El Match equivocado

Capítulo 5 – Señor Espresso

Valentina se recostó en su sofá rosa y colocó a Chewbacrazy sobre su regazo. Tomó el vaso de café que Mateo le había dejado en la puerta… y su corazón empezó a dar brincos. Cerró los ojos y recordó esos labios perfectos, con un contorno delicado, pero firme, que se curvaban en una sonrisa que podía derretir cualquier escudo. Y la manera en que caminaba por la oficina, con pasos seguros y elegantes, la espalda recta y el porte impecable, como si cada movimiento estuviera coreografiado para llamar la atención de todos, sin esfuerzo alguno.

—Eres el vaso de café más hermoso que he visto, ¿lo sabías? —murmuró Valentina, hablándole al vaso como si fuera una persona.
—Me estoy volviendo loca, Chewbacrazy —comenzó a reír, incapaz de contener su entusiasmo.

Tras un rato, vació el vaso y le colocó la fecha y las circunstancias de cómo había llegado a sus manos. Ese sería el primer “trofeo” en su colección de detalles importantes.

Se sorprendió al darse cuenta de las cadenas que había desatado al permitir que Mateo se acercara. Antes, su escudo de frialdad y molestia le había protegido de admitir lo evidente: Mateo era un hombre imposible de ignorar. Y, como siempre, Valentina sintió que no estaba a la altura. Bastaba con ver a Claudia, su novia perfecta, para que su corazón se encogiera. Suspiró y se sacudió la cabeza, entonces recordó el sobrenombre con el que Mateo la había bautizado: “Mafalda”.

—¿Así que, Mafalda? —musitó con una sonrisa traviesa—. Supongo que es por mi cabello rebelde… ¡Hora de contraatacar! Necesito un sobrenombre que haga justicia a mi revancha.

En la mente de Valentina apareció el icono de ideas, analizando propuestas de sobrenombres:

💡 Idea de sobrenombre para Mateo: “Café Supremo” o “Señor Espresso” —algo juguetón, que conecte con el tema del café y su personalidad intensa, elegante y encantadora.

— ¡“Señor Espresso, es el ganador! Aunque el señor perfecto, con labios traicioneros, sería el ideal. Así, la revancha empezaría con un apodo digno. —Valentina sonrió por sus ocurrencias.

El ánimo de Valentina volvió a elevarse. Colocó música y se asomó por la ventana a ver las luces de la ciudad, convencida de que esa noche Claudia no existía. Cerró los ojos y sintió la necesidad de cantarle al mundo y mostrarle lo que ella consideraba verdaderamente hermoso.

Su teléfono vibró con un mensaje de Mateo:
"Espero que el café que te dejé en la puerta de tu casa sirva como bandera blanca para una tregua de paz ✌️ Feliz noche, MAFALDA 👻"

Valentina sonrió y escribió de inmediato, con sarcasmo y gracia:
"Bandera blanca aceptada, señor Espresso ☕😂 Pero no te emociones demasiado… aún te debo un sorbo de venganza.”

Al enviar el mensaje, Valentina se recostó en el sofá, satisfecha con su ingenio. Mateo leería el sobrenombre y seguramente se reiría… o se quedaría sin palabras, y eso era exactamente lo que ella quería.

Mateo volvió a escribir por la app, y esta vez su mensaje estaba acompañado de varias caritas sonrientes:

Mateo: “Ahora sí, Mafalda… puedo presentarme oficialmente: Señor Espresso 😎☕. Buen ataque, debo admitirlo.”

Valentina leyó el mensaje, arqueó una ceja y de repente se detuvo, notando un detalle inquietante:

—Un momento… ¿Mateo sabe dónde vivo? —susurró, entre divertida y sorprendida.

Rápidamente, abrió la app y escribió:

Valentina: “Señor Espresso, esto ya está tomando un nivel peligroso… ¿Acaso también sabes cuándo me levanto para tomar café? 😏.

No tardó en llegar la respuesta de Mateo:

Mateo: “Solo lo suficiente como para asegurarme de que Mafalda reciba su dosis diaria de café y diversión… no querría que mi café corriera peligro 😎☕

Valentina soltó una carcajada, colocando el teléfono sobre el sofá, mientras Chewbacrazy la miraba como diciendo “otra vez con tus locuras”.

—No me importa lo que piensen los demás… —murmuró Valentina, levantándose y comenzando a bailar por la sala—. Hoy voy a mostrarle a Mateo… y al mundo, lo que verdaderamente significa ser única.

Esa noche, después de bailar con Chewbacrazy y reírse sola en la sala, Valentina finalmente se dejó caer en la cama. Su mente, inquieta y juguetona, comenzó a llenarse de imágenes imposibles de controlar.

En su sueño, la oficina aparecía ante ella. Allí estaba Mateo, impecable, con esa presencia que parecía iluminar cada rincón. A su lado, Claudia, sonriente, radiante… rubia y perfecta, como si la luz misma la hubiera elegido. Valentina sintió que su pecho se oprimía, y un susurro interior le recordó: “Perfecta, rubia… y yo… ¿Qué soy yo frente a ella?” El eco de su trauma con David aparecía disfrazado en ese sueño.

Cada intento de acercarse a Mateo la encontraba bloqueada por Claudia, y a pesar de que todo era un sueño, la sensación de insuficiencia le resultaba real. Su mente mezclaba emociones, risas, nervios y cierta burla de sí misma, como si su inseguridad hubiera tomado forma física.

Pero entonces Mateo la miró directamente, con esa intensidad que hacía que su corazón latiera a mil por hora. Le tendió una taza de café, como si dijera: “Todo está bien, aquí estoy yo”. Y aunque el mundo del sueño seguía girando entre ella y Claudia, Valentina se sintió por primera vez valiente, lista para enfrentar cualquier comparación y superar esa sensación de inferioridad que siempre la acompañaba.

Se despertó con el corazón acelerado, respirando hondo. Todavía sentía el aroma del café en el aire y el calor de su regazo, como si el sueño hubiera dejado un rastro de realidad. Cerró los ojos un instante y murmuró:

—Mañana voy a demostrar que Mafalda puede con todo… incluso con los fantasmas que aparecen sin aviso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.