Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 34: El Eco del Poder en las Ruinas

La mañana siguiente a la gala amaneció con una calma extraña, como si el mundo se tomara un respiro para procesar lo ocurrido la noche anterior. Los periódicos de élite no hablaban de otra cosa: “Camila Varela expone a los Montiel”, “Una nueva líder en la élite empresarial”, “El regreso de la heredera bastarda”.

En la residencia de los Varela —ahora renovada, con sus salones antiguos restaurados por completo y las banderas familiares ondeando de nuevo—, Camila caminaba por el pasillo principal con paso firme. Sus tacones resonaban contra el mármol, como una marcha que nadie se atrevía a interrumpir.

—Señorita Camila —la interrumpió Mateo, su nuevo asistente personal, un joven agudo de mirada inteligente—. Hay una señora Esperanza Vargas esperando en la sala oeste. Dice que tiene información sobre la familia Montiel.

Camila arqueó una ceja.

—Hazla pasar.

Esperanza Vargas era una mujer mayor, delgada como un susurro, pero con unos ojos afilados que escudriñaban a cualquiera. Vestía con sobriedad, pero su actitud transmitía un poder no dicho.

—Señorita Varela. Vi su acto anoche. Magistral. Por eso estoy aquí. Trabajo como contadora externa de varias fundaciones asociadas a los Montiel… y he descubierto algo.

Camila no dijo nada, solo indicó que continuara.

—Lavado de dinero. Desvío de fondos de la Fundación Real de Caridad hacia cuentas personales de Isabela y su madre. Tengo pruebas. Quiero dárselas.

Camila entrecerró los ojos.

—¿Por qué ayudarme?

—Porque usted no finge ser buena. Usted actúa. Y en este mundo de hipócritas, prefiero apostar por el lobo que no esconde los colmillos.

Minutos después, en el despacho de Camila, los documentos estaban sobre la mesa. Fotografías, extractos bancarios, firmas, todo. Pruebas incontestables.

—Con esto los entierro —dijo Camila—. Pero no con fuego. Con ley.

A la noche siguiente, en el programa de entrevistas más visto de la televisión nacional, Camila apareció como invitada sorpresa. Su entrevista, pactada con precisión quirúrgica, fue una sinfonía de golpes sutiles y verdades estratégicas.

—¿Siente remordimientos por lo que hizo en la gala? —preguntó el presentador.

—¿Remordimientos? —repitió ella, con una media sonrisa—. ¿Por decir la verdad en un salón lleno de mentiras?

La audiencia estalló en aplausos. La entrevista se volvió viral en cuestión de horas. Y cuando al día siguiente, las autoridades confirmaron una investigación formal contra los Montiel, la red cayó como un castillo de naipes.

Pero Camila no celebró. No aún. Se encontraba en el jardín trasero de su mansión, frente a la tumba de su madre. Una lápida discreta, con un epitafio sencillo: "Aquí yace la verdad que nadie quiso escuchar".

—Lo logré, mamá —susurró—. Pero esto es solo el comienzo.

Un cuervo graznó desde un ciprés cercano. El viento movió las hojas como si el mundo aplaudiera en silencio.

Camila se levantó. La reina había despertado. Y su corona era forjada en venganza, pero sostenida con justicia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.