El viento del Valle de Ceniza se volvió gélido. No era el frío común: era la clase de helada que te atraviesa los huesos cuando una verdad que nunca pediste amenaza con partir tu mundo en dos.
Aurelia seguía sin moverse, congelada ante la revelación de su madre.
—¿Un hermano? —repitió, sin aliento.
Selyra bajó la mirada, con una tristeza que no cabía en su rostro endurecido por el tiempo y la guerra.
—No era el momento para que lo supieras. No cuando eras débil. No cuando aún creías que la lealtad se ganaba con promesas.
Aurelia sintió que algo en su interior se desgarraba. Una parte de ella, la que aún quería creer que podía controlar su destino, comenzó a resquebrajarse.
—¿Dónde está? —preguntó, con voz rota.
Selyra la miró fijamente.
—En la Corte del Norte. Su nombre es Laziel. Lo criaron como heredero del enemigo. Le enseñaron a odiarme. Y ahora lo usan para cazarme... y destruirte.
Horas más tarde, sentadas junto al fuego del campamento escondido en las grietas del valle, Selyra explicó todo.
—Lo entregué cuando era un recién nacido. No tenía otra opción. Si me descubrían con dos hijos, me habrían matado antes de tiempo. Pensé que lo esconderían… que crecería en paz. Pero se volvió el arma perfecta.
—¿Contra ti?
—Contra ti —corrigió Selyra—. Porque tú eres el final de esta historia. Pero él es la espada que intentarán usar para evitarlo.
Mientras tanto, en la Corte del Norte…
Un joven de mirada severa y porte imponente entrenaba con una espada de filo negro. Su destreza era inhumana. Cada movimiento cortaba el aire como si pudiera dividir la realidad misma.
—Laziel —dijo un consejero—. Se ha confirmado que Aurelia cruzó el Valle de Ceniza.
El joven se detuvo.
—¿Y?
—Está con ella.
—¿Quién?
—Tu madre.
Laziel no reaccionó. Solo limpió su espada y dijo:
—Entonces la cacería comienza.
Aurelia regresó del Valle distinta. Sus ojos tenían una oscuridad que antes no estaba ahí. No era maldad. Era consciencia.
Kael la recibió en la puerta del campamento con preocupación.
—Estás herida.
—No físicamente.
—¿Qué ocurrió?
Ella le entregó la carta de su madre. Luego, lentamente, reveló la verdad sobre Laziel.
Kael escuchó en silencio… hasta que su puño impactó la mesa.
—¿Y ahora qué? ¿Vamos a buscarlo? ¿A matarlo antes de que él lo haga contigo?
Aurelia negó.
—No. No aún.
—¿Entonces?
—Voy a encontrarlo primero. Y si hay algo de mí en él… algo de ella… quizás aún no esté todo perdido.
Kael se alejó, furioso.
—No puedes salvar a todos, Aurelia. A veces, la sangre solo sirve para derramarla.
Esa noche, sola en su tienda, Aurelia desató un pergamino secreto: el mapa antiguo de las fortalezas olvidadas del Norte. Todos los caminos conducían a un solo nombre:
La Ciudadela de Nherion.
Un castillo de obsidiana oculto entre glaciares, prohibido a todos los imperiales. Se decía que allí entrenaban a los Elegidos del Abismo. Guerreros sin alma, leales solo a la Corona Negra.
Allí estaba Laziel.
Allí debía ir.
Antes de partir, Aurelia visitó a su madre por última vez.
—¿Qué pasará si él no puede ser salvado?
Selyra no dudó.
—Entonces mátalo tú. No dejes que otro lo haga. Que al menos muera en manos de quien lo entendió, aunque sea por un momento.
Aurelia apretó los dientes.
—No permitiré que este imperio siga usando nuestras vidas como piezas de un juego maldito.
Selyra la tomó del rostro.
—Entonces deja de jugar… y empieza a ganar.
Al amanecer, Aurelia cabalgó hacia el norte.
Kael no fue con ella.
Pero sí la siguió, en secreto, desde las sombras. No por orden. No por deber. Sino porque, pese a todo, la amaba. Y sabía que en el encuentro con Laziel… ella podría perderlo todo.
Incluido su corazón.
Días después, entre la nieve y los rumores, Aurelia llegó a las puertas de Nherion.
Y lo vio.
Alto. Armadura negra. Ojos como espejos partidos. Llenos de rabia… y duda.
Laziel la miró con asombro. No como se mira a una enemiga.
Sino como si, desde siempre, la hubiera estado esperando.
—Eres… como en los sueños —dijo él.
—¿Sueñas conmigo?
—Desde que era niño.
Aurelia dio un paso.
—Soy tu hermana.
Él asintió, pero no bajó la espada.
—Y por eso… debo matarte.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025