El Match equivocado


Capítulo 15 — La huella que abrió el secreto

El sol apenas comenzaba a filtrarse entre las persianas cuando Valentina, todavía con el corazón inquieto por el día anterior, se atrevió a abrir la aplicación de mensajes.

Ahí estaba su dibujo: el retrato de Mateo, delineado con la precisión de quien siente lo que pinta, no de quien solo observa.

Cada trazo revelaba el talento que ella ocultaba del mundo —un secreto que nadie conocía, porque temía que mostrarlo fuera también revelar su alma.

No esperaba respuesta, pero entonces, el teléfono vibró. Era él, su mensaje con un archivo adjunto. Una foto.

El corazón le dio un vuelco cuando descargo la imagen. Era un retrato hecho por Mateo, y no de sí mismo… sino de ella.

Valentina estaba dormida sobre el escritorio, con un mechón rebelde cayéndole sobre la mejilla, los labios entreabiertos, respirando con una paz que ni ella recordaba tener. El dibujo tenía algo imposible de fingir: ternura.

“Te debía mi versión.
PD: si te vuelves a dormir así, prometo no reírme del ronquido. (Mentira, sí, lo haré). —M.”

Valentina parpadeó. Sus dedos temblaban sobre la pantalla, incapaces de escribir una respuesta.

¿Cuándo me observó así?

La pregunta se perdió entre una ráfaga de escalofríos que le recorrieron el cuerpo. Su mente intentó poner orden: es solo un dibujo, Valentina.

Pero su corazón, testarudo, sabía que no. Cada línea, cada sombra, era una confesión silenciosa.

Y entonces lo recordó… Sus labios. El roce, la electricidad contenida, el instante en que el mundo se detuvo para que solo existieran ellos dos.

Cerró los ojos y acarició sus labios con la yema de los dedos, como si aún conservaran el calor de aquel beso.

—Tengo miedo de mí —susurró, apenas audible, como si le hablara a su reflejo invisible en la pantalla.

Un miedo dulce. El de saber que, sin querer, ya estaba cayendo en el juego de él.

No pasó mucho tiempo antes de que la algarabía de Laura llegara al departamento de Valentina.

Tenía llaves de repuesto, un detalle que Valentina le había dado para cualquier emergencia.

Al entrar, la encontró hundida en su letargo, con el celular todavía en la mano y la respiración agitada.

—¡VALENTINA! —gritó desde la puerta, irrumpiendo sin tocar—. ¡Ay, por favor, dime que ya lo besaste!

Valentina casi lanza el celular al suelo.

—¿Qué haces aquí tan temprano?

—Vine a traerte café… y a verificar si ya dejaste de hacer el papel de protagonista de drama reprimido —dijo, colocando dos vasos sobre la mesa.

—Laura…

—¡Aja! —Laura asoma la cabeza sobre su hombro—. ¿Qué es eso? ¡¿Te dibujó dormida?! Que tierno el Mateo!

Valentina se sonrojó violentamente.

—No empieces…

—¿No empiece? ¡Valentina, eso es amor en 4K y lápiz de grafito! Si este hombre no te besa pronto, lo hago yo por ti… Ganas no me faltan.

Valentina soltó una carcajada nerviosa, pensando mentalmente: si supieras que ya nos besamos… Pero ese detalle se lo guardaría solo para ella.

—Eres insoportable —dijo, sacudiendo la cabeza.

—Y tú estás enamorada —canturreó Laura, alzando el café como brindis—. Porque le ganes a la engreída de Claudia por el corazón de ese hombre tan guapo, talentoso y peligrosamente adorable.

—No sé, Laura… siento que esto se me está escapando de las manos.

Laura vio la seriedad en los ojos de Valentina y su expresión cambió.

—¿Te estás enamorando, Valentina? —preguntó con suavidad, dejando de lado la broma por un instante.

Valentina bajó la mirada, mordiéndose el labio.

—No quiero que Mateo se convierta en mi única excepción… en mi mayor necesidad.

Laura se acercó, puso una mano firme sobre el hombro de Valentina y le habló como solo una amiga que es casi hermana podía hacerlo:

—Escúchame bien, Vale… nadie puede obligarte a no sentir lo que siente tu corazón. Pero recuerda: eres fuerte, valiosa y completa por ti misma. Mateo, es increíble, sí, pero tú eres tu propia historia. Nadie tiene derecho a robar tu paz… y yo estaré aquí para recordártelo cada vez que lo olvides.

Valentina la miró, con los ojos brillantes, sintiendo cómo un calor tranquilizador le subía por el pecho.

—Gracias… —susurró—. Gracias por estar siempre.

—Siempre, Valen. Siempre —repitió Laura, guiñándole un ojo y sonriendo—. Ahora… ¿Cuándo imprimimos este dibujo que te hizo oficialmente ese artista peligroso de tus sueños y lo mandamos a enmarcar?

Valentina sonrió. Pero lo que no sabía, era el drama que atravesó Mateo, la noche que ella envió el dibujo.

La noche anterior.

El silencio del apartamento de Mateo tenía ese tipo de quietud que dolía.

El reloj marcaba las 9:42 de la noche y, tras una jornada agotadora, Mateo se dejó caer en el sofá, con la camisa aún desabotonada y el teléfono vibrando en la mesa.

Lo miró un instante, reconoció el nombre en la pantalla y, sin pensarlo demasiado, abrió el mensaje. Una imagen iluminó la habitación. El retrato.

Ahí estaba su rostro, trazado con una delicadeza que lo dejó sin aire: la flor azul, el gato diminuto en el rincón y esa mirada… la suya, pero más humana, más viva.
Reto cumplido, Kim Mateo. Ahora te toca a ti… si te atreves.

No pudo evitar sonreír.

Apoyó el celular sobre la mesa y se pasó una mano por el cabello, intentando contener esa mezcla de ternura y peligro que lo invadía cada vez que pensaba en Valentina.

—Estás jugando con fuego, Kim Mateo —murmuró para sí, pero la sonrisa no desapareció.

La puerta del apartamento se abrió de golpe. Mateo levantó la vista, sorprendido por el ímpetu de Claudia.

—¿Claudia? ¿Qué haces aquí?

Ella avanzó con ese porte impecable que siempre llevaba puesto como una armadura. Llevaba un abrigo beige y el cabello recogido, y en su rostro había una serenidad tan ensayada que resultaba inquietante.




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