La mañana comenzó con nubes negras, aunque no llovía. El cielo, como el destino de Aurelia, estaba cargado de presagios. Y justo en ese silencio cargado de tensión, llegó el carruaje dorado del Reino Solar.
Kael ya esperaba en la entrada del castillo con un escuadrón de élite. Cuando las puertas del carruaje se abrieron, no fue la realeza lo que emergió.
Fue un desafío.
La mujer que bajó no tenía más de veinte años, pero su postura era la de alguien que había enterrado más muertos de los que podía contar. Llevaba una capa blanca con bordes dorados, y una diadema de fuego líquido que parecía danzar sobre su frente.
—Soy Lysandra, hija del sol, heredera del pacto dorado y portadora del secreto que puede destruirte… o salvarte —dijo sin vacilar, clavando sus ojos en Aurelia.
La reina no se movió.
—Bienvenida a mi reino —respondió Aurelia, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Espero que hayas traído más que palabras.
Ya en la sala privada del trono, Lysandra desplegó un pergamino sellado con un emblema antiguo: el símbolo de la Dama del Silencio, un culto prohibido hace décadas.
—Este pergamino fue escrito por tu madre.
Aurelia se congeló.
—Mi madre murió al nacer yo.
—No. Eso fue lo que te dijeron. Tu madre fue entregada como tributo para sellar una guerra antigua. Fue marcada como sacrificio… y sobrevivió.
Aurelia arrancó el pergamino de las manos de Lysandra. Leyó cada línea con creciente furia. Cada palabra era un puñal al pecho.
«Si lees esto, hija mía, es porque la mentira ha comenzado a derrumbarse…»
Las manos de Aurelia temblaban.
—¿Dónde está?
Lysandra no pestañeó.
—En la Ciudad Sumergida. Viva… pero cautiva.
En otro ala del castillo, Kael descubría su propia traición. Uno de sus hombres había vendido información a los Cuervos del Norte. No bastaba con matarlo. No… Kael quería hacerle entender.
—¿Por cuánto traicionaste a la reina? ¿Por oro? ¿Por promesas?
El traidor escupió sangre.
—Por miedo. Porque ella ya no es humana. Ya no tiene alma.
Kael lo miró con pena.
—Entonces ojalá tu alma encuentre descanso… porque tu cuerpo no lo hará.
Al anochecer, Aurelia subió a la Torre de la Vigilia. Allí esperaba Lysandra, mirando las estrellas.
—¿Por qué ahora? ¿Por qué vienes a revelarme esto?
—Porque nuestros enemigos se están uniendo. Porque no puedes luchar contra la oscuridad si no conoces la luz de la que vienes.
—¿Quieres que confíe en ti?
Lysandra se giró. Tenía una lágrima en la mejilla.
—No. Solo quiero que sobrevivas. Porque si tú caes… todos caemos contigo.
En la última escena, Aurelia abre una antigua caja escondida tras el retrato de su madre. Dentro, una daga con una inscripción olvidada: "El fuego que se sacrifica, regresa como juicio."
Aurelia la toma. Y al hacerlo, la llama de la hoja se activa.
—Entonces que arda el mundo.
Y sus ojos, por primera vez, no mostraban dolor… sino resolución divina.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025