La lluvia golpeaba los ventanales del penthouse en Berlín, como si el cielo quisiera advertirle lo que estaba por venir. Camila observaba el documento que sostenía entre sus dedos con la respiración contenida. No era solo un testamento. Era un mapa hacia el pasado.
—Tu madre lo escondió en un doble fondo del armario —explicó Mateo, con la voz tensa—. Lo firmó hace veinte años. Pero lo que importa es el anexo.
Camila desplegó el anexo. Su vista se quedó fija en tres palabras.
"León no murió."
El corazón le dio un vuelco. Durante toda su vida creyó que su padre había desaparecido sin dejar rastro. Que tal vez había muerto en alguna zanja olvidada de Buenos Aires. Pero esas tres palabras lo cambiaban todo.
—¿Dónde está? —preguntó.
—Según esto... en un sanatorio psiquiátrico al sur de Marsella. Registrado bajo otro nombre. Ha estado allí desde hace diecisiete años.
Camila cerró los ojos un instante.
—Entonces iré a buscarlo.
—¿Estás segura? —preguntó Mateo—. Esta gente no juega. Si ocultaron algo así, es porque toca a alguien muy alto.
—Más alto que la familia Varela. Más alto que yo.
Esa misma noche, tomó un avión privado. Al amanecer, llegó a Marsella. El sanatorio estaba rodeado por árboles secos y muros de piedra. Un lugar diseñado para enterrar secretos.
Fue recibida por una enfermera de edad avanzada, de rostro tenso y mirada huidiza.
—¿Viene por... el señor León?
—Sí. Soy su hija.
La mujer la observó, sorprendida.
—Él ha hablado de usted. Pero... lo que encontrará no es lo que recuerda.
Camila apretó los labios y la siguió por pasillos blancos, sin decoraciones. Llegaron a una habitación. Y allí, en un rincón, un hombre encorvado miraba por la ventana con los ojos vidriosos.
—¿León Varela? —preguntó ella.
El hombre no respondió. Solo giró lentamente la cabeza.
—Tienes los ojos de tu madre —murmuró.
Camila sintió un nudo en la garganta. No sabía si abrazarlo o interrogarlo. Finalmente se acercó y se arrodilló frente a él.
—¿Por qué desapareciste?
El anciano respiró hondo. Luego, con voz rota, respondió:
—No desaparecí. Me desaparecieron. Cuando descubrí lo que tu abuelo hizo... cuando supe en qué negocios estaba metido... decidí denunciarlo. Y él me borró del mapa.
—¿Lo internaron aquí?
—Lo peor es que mi firma aparece en todos sus contratos. Me hicieron parecer el autor de todo. Y tu madre… intentó protegerte huyendo. Pero nunca dejó de buscarme.
Camila tragó saliva.
—Entonces el apellido Varela está más sucio de lo que imaginé.
—Y ahora tú cargas con todo —dijo él, alzando por fin la vista.
Camila se puso de pie.
—No voy a cargar con nada. Voy a quemarlo todo. Y de las cenizas, construir algo mío. Nuevo. Real.
Al salir del sanatorio, una limusina negra la esperaba. Dentro, un sobre sin remitente.
Al abrirlo, encontró una foto de Eloy Varela… reunido con miembros del antiguo consejo militar argentino.
Y una nota escrita a mano:
"Tu enemigo no es solo un hombre. Es una red. Y tú ya estás dentro."
Camila cerró los ojos, y por primera vez en mucho tiempo, sonrió.
—Perfecto. Ahora sí estamos jugando de verdad.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025