toda su amabilidad, no soy digna de ella — dice entrando, él marqués levanta su vista del periódico y la mira sereno.
— Eres bienvenida a mi casa Margaret, siéntate por favor — le indica la silla junto a él — Mirabel grita, esta aparece a los pocos minutos con un delantal de cocina puesto.
— Si señor.
— Quiero que llames a la modista del pueblo, que venga a tomar las medidas de Margaret para que le haga varios vestidos — ordena.
— Si señor enseguida — Responde el ama de llaves y sale del salón, seguida de ella entran unas sirvientes a servir el desayuno, al ver a Margaret sentada en la mesa le sonríen y guiñan sus ojos antes de abandonar el lugar.
— Veo que eres muy querida — le comenta el marqués — todos se preocuparon por ti cuando caíste del caballo.
— Oh si mi lord lo siento, me asuste mucho cuando me encontró y no pensé lo que hacía todos siempre me pidieron que me ocultara y yo desobedecí.
— Pero ya no debes ocultarte más, tu y yo somos muy parecidos mi niña, ambos perdimos a personas que amábamos quizás por eso debíamos encontrarnos, precisamente de eso quería hablar contigo, tú no tienes a nadie en el mundo que te proteja, y yo tengo demasiado dinero para gastar solo así que ¿porque no hacemos un trato?, a partir de ahora tu seras mi hija, aprenderás todo lo que una señorita debe hacer, y te daré una doten así podremos encontrarte cuando sea el momento un buen esposo, un hombre que te ame y te proteja, quiero que cambias tu vida y lo que tenias destinado.