El aire en el castillo estaba tenso, cargado de una electricidad invisible que parecía envolver a todos los que se encontraban dentro. Aurelia, tras haber demostrado su poder ante los emisarios, ahora se encontraba frente a una nueva prueba. No solo se trataba de ser aceptada por los clanes, sino de asegurarse de que ninguno de ellos fuera capaz de derribarla.
Kael, como siempre, estaba a su lado, su presencia tan constante y sólida como una roca. Pero incluso él no podía evitar notar el cambio en Aurelia. Ya no era solo la mujer que había compartido su vida durante tanto tiempo; ahora, ella era algo diferente, algo más... sombrío.
"¿Crees que están dispuestos a aceptarnos?" preguntó Kael, su tono grave mientras caminaban por los pasillos de piedra del castillo.
Aurelia no respondió de inmediato, sus pasos resonando en las paredes mientras su mente analizaba la situación. Sabía que el poder que había adquirido la ponía en una posición vulnerable. Nadie que tuviera tanto poder era completamente seguro. Había muchos en los clanes que deseaban controlarlo, y no todos estaban dispuestos a esperar.
"No hay aceptación, Kael," dijo finalmente, su voz firme. "Solo hay alianzas y enemigos. Los clanes pueden fingir que me respetan, pero no es respeto lo que me ofrecen. Es miedo."
Kael no pudo evitar mirarla, buscando en sus ojos la mujer que había conocido. Pero lo único que encontró fue una determinación implacable. La aureola de poder que la rodeaba parecía haberla transformado, pero también la había aislado.
La sala de reuniones estaba llena, el aire viciado por las conversaciones susurradas entre los representantes de los diferentes clanes. Todos se callaron cuando Aurelia entró, su presencia como un trueno que no podía ignorarse. Kael la siguió de cerca, su mirada alerta, vigilante ante cualquier posible amenaza.
Los emisarios de los clanes la observaban en silencio, algunos con admiración, otros con recelo. La mujer que había tomado el poder del artefacto ahora se encontraba frente a ellos, más imponente que nunca.
"Bienvenidos," dijo Aurelia, su voz serena pero cargada de autoridad. "Ya que la mayoría de ustedes parece tener dudas sobre mi liderazgo, he decidido ofrecerles una demostración."
El murmullo recorrió la sala. Algunos se inclinaron hacia adelante, ansiosos por ver qué haría. Otros simplemente observaban con una mezcla de desdén y cálculo, como si esperaran que cometiera un error.
Uno de los emisarios, un hombre alto con una capa de cuero negro, dio un paso al frente. "¿Una demostración? Sabemos que eres poderosa, Aurelia, pero el poder no lo es todo. ¿Qué puedes ofrecernos, exactamente?"
La sonrisa en los labios de Aurelia fue fría y calculada. "Lo que puedo ofrecerles es la victoria. Lo que puedo darles es poder, algo que muchos de ustedes nunca han tenido."
Aurelia levantó una mano, y de inmediato la atmósfera cambió. Las sombras que hasta entonces se encontraban tranquilas comenzaron a moverse a su alrededor, como si cobraran vida propia. Las paredes de la sala vibraron al ritmo del poder que ella liberaba, un poder que no solo era físico, sino que también afectaba las mentes de aquellos presentes.
"Esto es lo que puedo ofrecerles," dijo Aurelia, su voz resonando en cada rincón de la sala. "Un ejército, un poder que ningún clan podría rechazar. Lo que ven ahora es solo una fracción de lo que puedo hacer."
El hombre de la capa negra retrocedió un paso, su rostro pálido por la sorpresa y el temor. "¿Qué quieres decir con eso?"
Aurelia no respondió de inmediato. En su lugar, dejó que el poder siguiera acumulándose a su alrededor. Las sombras se alzaron, tomando formas de figuras oscuras que caminaban lentamente hacia los emisarios. Cada uno de ellos sintió el peso de la oscuridad que se cernía sobre ellos, como si estuvieran atrapados en una telaraña invisible.
"Lo que quiero decir," continuó Aurelia, su mirada fija en el hombre de la capa negra, "es que ya no tengo miedo. Ni ustedes deberían tenerlo."
La sala estaba ahora completamente en silencio. Los emisarios observaban con asombro cómo las sombras se disolvían lentamente, desvaneciéndose en el aire como si nunca hubieran existido. La demostración había sido breve, pero efectiva. La incertidumbre en sus rostros se había reemplazado por una nueva sensación: respeto, pero también un profundo temor.
Aurelia hizo un gesto con la mano, y la atmósfera se calmó, las sombras desapareciendo por completo. "Eso fue solo una advertencia," dijo, su tono más suave ahora. "Los clanes pueden elegir seguirme, o pueden intentar detenerme. Pero en cualquier caso, el futuro ya está escrito."
Kael observó en silencio, consciente de que lo que acababa de suceder no era solo una demostración de poder. Era una declaración de guerra.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025