El más alto precio

Epílogo

Desde donde estaba Alyssia se podía contemplar parte de Lawcrown uno de los condados más prósperos de la nación.  Al  establecer  su unión se convirtió  en la señora de esas tierras.

Observaba como  su hermano que ahora contaba con catorce años paseaba a caballo más lento de lo acostumbrado,  era uno de los mejores estudiantes de Eton donde recibía sus estudios formales.  Estaba de vacaciones y aprovechaba el tiempo para estar  junto a Danna, su sobrina de cinco años. Era una niña muy lista y hermosa que también amaba la vida del campo.

Cuando Alyssia se casó con Edward no pudo entregarse  desde el inicio, lo quería como su amigo.  Él comprendió que darle un tiempo considerable era lo mejor y no se equivocó.  Pero lo que no contaban era que al pasar los días evidenciaba un vientre abultado y tal como sospecharon estaba embarazada de Alonso.

En ese momento creyó que el mundo que le había ofrecido se le desvanecía en sus propias manos,  pero  nuevamente Edward demostró amarla de verdad al aceptar a su pequeña hija como si fuera de él;  un secreto que aun mantenían.

Alyssia mientras observaba reír a su preciosa hija recordó a  Alonso.  A su pensamiento volvió el momento preciso  cuando estaba a punto de subir al carruaje y le suplicó que se quedara porque  él estaba dispuesto a todo por ella. Por mucho que lo amara y aunque se estuviera muriendo en su interior comprendió que jamás podía ofrecerle  una vida segura  ni a ella ni a su hermano. Su separación por muy dolorosa que pareciera  en ese instante tenía beneficio para ambos;  él podría dedicarse por completo a su esposa e hijo y ella se esforzaría por ser feliz. La decisión estaba tomada.

Edward se acercó de espaldas a su mujer y la estrechó en un tierno abrazo, ella enseguida correspondió acariciando sus anchos brazos  que estaban alrededor de su cintura. Junto a él se detuvo  Edwin su pequeño de apenas dos años que se dedicó a rozar unas flores moradas que habían llamado su atención y estaban a su alcance. Se parecía mucho a su padre con ese cabello negro y el mismo color de ojos.

Ella sonrió y se dejó consentir por el hombre que ahora amaba enteramente. Con sus acciones y amor se ganó su corazón. Ahora Alonso solo era un bonito recuerdo.

—¡Papá! —gritó Danna cuando miró a su amado padre.

Edward correspondió al saludo y le envió un beso como siempre acostumbraba a hacer cuando estaban lejos. Amaba  a esa  preciosa niña que había llegado a alegrar sus días, era su hija mayor y por eso era su consentida.

—Estoy orgulloso de nuestros tres hijos —susurró en el oído ella —. Me siento el hombre más afortunado y todo es gracias a ti Alyssia.

—Soy yo quien debe agradecerte por amarme tanto y hacerme la mujer más feliz.

Edward giró el cuerpo de su amada para abrazarla y besarla. No podían ser más felices de lo que ahora eran.

Habían pagado el más alto precio para amar y no se arrepentían en absoluto.

 

 

 

 




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