Las burlas no se hicieron esperar, luego de la exhaustiva revisión de los oficiales de policía, de buscar invasores imaginarios donde no los había. Quienes después de escuchar el palabrerío sin sentido, del señor Miles, tuvieron que abrazarse de sus estómagos y cubrir sus bocas con su mano dominante, con tal de no reírse de una manera tan grotesca. Llegando a molestar a Felton, por ser el hazme reír.
Votando casi a patadas a ambos hombres, quienes en lugar de multarlo por su mal comportamiento, solo se limitaron a dejarlo pasar, por darles un momento de entreteniendo en su larga jornada laboral. Es entonces que Miles, aun con la sangre hirviendo, a pasos agigantados y pisando fuerte, entró dando puños al aire, maldiciendo y murmurando miles de obscenidades.
Hubiera continuado con su pataleta, de no ser porque; Una risa divertida, se escuchó desde el principio de las escaleras, dejándolo petrificado en su lugar. Pestañeo un par de veces, creyendo estar alucinando, pero otra vez se escuchó, esa risa burlona, proviniendo de un lugar inexacto: era tan real, como a su vez irreal.
— ¡vaya! Miles, sí que te gusta ahogarte en un vaso de agua… —comentó una voz, vacía de cualquier timbre divertido, tan neutral que le escocía la herida en su brazo, punzando fuertemente. Como si acabara otra vez de ser atacado.
Ejerció presión con su mano derecha, en la herida, esperando con ello, apaciguar un poco el dolor. Pero en vano fueron sus intentos. El crujir de la madera en el segundo piso, lo hizo volver a la realidad —donde demonios habían, disque buscado. Lo intentos de policía, si bien claro estaba que alguien más está en su hogar… —hablaba para sí mismo, mientras se armaba de valor para hacerle frente a aquel sinvergüenza atrevido que se atrevía a irrumpir en su morada.
Apoyándose un poco en la pared, iba mirando a ambos lados. Estirando un poco el cuello para no caer desprevenido por quien fuera que estuviera "ahí". Encontrándose con una habitación en plena penumbra, vacía, sin un culpable de por medio. Rechinaron un poco sus dientes entre sí, al ejercer presión, estaba completamente cabreado, apunto de volver a gritar, pero prefiero calmarse y con ello, se dispuso a volver a conciliar el sueño, acostándose otra vez sobre la mullida cama, mientras volvía a meterse entre las mantas.
Un chirrido, se escuchó, dejándolo tonteando y un poco sordo. Haciéndolo hacer pataletas, aun estando en cama, atacando a puño limpio las almohadas, hasta dejarlas caer en el piso frio de madera. Una brisa fresca, entró, provocando que se le eriza cada parte del cuerpo. Miró a su detrás, las puertas del balcón estaban abiertas, mientras que entre las cuantas macetas con las que contaba el pequeño lugar, se divisaba apenas una pequeña figura, poco visible.
— ¡Meow! —chillo, de una manera lastimosa. Como si con ello hubiera dejado su último aliento, desgarrando en ese proceso su garganta.
Miles, empezó a sudar frío. Cómo pudo llegar hasta allí, semejante animalejo; se preguntó. Aun observando como aún continuaba lamentándose el animal, en un llanto incesante que lo dejaría sordo.
Es asimismo que ni flojo, ni perezoso, agarró una de sus pantuflas y la lanzó en la dirección en la que estaba el gato. Sin llegar a atinarle, solo logrando, perder la pantufla al caer por el balcón. Pero el animal, no se inmuto por ello, sólo actuó como si gozara de cierta inteligencia. Fue así que de un salto subió al barandal y observó por donde había ido a caer el zapato. Para luego mirar a Miles, como si en esos cortos instantes en los que estuvo observándose, le dijera todo y a su vez nada. Analizando cada de detalle de su ser, haciendo al pobre hombrecillo, tragar un duro trago de saliva. Como si le hubiera resultado cómica aquella escena, sonrió, dejando ver parte de sus incisivos.
Él no lo podía creer, se juraba estar aún soñando —esto es cosa de locos… —susurro, aun con la mirada perdida en el animalillo. Quien se dio la vuelta y salto del barandal, al vacío. Miles, a pesar de todo lo irreal que podía ser lo que estaba pasando, se levantó de su lecho entre tropezones a ver el estrellado cuerpo del gato, encontrándose así con que no había nada. Nada más que su pantufla, en un charco cercano de lodo.
El resto de la noche, no logro pegar ojo alguno. Cuestionando ¿Qué hacía ese gato ahí? —según sus pocos conocimientos sobre sus vecinos. La mayoría son personas ya mayores, un tanto hurañas y perezosas como para tener alguna mascota. Poco probable que quisieran hacerse cargo de alguien más que no sean ellos mismo. Llegando con eso a quedarse dormido, de tanto repensar una y otra vez el mismo tema.
[ * ]
A las primeras horas de la mañana, el pic pic, de su alarma se escuchó. Levantándose entonces de mala gana, apenas llegando a asearse adecuadamente, dejándose para otra oportunidad el quitarse la barba mañanera.
Las bolsas bajo sus ojos, eran bastantes notorias, ni cómo disimularlas, cuando de por sí su aspecto gritaba de estaba hecho un desastre total. Su camisa siempre tan bien planchada, sin ninguna arruga, estaba apenas medio arreglada. Algunos botones estaban mal abotonados, sus zapatos un poco sucios por el barro, sus cabellos rebeldes, que peinaba y bajaba con poco de vaselina, estaban salvajemente medio arreglados aun lado, viéndose un poco pelopincho.
Con semejante pesadumbre que traía encima, camino casi arrastrando los pies, hasta lograr llegar al pequeño recibidor. Donde por primera vez en días, por arte de magia, las benditas llaves, si se encontraban donde debían estar. Un problema menos; comento Miles, mientras cerraba la entrada principal de la casa. Volviendo a su estado de ánimo habitual de cada mañana.
Editado: 02.11.2020