La calle se colapsó y Cattleya jamás pensó en lo que dejaba atrás cuando abandonó su propio auto y corrió sin parar por toda la avenida hasta llegar frente a aquel lujoso auto negro que se llevaba su vida misma.
Se detuvo sin desviar su atención cuando aún no había paso para los autos detenidos.
El señor Anthon Taylor Lee salió del auto a pesar de que su chofer le previno, éste hizo caso omiso dejando al pequeño Immanuel creyendolo dormido en el asiento trasero.
—¡¿Señorita Cattleya, qué se le ofrece? —su dura y prepotente sonrisa hacía que ella lo odiara más— ¡La veo agitada…!
—¡Devuélveme a mi hijo, Anthon Taylor! — gritó ella con la mirada triste, pero llena de una angustiada hostilidad.
El hombre rió de medio lado y repuso su atención en ella cerrando la puerta del auto.
Acercándose caminó hacia ella con aires de poder y mostrandose victorioso, haciéndola sentir pequeña ante una realidad que la misma Cattleya quería evitar.
—¡La noto desesperada, sí! —vociferó disfrutando de lograr ponerla en la circunstancia que deseó— Siempre he dicho que las mujeres son puro sentimientos pero…usted no tiene dulzura, por lo menos no para mí. Me odia…lo puedo ver en sus ojos, lo puedo oler a pesar de la distancia y eso empieza a gustarme, sí me odias ¿No es verdad?
—¡Solo devuélvame a mi pequeño Immanuel, él no es un trofeo, es mi vida y yo lo amo, es mi hijo!
—¡Yo quiero tu vida para mí Cattleya, y creo que la tengo aunque usted misma no quiera darse cuenta! ¡No sé cómo hizo para hacerme enojar tanto! —dijo agudizando su voz mientras cerraba con fuerza el puño— si algo tengo claro es que eres persistente, obstinada, prepotente y no te doblegas ni siquiera por quién dices que amas; a mi hijo, porque Immanuel es mi hijo, no suyo, tanto es mío que la misma justicia me lo entregó! ¡Yo puedo mandarla a detener por ésto!
—¡Acéptelo, usted no lo ama! ¡Aunque es su hijo, usted no lo ama, solo me lo quita porque sabe que me hace daño! ¡Seguro no quiere tener hijos con esa mujer, porque es usted un ser despreciable sin sueños...!
—¡¿Quién dice que no puedo tener hijos?! ¡Claro que puedo, yo lo puedo todo, solo que...yo no sueño, yo actúo, vivo! —espetó airado— ¡Usted sueña con ser la madre de Inmanuel, pero la realidad es que es mi hijo!
—¡Me das lástima, tienes un corazón miserable! ¡¿No puedes tener familia verdad?!
—¡Puedo hacer familia, pero no me da la gana! ¡Sin embargo eso no me hace ajeno a que tengo un hijo y debe estar conmigo que soy su padre! ¡Haz tu vida como quieras lejos de mi, y acepta de una buena vez que Immanuel es mi hijo y solo debe estar conmigo! ¡Entiendalo ya!
—¡Usted es el que no comprende…. Immanuel me necesita, necesita a su madre!
—¡Su madre está muerta…Cattleya!
—¡No! — gritó desesperada— ¡No, yo ahora soy su madre! ¡Yo lo amo! ¡Es mi hijo! ¡Él me necesita a mí, nadie lo conoce mejor que yo, le he entregado mi vida entera…!
—¡Su drama no me importa, Cattleya! —le interrumpió— ¡No me haga seguir perdiendo la paciencia con usted…ya bastante ha hecho en mi contra!
—¡Tampoco me importa si pierde o no la paciencia! ¡Usted lo negó, creció solitario...es absurdo que después de que él estaba solo, lloraba perdido cuando ya su madre no despertó más, me miró y sin nadie pedírselo me llamó mamá, lo adopté, decidí amarlo para toda la vida! ¡¿Cómo hará para llenar este otro vacío que le está ocasionando?!
—¡El vacío es tuyo, sólo tú lo tienes porque no aceptas tu realidad, eres una mujer obstinada que no entiende que tú no tienes hijo!
—¡Solo sé que él me necesita! —gritaba desesperada— ¡Inmanuel me necesita!
—Tiene razón, —dijo convencido —sí la tiene y es indudable…claro que la tienes…
—¡¿Va a devolverme a mi hijo?! — preguntó ella detrás de un corto y agitado suspiro.
—Señorita Cattleya — rió con soberbia el señor Anthon Taylor Lee — cuando digo que tienes razón…es porque de verdad la tienes, dices que mi hijo al descubrirse solo te dijo mamá, pero no es porque lo seas, en realidad, te dijo mamá sólo porque necesitó protección, pero ya no, él no está sólo, ahora está conmigo que soy su padre…
—¡No puede hacernos ésto, usted no lo conoce, no sabe cómo tratarlo, cómo hacerlo feliz... es un niño con una condición especial…! ¡Usted no puede separarnos!
—¡Ya lo hice! ¡Hágase a un lado que ya la avenida está libre!
—¡No va a llevarse a mi hijo, no lo va a hacer! — sentenció—¡Yo no sé lo voy a permitir! —el hombre daba muy poca importancia y pretendía volver al auto cuando ella corrió hacia él— ¡Eres un malnacido Anthon Taylor!
—¡Lo debo ser… ya me lo habían dicho antes...y la mayoría son mujeres! — rió victorioso— ¡Apártese de una vez!
—¡No se lo lleve! —ella jaló su fino sacó haciéndolo detenerse —¡Es mi hijo, él me eligió a mi! —dijo furiosa y herida, y él la tomó abruptamente del brazo y la jaló atrayendola con arrebatos y sosteniendole su cara cerca de la de él.
—¡Y yo la elegí a usted señorita Cattleya, pero a usted eso parece poco importarle!