El Match equivocado

Capítulo 20 — El rumor perfecto

El amanecer llegó sin anunciarse. En el apartamento de Claudia, las persianas medio cerradas filtraban una luz grisácea que parecía pesar sobre los muebles. La copa de vino seguía en la mesa, apenas tocada, y a su lado, el teléfono iluminaba el silencio con una secuencia de mensajes ya enviados.
Claudia no había dormido. No necesitaba hacerlo. El insomnio era un aliado cuando se trataba de pensar con precisión quirúrgica.

Deslizó el dedo por la pantalla y revisó una vez más la conversación con Laura Benítez, la periodista de espectáculos que debía su puesto a un favor que Claudia había pagado con información privilegiada años atrás.
“Solo una insinuación”, había escrito Claudia.
“¿Algo veraz?”, respondió la periodista.
“Digamos… plausible.”

Sonrió. No hacía falta que una mentira fuera perfecta; solo debía parecer posible.

A las nueve de la mañana, el portal de noticias LUX Magazine publicó una nota discreta en su sección empresarial:

“Fuentes cercanas aseguran que una joven diseñadora ha captado la atención de uno de los inversionistas más influyentes del grupo Han Industries. Los rumores de favoritismo no se han hecho esperar.”

No había nombres. No hacía falta. Bastaba una chispa para encender una hoguera.

Claudia dejó el móvil sobre el tocador y se observó en el espejo. El cansancio le marcaba las ojeras, pero sus ojos brillaban con una claridad cortante. Ajustó el pendiente de perla y se aplicó un tono carmesí en los labios, tan preciso como una firma.
—Nunca subestimes el poder de una historia bien contada —murmuró, observando su reflejo con una serenidad glacial.

Valentina llegó aquel día a la oficina poco después de las diez, con una taza de café que temblaba levemente entre sus manos; había pasado mala noche, el insomnio no la dejó dormir. Al entrar a la oficina, experimento que todos la miraban —hecho que Valentina odiaba, detestaba ser el centro de atención—. No entendía por qué las miradas parecían seguirla, como si todos compartieran un secreto del que ella no formaba parte.

—¿Viste lo de LUX? —le susurró Camila, su compañera de área, apenas se sentó frente al computador.

—¿Qué cosa?

—Ay, Valen… No te pongas así, pero están diciendo que tú… —Hizo una pausa, bajando la voz— que tú estás saliendo con uno de los inversionistas del grupo.

Valentina la miró sin entender.

—¿Qué? ¿De dónde sacaron eso?

—No sé, pero todos en marketing ya lo leyeron. Y… —Camila vaciló—… el artículo menciona una “diseñadora del área creativa que recibió apoyo especial”.

La taza se le resbaló un poco entre los dedos. Sintió el calor del café filtrarse en la piel, pero ni siquiera se movió.
El rumor había comenzado. Laura llegó rápidamente al cubículo de Valentina y, al ver el rostro de Camila, su mirada malintencionada fue al rescate de su amiga.

—Vaya, huele a envidia concentrada por aquí. —Camila la miró de arriba a abajo y su respuesta iracunda no se hizo esperar.

—No es envidia decir la verdad, y Valentina está en boca de todos aquí en la empresa… Veo que esa fiesta te trajo beneficios. —Luego de vomitar su veneno, Camila se fue.

—No le hagas caso a esa amargada, nadie tiene la culpa de que su esposo le haya pedido el divorcio y ya sabemos por qué… La vieja es insoportable.

—Creo que ella no es la única que piensa así, mira la mirada de decepción que me dedica Pablo —dijo Valentina algo perturbada; Laura colocó una de sus manos sobre sus hombros.

—Vale, tú no has hecho nada malo, no has matado a nadie, así que deja el drama porque no has cometido pecado grave del que debas arrepentirte. —Valentina sonrió con un dejo de tristeza y pensó: —Solo un match equivocado.

—Mejor enfoquémonos en trabajar e ignora a todos estos envidiosos —le aconsejó Laura. Valentina asintió y se enfocó en sus tareas.

Al otro lado de la oficina, a media mañana, Mateo recibió la notificación en su teléfono. El titular le heló la sangre. Cerró la puerta de su oficina con un golpe seco y respiró hondo. La nota era ambigua, pero el subtexto era evidente.
“Fuentes cercanas aseguran que una joven diseñadora ha captado la atención de uno de los inversionistas…”

Su propio reflejo en la pantalla le devolvía la imagen de un hombre acorralado entre la culpa y el escándalo. No había mencionado a nadie sobre sus visitas a Valentina a su casa para llevarle café, pero la coincidencia era demasiado precisa para ser casualidad.

Marcó su número. Una, dos, tres veces.

—Vamos, contesta… —murmuró, mientras la ansiedad le atenazaba el pecho, dando vistazos al cubículo de Valentina.

Cuando por fin ella atendió, su voz sonaba frágil.

—Lo viste, ¿verdad? —susurró Valentina.

—Sí. No creas nada de lo que digan. Voy a averiguar quién…

—No hace falta —lo interrumpió—. Ya sé quién lo hizo.

El silencio se volvió un campo de minas.

—Claudia… —Eso lo sé con certeza —dijo él finalmente, con la voz baja, como si el nombre pesara.

—Y si lo hizo una vez, lo hará otra. No voy a quedarme de brazos cruzados —dijo Valentina.

—No te metas, Mafalda. Este no es tu problema. Seré yo quien lo resuelva.

—Claro que lo es, Mateo.

Ella colgó antes de escuchar cualquier promesa.

Mientras tanto, Claudia observaba la nota desde la comodidad de una cafetería de diseño minimalista, con las piernas cruzadas y el rostro impecablemente tranquilo. Frente a ella, Laura Benítez leía los comentarios en voz alta.

—Ya está corriendo en redes. Nadie sabe si es verdad, pero todos lo comentan.

—Perfecto —respondió Claudia, sin levantar la vista de su celular—. A veces el silencio es más útil que una aclaración.

Laura la observó con cierta incomodidad.

—¿No crees que es un poco cruel? La chica se ve… buena.

Claudia sonrió, una sonrisa que no alcanzó los ojos.




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