El más alto precio

Capítulo 1

Recostada  sobre el diván que estaba  junto  a la ventana,  Alyssia Hammil contemplaba sin interés  alguno el panorama exterior que le mostraba la habitación de la Casa de Madame Magnolia;  una calle poco  concurrida, solo utilizada por los varones que demandaban  servicios especiales. 

Su amante había salido unos minutos atrás. Por eso, solo  reposaba  con una delicada, transparente  y elegante camisola. Cada vez que podía y el tiempo se lo permitía se sumergía en su único pensamiento: su vida,  si todo fuera diferente.

Meditaba que si tuviera una vida normal y un poco de  suerte  estaría casada con algún noble caballero o quizá estuviera próxima a darle un heredero. Esos pensamientos llegaban siempre que empezaba o terminaba la temporada y las jóvenes y madres  casaderas abundaban. Se dejaba llevar por esos sentimientos porque sabía que pronto se alejarían. Si, ella siempre se obligaba  volver a la realidad.

Su familia, desde que ella contaba con cinco años de edad  habían trabajado de asalariados en la propiedad de la familia Collingwood,  Condes de Townsend.  Vivían en  una pequeña casa que había sido cedida a ellos dentro de los límites del terreno.

Aun podía evocar el rostro de angustia de su padre cuando su madre estaba con dolores de parto. La comadrona no salía de la habitación aunque había pasado mucho tiempo desde que escuchó el llanto de su hermano. A pesar de ser joven comprendía que algo no andaba bien.

Al llegar la noche supo que su  abnegada y adorada madre no despertaría del sueño profundo que se había sumido. Ni siquiera tuvo tiempo de llorarla como hubiera preferido porque más tarde su padre le daría a conocer que debía de asumir la responsabilidad que estaban a su cargo. Ahora tenía como prioridad la crianza  de su hermano y los quehaceres de la casa; su vida había cambiado en un instante.

Cuando pensaba que había encontrado la simetría de su vida recibe otro golpe devastador.  Su padre fue  encontrado  muerto  en el camino por unos desconocidos que salían de la cantina. Al parecer había muerto por el golpe sufrido cuando cayó   del caballo después de haber bebido hasta emborracharse.

 

El entierro fue llevado a cabo por el Conde de Townsend, en ese tiempo lo agradeció  porque no habría podido hacerse cargo de eso. Luego, con su muerte  todo  cambió. Ni siquiera habían pasado los días de duelo y le comunicó que su padre era deudor de una cuantiosa suma de dinero, que ella no podía saldarla. Por más que le suplicó que la dejara quedarse con su hermano en su casa como sirvienta él se negó porque tenía que entregar la casona a los nuevos asalariados. Le exigió que se fuera y que le cancelara la deuda.

 

Cuidar de su hermano sin un techo, comida ni trabajo fue arrollador. La esperanza que encerraba la promesa de Madame Magnolia en esa situación desesperante  fue su única elección.

Prepararse para ser una cortesana no fue tarea fácil como había pensado, debía de dedicar muchas horas a su preparación. Además de aprender a conocer la anatomía del hombre y cómo darle placer  debía  de desarrollar su intelecto, conocimiento y habilidad para escucharlos, siempre dándoles  una respuesta grata para ellos.

Su físico también era importante, tenía que lucirlo impecable y provocativo porque de ello dependía su trabajo. Cada cortesana desarrollaba una forma de atraer a sus amantes y debía de descubrirlo para tener éxito. Madame Magnolia siempre decía «Querida Alyssia, has nacido con el don para este oficio».  Sin embargo ella lo veía como una necesidad.

Hubo un tiempo  que era realmente feliz  cuando su madre vivía. En esos días hasta llegó a creer que podría casarse por amor ¡Qué absurdo! Ahora comprendía que el amor es solo para crédulos.

Se levantó y se miró frente al espejo mientras se despojaba  de  la elegante camisola. Sin duda se consideraba  hermosa pero  de nada valía la belleza de un cuerpo perfecto mientras  dentro, habitaba   encerrada una sombría mujer.

Enseguida se colocó  un elegante  vestido color granate  que resaltaba su voluptuoso  cuerpo, el mismo que era objeto de deseo de todos los  caballeros, pero solo algunos  podían conseguirlo. Uno de ellos era el  despreciable Conde de Townsend que pagó por su virtud y seguía haciéndolo por recibir sus servicios, ni siquiera era capaz de sentir remordimiento por haber sido el causante de arrojarla a ese oficio.

Por mucho tiempo se sintió sucia y rechazada,  pero eso cambió radicalmente cuando contaba con la despensa llena de comida y un hermano creciendo fuerte y saludable. Eso la hizo meditar  que el precio a pagar era alto pero al fin y al cabo valía la pena. A estas alturas de su vida se conducía con la cabeza bien alta, con porte orgulloso y perfectamente  arreglada en todo momento para resaltar su cuerpo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.