Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 21: El Precio del Poder

El sol se había puesto hacía ya horas, pero la oscuridad no parecía haberse asentado sobre el mundo. En lugar de eso, parecía como si la misma tierra respirara, exhalando la tensión que había quedado tras la ceremonia de sacrificio. Las ruinas del antiguo altar de piedra seguían vibrando con la energía que Aurelia había canalizado, pero ahora todo estaba en silencio, como si incluso el castillo estuviera conteniendo la respiración.

Aurelia caminaba por los pasillos desmoronados del castillo, su mente aún atrapada en los ecos del ritual que acababa de completar. El artefacto de poder ahora formaba parte de ella, fusionado de una manera que jamás había imaginado. Ya no era solo un instrumento; era su compañero, su sombra, y su carga.

"¿Cómo te sientes?" La voz de Kael resonó detrás de ella, suave, pero con un tono de incertidumbre que no solía mostrar.

Aurelia detuvo sus pasos, sin volverse a mirarlo. "Más fuerte," respondió con una frialdad que no pertenecía a la mujer que una vez había sido. "Y más vacía."

Kael sintió un nudo formarse en su garganta. La diferencia era innegable. Aurelia ya no era la misma. Había algo en sus ojos, un resplandor peligroso que nunca había visto antes. Era como si la oscuridad que había invocado comenzara a consumir su alma poco a poco. "Aurelia, no tienes que cargar con todo esto sola," dijo con más fuerza esta vez. "Si el poder te está destruyendo..."

Ella lo interrumpió, su voz baja pero llena de determinación. "No me está destruyendo, Kael. Estoy controlándolo."

Pero en su interior, Aurelia sabía que esas palabras eran una mentira. El poder del artefacto ya no era solo algo que controlaba; sentía su presencia en cada rincón de su ser, como una corriente subterránea que amenazaba con arrastrarla.

La imagen del artefacto en su mente le causaba escalofríos. En el momento del sacrificio, había sentido una conexión indescriptible con él. Había tomado el poder, sí, pero el precio había sido más alto de lo que pensaba. La fuerza, la habilidad para manipular la oscuridad, todo eso venía con una carga emocional y espiritual que la desgarraba.

El sonido de pasos apresurados interrumpió sus pensamientos. Un mensajero apareció en el umbral, jadeando, su rostro empapado en sudor.

"Mi señora," dijo con una reverencia nerviosa, "los emisarios de los clanes han llegado. Exigen ver a la líder de la casa."

Aurelia sintió un escalofrío recorrer su columna. "¿Los emisarios de los clanes?"

El mensajero asintió rápidamente. "Sí, mi señora. El tiempo de la reunión está cerca."

Kael frunció el ceño. "No es el momento adecuado para enfrentarse a ellos. El ritual aún..."

"Lo sé," la interrumpió Aurelia, girándose lentamente hacia Kael. "Pero no podemos posponerlo más. Si quiero asegurar mi lugar en este juego de poder, debo enfrentarme a ellos ahora."

La sala de audiencias estaba llena de una tensión palpable cuando Aurelia entró, seguida de Kael. Los emisarios de los clanes se alineaban, sus miradas fijas en ella. Hombres y mujeres de diferentes orígenes y características, todos poderosos en sus propios derechos. Sin embargo, había algo que los unía: el respeto, y tal vez un poco de temor, que sentían por la mujer que ahora ocupaba la silla vacía del líder.

Aurelia caminó hacia el centro de la sala, cada paso firme, pero su mente seguía siendo un torbellino. El artefacto zumbaba suavemente en su interior, y con cada respiración, sentía su poder pulsando, ansioso por ser liberado. Pero no, aún no era el momento. Hoy, debía jugar con inteligencia.

"Bienvenidos," dijo Aurelia, su voz resonando con autoridad. "Me alegra ver que finalmente han decidido reconocer mi liderazgo."

Los emisarios intercambiaron miradas, algunos frunciendo el ceño, otros asintiendo. Uno de ellos, un hombre de mediana edad con cabello plateado y ojos como el hielo, dio un paso adelante.

"Aurelia, sabemos lo que has hecho. Has tomado el poder del artefacto, y aunque muchos te respetan, otros se sienten amenazados por este movimiento. El equilibrio está en juego."

Aurelia mantuvo su mirada fija en él, no mostrando ni una pizca de duda. "El equilibrio siempre está en juego," respondió. "Pero yo no vine aquí para jugar a las reglas de los demás. Vine aquí para reescribirlas."

El hombre la observó por un largo momento, sus ojos fríos como el acero. "No estamos en desacuerdo con tu poder, pero tu ascenso ha sido abrupto. Muchos clanes temen lo que esto podría significar. No podemos seguir ignorando lo que está sucediendo."

Kael, parado a un lado, sintió una oleada de tensión en el aire. Estaba claro que la posición de Aurelia no era estable, pero su determinación era inquebrantable.

"Entonces, ¿qué proponen?" Aurelia preguntó, sin inmutarse.

Uno de los emisarios, una mujer joven de cabellera oscura, dio un paso al frente, sus ojos brillando con una mezcla de respeto y desconfianza. "Queremos pruebas de que tu poder no te ha desbordado. Demuestra que eres capaz de manejarlo, y podremos considerarte como líder legítima. De lo contrario, los clanes podrían tomar medidas."

Aurelia sonrió, un destello de peligro en sus ojos. "Lo demostraré. En cuanto a los clanes, ya han tenido suficiente tiempo para prepararse. Ahora, es mi turno."

El desafío había sido lanzado. Aurelia sentía el peso de sus palabras, pero también una certeza que no había conocido antes. El artefacto dentro de ella estaba esperando, y sabía que este era el momento perfecto para liberar una fracción de su poder. "Muy bien," pensó para sí misma. "Que vengan."




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