Inmanuel pintaba en un pequeño lienzo su paisaje favorito, su mirada fija no le permitía darse cuenta de su alrededor.
Él estaba lleno de pintura en sus manitos despues de soltar su pincel y tomar el color azul recorriendo en círculos el espacio en su totalidad.
La maestra abrió la puerta y entró la señora Thompson, el señor Taylor Lee junto a sus abogados la seguían.
—El niño está es su actividad de pintura —dijo la señorita alejándose de los niño, se sentía preocupada por Inmanuel y su madre de corazón.
Mantenía una muy bonita relación con Cattleya y juntas formaron un equipo para seguir trabajando en Inmanuel, ambas se sentían orgullosas del gran avance en el proceso de aprendizaje significativos en el desarrollo del lenguaje en el niño.
—El señor Taylor vino por su hijo —dijo la directora y la maestra de Inmanuel hizo un profundo silecio— ya el niño tiene los apellidos de su padre, y vinieron estos señores con él para llevárselo.
—Señora Thomson....¿Cattleya lo sabe?
—No, y sería muy doloroso que se enterara...debes traer al pequeño.
—Lo traeré...va a ser muy duro para él tener que irse así...
—No lo traiga —dijo Anthon Taylor sin dejar de observarlo —Conoceré a mi hijo.
—El niño no va a reconocerlo a usted, la única que ha sabido trabajar la confianza en él, es su madre.
—Veamos...— respondió Anthon mostrandose tan serio como siempre.
—Ponga cuidado señor Taylor, a su hijo le ha costado mucho adaptarse a esta vida, ahora deberá comenzar de nuevo y esto puede afectarle...
El hombre no pensó en las palabras de la directora, siguió hasta adonde el niño pintaba.
—¿Es un cielo? — preguntó su padre e Inmanuel permanecian en silencio— Siempre me gustó el color azul...¿te gusta a ti? — sonrió y él niño no lo vió — ¿Ver el cielo siempre es importante verdad?
—Quiero a mi mami aquí, ahora...ella ama las mariposas azules...
—¿A ti te gustan también? — preguntó Anthon y procuraba que lo mirase.
—Mucho...no hay que tocarlas, se lastiman y pueden morir...mamá lo dice....
—Soy tu padre, Inmanuel —el pequeño levantó a mirarlo en cuestiones de segundo.
—Anthon es mi padre... mamá dice que es bueno...
—¿Ella dijo eso?
— Sí, mami siempre está conmigo...yo ahora casi ni la veo.
—¿Inmanuel, te gustaría conocer una casa grande, muy hermosa con un gran jardín en donde hay mariposas azules?
—¿Mamá está ahí? Me gusta ir de su mano... Anthon....
—¿Puedes mirarme y decirme papá? Inmanuel...no tengas pena...soy tu papá...
—Quiero mi mami —bajo su rostro y lloró.
—Ella nos alcanzará, estará siempre contigo...te lo prometo, solo quiero que me conozcas, que soy tu papá y siempre cuidaré de ti y de tu mami, como lo dices...Ven aquí... Inmanuel...
— Mamá...jugará conmigo y las mariposas ¿Verdad?
—Por supuesto...¿Vamos con papá?
—Mami dijo... Inmanuel debes obedecer a tu papi...— Taylor Lee lo levantó poniéndolo en sus brazo mientras buscaba su mirada, pero Inmanuel escondía el rostro...
—Prometo que mami nos alcanzará y jugaras en el jardín de tu nueva casa...
—Mami....
Inmanuel se metió en el cuello de su padre como si no quería despertar a una realidad desconocida como siempre.
Anthon dejo una tarjeta de ubicación a Cattleya y salió apresurado como si huía del lugar.
Caminó por el pasillo y Cattleyalo miró a lo lejos llevarse a su pequeño..
Abordó su auto y aún Inmanuel no volvía a levantar el rostro.
Cattleya sintió llegar segundo después y sin tregua, abordó el auto de suyo y lo siguió.
—¡No te llevarás a mi hijo! ¡Lo odio Taylor Lee! —decía ella sin poder evitarlo.
La calle se colapsó y Cattleya jamás pensó en lo que dejaba atrás cuando abandonó su propio auto y corrió sin parar por toda la avenida hasta llegar frente a aquel lujoso auto negro que se llevaba su vida misma.
Se detuvo sin desviar su atención cuando aún no había paso para los autos detenidos.
El señor Anthon Taylor Lee salió del auto a pesar de que su chofer le previno, éste hizo caso omiso dejando al pequeño Immanuel creyendolo dormido en el asiento trasero.
—¡¿Señorita Cattleya, qué se le ofrece? —su dura y prepotente sonrisa hacía que ella lo odiara más— ¡La veo agitada…!
—¡Devuélveme a mi hijo, Anthon Taylor! — gritó ella con la mirada triste pero llena de una angustiada hostilidad.
El hombre rió de medio lado y repuso su atención en ella cerrando la puerta del auto.
Acercándose caminó hacia ella con aires de poder y mostrandose victorioso, haciéndola sentir pequeña ante una realidad que la misma Cattleya quería evitar.
—¡La notó desesperada, sí! —vociferó disfrutando de lograr ponerla en la circunstancia que deseó— Siempre he dicho que las mujeres son puro sentimientos pero…usted no tiene dulzura, por lo menos no para mí. Me odia…lo puedo ver en sus ojos, lo puedo oler a pesar de la distancia y eso empieza a gustarme, sí me odias ¿No es verdad?