Inmanuel comía las fresas con detenimientos, pero antes las observaba en cada mordisco, los bordes de sus labios y sus mejillas sonrojadas por el sol fresco de la mañana ya habían perdido el color cuando el chocolate se le había corrido, Cattleya se acercó con una servilleta y limpiaba con delicadeza el rostro de su pequeño.
—¿Mamá...siempre harás postres para...mí? —ella lo miró y besó su frente— las fresas son muy deliciosas...me gusta el chocolate.
—Siempre te consentiré mi niño...vamos a lavar tus manitas, debemos realizar tus actividades educativas, la señora Thomson verá que eres muy responsable y quizás pronto volvamos a casa.
Inmanuel reía complacido en las palabras de su madre, todo lo que ella le motivaba a creer él le daba su atención, era el compromiso más sublime de la unión de sus almas.
Cattleya caminó con él hacia la mesita en donde realizaba sus actividades, al voltear, escuchó el nombre del padre de Inmanuel y lo miró fijo, sus nervios la hicieron temblar mientras emitía.
— ¡¿Taylor Lee en Miami?! ¡Dios mío, mi hijo! —se sentó y en su pecho apretó el crucifijos que llevaba siempre con ella.
— ¿Mamá...hay más piezas para contar? — señaló sus manitas— Mis deditos ya no alcanzan, son muchos mami.
—Inmanuel aprendes muy rápido, buscaré los legos mi amor...
—Tus ojitos tienen lluvias mami...¿Tú lloras mami?
—Fue unas pelusas que cayó en mis ojos, ya se me va a pasar....
—Ire con mi mami a buscar los legos— el pequeño corrió por delante de su madre y al ver la caja, la tomó por un ladito y la jaló hasta llegar a la sala.
Cattleya estaba sufriendo y no sabía qué hacer, solo una idea corrió por su cabeza, llamó al doctor Marlon, quien era su novio desde hacía tres meses.
Marlon desde que la conoció no dejaba de pensar en ella, le había hablado de sus sentimientos, pero Cattleya no estaba segura de dar ese paso, ya que en el pasado entregó su corazón y salió lastimada.
Sus temores se disiparon con el pasar del tiempo, la confianza que el doctor le mostró la hizo sentir segura, y ella lo aceptó.
...
—¿Qué pasa cariño? Estabas tan feliz en la mañana —dijo Marlon con suma preocupación — No me gusta que llores así...
—Ese señor regresó Marlon, Anton Taylor Lee, está en Miami, en cuanto sepa de la existencia de Inmanuel, me quitaran a mi hijo —ella se refugió a llorar en sus brazos y su novio la abrazó fuerte.
—No llores por favor, encontraremos una solución...
—No hay solución, perderé a mi hijo, no quiero y temo por él...Inmanuel logró desarrollar su lenguaje pero aún su condición sigue...teme aún, no confía en su entorno...tengo miedo por él.
—¡Tú le diste amor, atención, te dedicaste a él...nadie puede quitartelo!
—¡Él si! ¡Nadie me apoyará a mí, la ley estará de su parte! ¡¿Qué voy a hacer sin mi hijo?!
Marlon no tenía palabras de consuelo cuando más Cattleya necesitaba calmar su angustia.
—Esperemos qué dirá en cuanto lo contacten, procura calmarte, no es bueno que Inmanuel despierte y te vea así...
—¡Yo voy a luchar por mi hijo, Marlon, nadie va a separarme de él! —dijo mientras secaba sus lágrimas.
***
Dos días después, ya establecido en Miami, Anthon Taylor Lee, estaba en su oficina trabajando en una supervisión ya planificada, de repente Jenny, no pudo evitar interrumpirlo.
—¡Anthon...!
—¡¿Qué pasa Jenny?! — levantó sorpresivamente el rostro— ¡Dije que no me molesten!
—¡Es la policía, cariño...bueno unas personas uniformadas y un detective, quieren hablar contigo!
—¡No entiendo ¿por qué te alarmas?, no tengo problemas con la justicia, ¿Sabes qué quieren?!
—Hablar contigo...dijo el detective.
Anthon Taylor movió la cabeza como si buscará descansar el cuello de estar tan fijado entre los documentos.
—¡Que pasen...veremos qué demonio quieren!
La mujer salió y en breves segundos todos estaban en la oficina. El señor Taylor cerró los documentos y se echó hacia atrás reposando la cabeza, y visualizandolos a todos.
—¡¿Señor Anthon Taylor Lee?! — preguntó el detective mostrandose serio y formal.
—¡Sí, ¿qué se les ofrece?! —su arrogancia la mantuvo con estilo.
—Soy el detective Solís, nos disculpamos por aparecernos repentinamente y esperamos no atrasar su trabajo.
—¡¿Qué quieren?! — preguntó un tanto molesto por la interrupción.
—Tenemos casi dos años investigando sobre usted señor Taylor...
—¡Sin rodeos que no me gusta perder el tiempo! — interrumpió — ¡¿Qué quieren? Pregunté!
—Tiene usted un hijo de casi cinco años, señor Taylor, se llama Inmanuel y...
—¡¿Quéee?! — se levantó de un salto—¡Es un disparate! ¡¿Cómo se atreven?!
—No es un disparate, la madre del niño dió su nombre antes de morir...dijo que usted lo negó pero que es el padre de Inmanuel...no queremos entrar en detalles, solo debe asistir por el menor para cerciorarse de la realidad!