Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 18: La Decisión Final

La tormenta había comenzado a arremeter con furia, el viento aullando como un lamento distante, como si el mundo mismo estuviera reaccionando al dilema interno de Aurelia. Estaba sola en el balcón del castillo, observando las nubes que se cernían sobre el horizonte, su mente tan turbulenta como el clima.

La conversación con Kael seguía retumbando en su mente. "Si no aceptas lo que eres, perderemos." Esas palabras no la dejaban en paz. ¿Qué significaba realmente aceptar lo que era? Si eso implicaba abrazar la oscuridad dentro de ella, entonces… ¿estaba dispuesta a perderse?

Su corazón latía acelerado, el miedo apoderándose de su pecho cada vez que pensaba en la magnitud de lo que se le pedía. Pero también había algo más, una llama persistente que se negaba a apagarse: el amor que sentía por las personas a las que había jurado proteger, por la vida que había prometido cambiar.

Aurelia respiró hondo, apretando los puños hasta que los nudillos se pusieron blancos. El poder oscuro que había comenzado a descubrir dentro de sí misma era como una espada de doble filo. Si lo aceptaba, ganaría fuerza, sí, pero también corría el riesgo de ser consumida por él. "¿Qué hago?"

La voz de Kael apareció en su mente como un susurro. "Es tu decisión, Aurelia. Solo tú sabes lo que es lo correcto."

Era la decisión más difícil de su vida. En sus manos estaba el destino no solo de su mundo, sino también de los que amaba. La batalla contra la oscuridad se acercaba, y ella sabía que, si no tomaba una decisión pronto, no tendría tiempo de arrepentirse.

"No puedo quedarme aquí. No puedo esperar a que el destino me arrastre," pensó con determinación. Era hora de actuar. Y actuar significaba enfrentar su miedo.

Con un paso firme, se alejó del balcón y se dirigió a la sala de entrenamiento, donde sabía que encontraría a Kael. La decisión debía tomarse ahora, y ella necesitaba su ayuda para llevarla a cabo. Si iba a hacerlo, lo haría con él a su lado. Ya no podía seguir adelante sin comprender completamente lo que significaba el poder dentro de ella.

Cuando entró en la sala, Kael estaba allí, como siempre, practicando con su espada, pero cuando la vio, detuvo su entrenamiento de inmediato. "¿Has tomado una decisión?" preguntó con voz grave, sus ojos llenos de una mezcla de esperanza y miedo.

"Sí," dijo Aurelia, su voz firme. "Voy a aceptar lo que soy. No tengo más tiempo para dudar. Si tengo que cargar con la oscuridad para salvar lo que amo, lo haré."

Un silencio pesado se instaló entre ellos. Kael la observó por un largo momento, sus ojos buscando cualquier signo de duda. Pero no había ninguno. Aurelia estaba decidida.

"Entonces, estamos juntos en esto," dijo él finalmente, su tono lleno de convicción. "Porque no importa cuán difícil sea, te ayudaré a enfrentar lo que venga."

Aurelia asintió, sintiendo una oleada de gratitud. "Gracias, Kael. Juntos podemos detener lo que se avecina."

"Así será," respondió Kael, sus ojos brillando con determinación. "Porque juntos, nada puede detenernos."

La tensión que había estado acumulándose en el aire se disipó, reemplazada por una calma inquietante. Aurelia sabía que, aunque la batalla contra la oscuridad no sería fácil, al menos no estaría sola. Y esa era la única fuerza que necesitaba para seguir adelante.

Horas más tarde, Aurelia se encontraba de pie frente a un antiguo altar, las manos levantadas hacia el cielo nublado. El viento golpeaba su rostro, pero no importaba. Sentía el poder fluir dentro de ella, como un torrente imparable. Era suya, y al mismo tiempo, era la oscuridad misma. Pero, por alguna razón, eso no la aterraba. La aceptaba.

"Soy la clave," susurró para sí misma. "Y con esta llave, abriré las puertas del futuro."

Kael apareció a su lado en silencio, y cuando sus ojos se encontraron, Aurelia no necesitó palabras para saber que estaban listos. El sacrificio, la lucha, todo había llevado a este momento. El momento en que ella aceptaba su destino y tomaba control de su poder.

"Vamos a detenerlo," dijo Kael en voz baja, y Aurelia asintió.

La oscuridad aún rondaba, pero con la aceptación de su poder, Aurelia ya no temía lo que venía. Ahora estaba lista para luchar. La tormenta, en algún lugar lejano, rugió más fuerte, como si el mundo mismo estuviera respondiendo a su decisión.




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