Él Me Juró Lealtad, Yo Le Dediqué Venganza

Capítulo 41: Las Reglas del Juego Han Cambiado

El cielo de Buenos Aires estaba teñido de un gris metálico. Camila lo observaba desde la ventana del auto blindado, el reflejo de la ciudad deslizándose por el vidrio como fantasmas del pasado. A su lado, Mateo no decía nada. Solo revisaba los archivos del Proyecto Artemisa con el ceño fruncido.

—Esto no es solo poder —murmuró finalmente—. Es ingeniería de influencia. Tu madre y tu padre crearon un monstruo.

Camila sonrió, pero sin calidez.

—Entonces yo seré su domadora.

El vehículo se detuvo frente a una torre de cristal en Puerto Madero: el Grupo Internacional Helios, una de las piezas clave del proyecto, hasta ahora en manos de un consejo corrupto que ignoraba quién era la verdadera heredera del trono.

Camila entró sin anunciarse.

Vestida de negro, con tacones que resonaban como martillos sobre el mármol, su sola presencia hizo que las secretarias se pusieran de pie y los guardias parpadearan con nerviosismo. Pero ella no detuvo el paso.

—Necesito hablar con el señor Arrieta —ordenó.

—Está en una reunión —intentó decir una asistente.

—No más.

Abrió la puerta de la sala de juntas como si le perteneciera. Y en cierto modo, así era.

Siete hombres mayores la miraron con sorpresa. Uno de ellos, el que presidía la mesa, frunció el ceño.

—Señorita Varela, este es un espacio restringido...

—¿Restringido? —interrumpió ella, lanzando una carpeta sobre la mesa—. Solo para los que no llevan mi sangre ni el legado de mis padres.

Abrió la carpeta con un gesto dramático. Planillas, transferencias, informes de inteligencia. Pruebas de que ella conocía cada movimiento del grupo, y que su nombre estaba inscrito como beneficiaria directa en los estatutos ocultos.

—Desde hoy, el Grupo Helios opera bajo mi supervisión. Cualquier objeción puede ser llevada a tribunales... o al olvido.

Un silencio denso llenó la sala. Hasta que uno de ellos se levantó con torpeza.

—Esto es un escándalo —balbuceó.

—Lo será —dijo Camila—, si lo hacen público. Pero si cooperan… será historia.

El hombre se volvió a sentar.

Afuera, Mateo esperaba junto al ascensor. Cuando la vio salir, no pudo evitar sonreír.

—Te ves como una mujer que acaba de tomar el control de su destino.

—No, Mateo. Me veo como una mujer que acaba de cambiar las reglas del juego.

Esa noche, el nombre de Camila Varela apareció en la portada de Forbes, El País, y The Financial Herald. No por escándalos. No por venganzas. Sino por algo más temido por los poderosos: una nueva reina que no debía nada a nadie.

Pero mientras el mundo aplaudía o temblaba, en una azotea oscura de la ciudad, Valeria Varela hablaba por teléfono con un interlocutor que no mostraba su rostro.

—Camila está avanzando demasiado rápido —dijo.

Una voz masculina respondió, calmada pero firme:

—Entonces es momento de mover a los peones. Que sienta que el trono también puede tambalear.

Camila había cambiado las reglas.

Pero aún no sabía que el juego… tenía más niveles de los que imaginaba.




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