Aurelia se encontraba en sus aposentos, sola. El eco de sus propios pasos resonaba en el suelo de piedra fría mientras caminaba de un lado a otro, su mente sumida en pensamientos oscuros. A pesar de la victoria en la sala de reuniones, algo dentro de ella seguía inquieto, un mal presagio que no lograba sacudirse.
"El futuro ya está escrito," se repitió a sí misma, como una mantra. Pero, ¿qué significaba realmente eso? ¿Qué futuro la esperaba después de haberse enfrentado a todos los clanes, de haber demostrado su poder ante ellos?
Un suave toque en la puerta interrumpió sus pensamientos. Aurelia no necesitaba preguntar quién era, pues sabía que solo Kael se atrevería a interrumpir su soledad en momentos como estos.
"¿Puedo entrar?" La voz de Kael era suave, respetuosa, pero había algo en ella que traía consigo una tensión palpable.
"Adelante," respondió Aurelia sin volverse, su tono distante.
Kael entró, cerrando la puerta detrás de él con cuidado. Se acercó lentamente, observando el rostro de Aurelia con una mezcla de preocupación y algo más, algo que ella no podía identificar.
"¿Sigues preocupada?" preguntó Kael, rompiendo el silencio que había estado pesando sobre la habitación.
Aurelia dejó escapar un suspiro, sentándose en la silla cerca de la ventana. Miraba las estrellas fuera, el brillo frío de la noche contrastando con el calor del fuego en la chimenea.
"Siempre hay algo más, Kael," dijo, su voz un susurro. "No es solo el poder lo que me asusta. Es lo que viene con él. Las decisiones que tendré que tomar. La gente que voy a perder."
Kael la miró fijamente, sus ojos tan intensos como siempre. "No estás sola en esto," dijo finalmente. "Recuerda lo que hemos hablado. Estamos en esto juntos. No hay nada que no podamos superar."
Aurelia sonrió ligeramente, pero no era una sonrisa genuina. Sabía que Kael lo decía con la mejor intención, pero la carga que llevaba sobre sus hombros era más pesada de lo que cualquiera de ellos podía comprender.
"No quiero que nadie se sacrifique por mí," dijo, sin mirarlo. "No quiero que me sigan por miedo. Si los clanes siguen adelante conmigo, que sea por su propio deseo de poder, no porque se sientan obligados."
Kael se acercó y se inclinó ligeramente hacia ella, tomando su mano con suavidad. "Eso ya lo sabemos, Aurelia. Pero el poder no siempre se otorga de la forma más pura. Y tú, de todos, lo entiendes mejor que nadie."
El tiempo avanzaba con rapidez, y el día señalado para la reunión de los líderes de los clanes se acercaba. Aurelia había estado preparando meticulosamente sus palabras, su estrategia, todo lo que necesitaría para asegurarse de que su posición se consolidara.
Pero algo, una sensación vaga pero persistente, seguía acechándola. ¿Quién más estaba observándola en las sombras?
La noche anterior a la reunión, Aurelia recibió una visita inesperada. Fue el líder del clan de los Tigres de Noche, un hombre tan temido como respetado, conocido por su crueldad y su capacidad para manipular incluso a los más poderosos. Su nombre era Saron de la Noche.
"Te he estado observando, Aurelia," dijo con su voz grave, mientras se acercaba a la ventana donde ella estaba, mirando el horizonte. "Eres más peligrosa de lo que los demás creen. Y eso me gusta."
Aurelia no se volvió. Sabía lo que Saron representaba, pero aún no estaba segura de sus intenciones.
"¿Y qué quieres a cambio?" preguntó, su tono calculador.
Saron sonrió con suficiencia. "Nada aún. Pero sé que el camino que estás tomando no será fácil. Y quiero estar de tu lado cuando el momento llegue."
Aurelia, por un breve instante, consideró la propuesta. Sabía que Saron no era un hombre que ofreciera su lealtad sin obtener algo a cambio. Sin embargo, lo que le ofrecía ahora parecía ser lo que más necesitaba: apoyo en las sombras.
"Te tendré en cuenta," dijo finalmente, sin mostrar ni interés ni desdén en su voz. "Pero te advierto, Saron, no soy alguien que pueda controlarse."
El líder del clan Tigres de Noche la observó, sus ojos brillando con una mezcla de respeto y desafío. "Eso es precisamente lo que me atrae de ti."
Al día siguiente, la reunión de los clanes comenzó en el Gran Salón, un lugar tan imponente como peligroso. Aurelia, con la calma de un estratega, se sentó en su lugar, rodeada por los líderes que habían llegado para decidir el destino de su futuro.
Kael estaba a su lado, vigilante, como siempre. Pero algo había cambiado en su expresión, como si percibiera que el peligro ahora era mucho más cercano, más palpable.
Cuando Aurelia se levantó para dirigirse a los demás, su presencia llenó la sala con una intensidad que no dejaba lugar a dudas. "He venido aquí hoy para demostrarles que mi poder no es solo mío," dijo, su voz resonando con autoridad. "Este poder es para todos nosotros, pero solo si aceptan la verdad: los clanes no son más que sombras que esperan ser moldeadas. Y yo soy la luz que puede guiarlas."
Los murmullos empezaron, algunos llenos de dudas, otros de temor. Pero Aurelia no se detuvo. "Hoy, algunos de ustedes tendrán la oportunidad de unirse a mí. Otros, lamentablemente, caerán."
La tensión en la sala era palpable. Aurelia había iniciado un juego peligroso, y ahora no había vuelta atrás. Los clanes debían decidir si seguirla o enfrentarse a ella, pero no sabían que, al tomar cualquiera de esas decisiones, estaban sellando su propio destino.
Reflexión sobre la Ley de Atractividad:
Ambigüedad y misterio: La presencia de Saron, un personaje oscuro y ambiguo, introduce una nueva capa de tensión en la historia. Los lectores se sienten atraídos por los personajes que representan una amenaza potencial y aquellos que son difíciles de leer.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025