El Match equivocado

Capítulo 12—Sombras tras la sonrisa.

La mañana amaneció encapotada, con nubes bajas que parecían aplastar la ciudad. Valentina llegó a la oficina con el corazón aún agitado por el mensaje anónimo de la noche anterior. Cada paso se le hacía pesado, como si caminara sobre cristales.

“Una guerra…” había dicho en voz baja, y la frase aún le daba vueltas en la cabeza.

—¡Valen! —la sorprendió Pablo, asombrándose por encima de los cubículos con una sonrisa nerviosa—. Justo a tiempo. Hoy luces… distintas.

Ella arqueó una ceja, sin fuerzas, para disimular su desconcierto.

—¿Distinta en qué sentido?

—No sé… —se rascó la nuca, con las mejillas encendidas—. Como… como si brillara algo en ti!

La incomodidad la hizo reírse de manera automática, aunque por dentro pensaba: sí, claro… brillo de insomnio y lágrimas.

Mientras tanto, a unas cuantas mesas de distancia, Mateo fingía revisar unos documentos, pero sus ojos la seguían con precisión quirúrgica. Estaba exhausto, pero no podía evitarlo: Valentina parecía un imán para todas sus distracciones. El recuerdo del abrazo de la noche anterior le ardía en la piel como una quemadura que no quería sanar.

En ese instante, Laura irrumpió en la oficina como un torbellino de color y perfume.

—¡Buenos días, criaturas grises del capitalismo! —canturreó, dejando caer su bolso sobre el escritorio de Valentina—. Vengo a salvarte de la rutina, amiga.

Valentina la miró con una mezcla de alivio y miedo. Si alguien podía arrancarle una sonrisa en medio del caos, era Laura… pero también temía que se le escapara algún secreto frente a Mateo.

—¿No trabajas tú también? —preguntó Pablo, divertido.

—Trabajo en vivir mejor que ustedes —respondió Laura con descaro—. No obstante, vine porque sospecho que alguien necesita un café de rescate.

Valentina se tapó el rostro con ambas manos.

—¿Otra vez con tus dramas, Lau? Esos días de descanso te han caído de maravilla.

Laura bajó la voz, inclinándose hacia ella con picardía:

—Y tú, dime la verdad… ¿Anoche pasó algo con Espresso Man? Me dejaste con la duda y no es justo, Valentina. —Laura había subido la voz de tal manera que solo Mateo, que estaba relativamente cerca, escuchara.

Mateo, desde su escritorio, se atragantó con el café. Tosió discretamente, fingiendo revisar un informe, mientras Valentina la fulminaba con la mirada sin atreverse a pronunciar palabra.

Laura levantó las cejas con triunfo.

—No hace falta que digas nada, tu cara lo grita.

Un murmullo general recorrió la oficina. Y entonces, como un presagio, un mensaje apareció en el celular de Valentina. Vibró con insistencia, como si quisiera atravesarle el pecho.

Ella lo miró de reojo, y el color se le escapó del rostro. No era Mateo. No era Laura. Tampoco era Pablo.

Era otro número desconocido.

"Te advertí, Valentina." El fuego quema. Y lo próximo que perderás no serán lágrimas, sino tu tranquilidad."

La pantalla le temblaba en la mano. Laura notó el cambio en su expresión.

—¿Qué pasa? —preguntó, con la voz tensa —.Te has puesto pálida.

Ella dudó un instante, mordiéndose los labios. Mostrarle el mensaje a su mejor amiga significaba reconocer que ya estaba atrapada en algo mucho más peligroso de lo que quería admitir.

Pero el miedo pudo más. Le tendió el celular.

Laura leyó, y un destello helado cruzó sus ojos.

—Tiene que ser Claudia… —dijo, casi para que Mateo escuchara, y lo logro con éxito.

Mateo la escuchó y abrió los ojos como platos.

—¿De seguro ya ocupa el título de la exnovia psicópata? ¡Oh, por favor, dime si esto no es ser dramática!

Mateo se tensó, y el aire se espesó como si la palabra “ex” hubiera sido un disparo. Se levantó y se acercó hasta donde estaba Valentina y Laura. Primero se dirigió a esta última.

—Si querías que escuchara su pequeña charla privada, lo lograste, Laura —Valentina sentía que se iba a morir de un momento a otro, a veces Laura era muy imprudente… O cuando le convenía.

—Que no se diga que no lo hago bien —sonrió Laura divertida.

—En cuanto al título de “mi ex”, corrigió con voz grave, sin mirar a nadie—. Claudia… sigue siendo mi novia.

Valentina sintió que el suelo se abría bajo los pies. El corazón le palpitaba tan fuerte que temió que todos pudieran escucharlo. Por un instante, todo lo vivido la noche anterior —el abrazo, la sonrisa, el mensaje— se tiñó de un gris doloroso.

Laura tragó saliva, comprendiendo demasiado tarde el error.

—Oh… yo… en fin me disculpo.

Mateo respiró hondo, como si llevara un peso enorme sobre los hombros. Aun así, cuando miró a Valentina, la intensidad en sus ojos no dejaba dudas.

—Sigue siendo mi novia —repitió—. Pero eso no significa que le permita hacerte daño. Dime, ¿ha sido ofensiva contigo? ¿Sucede algo que yo no sé?

—Valentina está recibiendo mensajes anónimos, con amenazas —volvió a entrometerse Laura, Valentina la fulmino con la mirada.

—Nada está pasando aquí, Mateo, Laura y yo hablamos de alguien diferente. Seguro tiene que ver con esa aplicación que descargue. —Mateo analizó la mirada de Valentina, era evidente que no le creía; aun así, Valentina mantuvo su opinión.

—Es mejor que continuemos trabajando —murmuró Valentina hundiéndose en su escritorio.

El mensaje aún ardía en las manos de Valentina, pero lo que más la quemaba era esa confesión silenciosa: Mateo estaba dividido, y ella estaba en el centro de esa grieta.

La tarde caía lentamente cuando Valentina salió de la oficina. El aire olía a la lluvia próxima, y ella deseaba llegar a casa cuanto antes, hundirse en su sofá con Chewbacrazy y apagar el mundo. Pero no dio dos pasos hacia el estacionamiento cuando escuchó la voz de Pablo a su espalda.

—Valen, espera.

Él la alcanzó con un gesto entre nervioso y decidido.

—Quería preguntarte si… te gustaría salir a tomar un café conmigo un día de estos.




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