El evento se celebraba en uno de los salones más exclusivos del Hotel Adlon Kempinski en Berlín. Asistían empresarios de media Europa, inversores de Wall Street y diplomáticos de la OTAN. Era la cumbre “Europa y el Futuro del Capital Ético”.
Y entre todos esos nombres, brillaba uno: Camila Varela.
Pero no todos estaban felices de verla.
En un rincón del salón, Elena Hoffman, una de las herederas del consorcio Hoffmann-Krieger, murmuraba a una colega:
—¿Quién la invitó? Creí que esto era para gente con legitimidad, no con sed de venganza.
Camila lo escuchó.
Pero no respondió. No todavía.
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La conferencia comenzó con ponencias, discursos bien redactados, palabras cuidadosas. Camila no intervino hasta que le dieron el micrófono para una ronda de preguntas. Y entonces todo cambió.
—Señora Varela —preguntó un moderador inglés, con tono suavemente condescendiente—, algunos consideran que su ascenso es más producto del escándalo que de la estrategia. ¿Qué les diría?
Camila sonrió. No de cortesía. De advertencia.
—Que es fácil opinar desde la comodidad de una cuna de oro. Pero yo levanté un imperio con las manos desnudas, mientras me clavaban cuchillos por la espalda.
Miró directamente a Elena.
—Y a quienes aún creen que pertenecer a una familia rica los hace intocables… tengo una noticia: el dinero ya no compra impunidad. No en mi mundo.
Hubo un murmullo. Algunos rieron. Otros tragaron saliva.
Pero no terminó ahí.
Camila caminó lentamente hasta el proyector y conectó un USB. En la pantalla apareció un documento filtrado: una donación irregular de la familia Hoffmann a una cuenta en las Islas Caimán, a nombre de una fundación ya clausurada por corrupción.
—¿Alguien aquí reconoce esta firma?
Zoom al final del documento: Elena Hoffman.
Un suspiro recorrió la sala. Elena se levantó bruscamente.
—¡Esto es ilegal! ¡No puedes exhibir eso!
Camila la miró, inmóvil.
—Lo ilegal fue mover ese dinero para evadir impuestos y financiar la compra de acciones de farmacéuticas en crisis. Yo solo mostré lo que ya salió a la luz.
Se oyó un aplauso. Luego dos. Luego más.
Camila Varela acababa de aplastar en público a una de las herederas más poderosas de Alemania.
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Horas después, la noticia estaba en todos los portales:
“Camila Varela expone red de evasión fiscal en pleno foro europeo”
“La nueva reina del capital ético no teme a nadie”
Mateo apareció en su suite con una copa de vino.
—Tienes idea de lo que acabas de hacer, ¿no?
—Sí —respondió ella, descalza, quitándose los pendientes—. Acabo de dejar claro que el futuro ya no les pertenece. Pertenece a quienes luchamos con cicatrices, no con privilegios.
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Pero el precio se acercaba.
Mientras observaba la ciudad iluminada desde su balcón, su teléfono vibró. Un mensaje, sin remitente:
“Elena solo era un peón.
El rey está en camino.”
Camila no mostró miedo. Solo escribió tres palabras a Mateo:
"Activa el plan."
Porque el juego había cambiado otra vez. Y ahora no solo se trataba de negocios.
Se trataba de supervivencia.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025