Junto a la puerta estaba el hombre que amó desde su infancia. A pesar de las circunstancias que había marcado su vida siempre pasaba por su mente que cumpliría la promesa que hicieron cuando eran jóvenes aunque no sabía que no era posible.
Sus ojos verdes la miraron con intensidad al mismo tiempo que los escasos rayos del sol que entraban por la ventana iluminaron su cabellera dorada. El chaleco, camisa y pantalón se ajustaban perfectamente a su fuerte cuerpo haciendo una elegante combinación con esas largas botas. Una escasa sonrisa de parte de él anunció paralizar el corazón de Alyssia.
Volverlo a ver era rememorar cada momento que habían estado juntos; desde cabalgar por horas, reír hasta quedarse sin aire, o de las hermosas caminatas junto al lago. Eso y más habían disfrutado por el beneficio de vivir juntos en la misma propiedad por muchos años. Juraron amarse hasta el punto de planificar una vida juntos pero ahora eso era imposible, sus vidas había cambiado por completo y él estaba casado.
—Buenas tardes, su excelencia. —Alyssia hizo una reverencia a la altura del caballero que tenía al frente —. Enhorabuena por su matrimonio.
Alonso no prestó atención al burlesco saludo ceremonial porque estaba conmovido comprobando lo que era de conocimiento. Su querida Alyssia trabajaba de cortesana como su primo Edward le había informado y estaba enterada de su matrimonio.
En ese momento sintió que le había fallado, le prometió que se casarían y serían felices. El dolor en su pecho volvió a presentarse como el día que se enteró que su propio padre la había orillado a eso. No se contuvo y le exigió que la liberara de esa deuda pero este enseguida se negó aun cuando el joven aseguró que saldaría lo que restaba de la deuda por ella. Era un vil cobarde y el muchacho se avergonzaba de llevar su sangre.
Alyssia sabía que algún día tenía que encontrarse con Alonso. Edward también le había comentado que pronto regresaría de su luna de miel en compañía de su esposa para vivir en la residencia familiar. Habían logrado una buena alianza matrimonial conveniente para ambos. No se sorprendía de eso, el hijo de un Conde merecía a una dama de la nobleza.
Su madre solía decir que no abrigara esperanzas con Alonso, que quizá no podría cumplir su promesa. Al estar totalmente enamorada no se imaginó que aquellas palabras serían ciertas, pero al darse cuenta de la escasa permanencia en la propiedad poco a poco confirmaba que algo no estaba bien. Los viajes de negocios aumentaron a tal punto que pasaban meses sin verse. Aun así quería confiar en la promesa de su amado. Al parecer, su familia no quería que permaneciera allí porque eso implicaba estar a su lado.
—Hola Aly. —saludó emocionado acercándose con prontitud para abrazarla.
Aly, así la llamaba Alonso cuando estaban a solas. Que pronunciara su nombre de esa forma le rompía el corazón. Con mucho esfuerzo contuvo las lágrimas para no evidenciar su dolor. Debía parecer impenetrable además él ya no era su Alonso. Quiso fundirse en sus brazos cuando sintió su cuerpo, olor y calidez.
Él se tomó la libertad de abrazarla como tanto había deseado, estaban a solas y no debía de mostrar alguna norma de decoro. Se permitió disfrutar del olor dulzón que emanaba, al acercarse también comprobó que estaba más hermosa que nunca, su cabello rubio realzaba el azul de sus ojos que tanto recordaba. Abarcó con sus fuertes brazos la espalda de ella para acercarla mucho más logrando acariciar su menudo cuerpo. En definitiva, quería que ese momento se alargara para siempre.
—Lo siento tanto Aly. Perdóname —suplicó cuando se obligó a separarse de su cuerpo.
Apenas escuchó ese ruego lo guio hasta un sillón para que pudieran estar más cómodo para hablar. Lo cierto era que no podría permanecer por más tiempo de pie envuelta en sus brazos.
—No es necesario que me pidas perdón. Tú no eres culpable de nada.
—Te dejé sola pensando que mis padres te cuidarían. Ellos siempre me informaban que estabas bien, que leías todas mis cartas a pesar de nunca recibía contestación. Debí de darme cuenta de que algo no estaba bien.
Fijarse en su mirada culpable y al mismo tiempo enterarse que él trató de estar pendiente de ella fue el motivo para que las lágrimas que había intentado retener rodaran por sus rosadas mejillas.
—Ya no hay marcha atrás Alonso—sollozó —. Ahora esta es mi vida. —concluyó con voz entrecortada bajando su cabeza.