Camila volvió a Berlín con la determinación tallada en piedra. Sus pasos eran más firmes, su mirada más fría. Ya no era solo una mujer vengando un pasado: era la heredera de una guerra silenciosa que llevaba décadas tejiéndose en las sombras del poder.
En su oficina, sobre la mesa, la esperaban tres carpetas. Cada una contenía información sobre miembros del Consejo de Comercio Exterior, todos ligados en algún punto con su abuelo, Eloy Varela. Corrupción, desvío de fondos, manipulación de precios… y lo más inquietante: desapariciones de testigos clave.
—Esto ya no es un juego de poder —dijo Mateo, cruzando los brazos—. Es una red criminal internacional.
Camila levantó la vista.
—Entonces vamos a tratarlo como tal.
—¿Tienes un plan?
—Sí. Voy a infiltrar esa red desde dentro. Pero no lo haré sola.
En ese momento, se abrió la puerta y entró Alicia Ferreyra, ex agente de inteligencia argentina, ahora operando como analista privada.
—Si me llamaste, es porque quieres que algo explote —dijo Alicia, lanzando su bolso sobre la mesa—. ¿Qué necesitas?
—Una operación encubierta. Quiero nombres, pruebas y conexiones directas. Quiero desmantelar esta red pieza por pieza. Pero no solo eso… quiero exponerlos. Públicamente. Sin posibilidad de redención.
Alicia sonrió.
—Eso me gusta. Pero si jugamos así, no hay vuelta atrás.
—Perfecto. Yo ya quemé mis puentes hace mucho.
Mientras tanto, en Buenos Aires, un hombre de rostro anguloso y cabello blanco sostenía un whisky frente a un ventanal. Eloy Varela, aún vivo, aún al mando de una red cuyos tentáculos alcanzaban tres continentes.
—La niña ya empezó a mover sus piezas —murmuró—. Creí que solo era una herida con dinero. Pero parece que el fuego también corre en su sangre.
A su lado, un joven trajeado asentía en silencio.
—¿Quieres que actúe?
—No aún. Déjala sentir que tiene el control. Cuanto más alto suba… más fuerte será su caída.
Camila, por su parte, iniciaba su ofensiva con una jugada maestra: una convocatoria internacional a una “Cumbre de Transparencia Corporativa”. Pero bajo ese nombre inocente, se escondía su trampa: reunir a todos los peces gordos… y obligarlos a confesar en directo.
La prensa mordió el anzuelo. El evento sería televisado. Decenas de cámaras, periodistas de cinco idiomas. Todos querían ver a la mujer que había hundido a los Montiel, enfrentarse ahora a la élite corrupta del continente.
—¿Estás lista para el golpe más alto? —le preguntó Mateo antes del evento.
—No voy a golpear —respondió ella, ajustando su blazer frente al espejo—. Voy a coronarme sobre sus ruinas.
La música empezó. Las luces se encendieron. Y Camila caminó hacia el escenario. En su bolso, un USB con grabaciones explosivas.
—Señores —dijo al tomar el micrófono—, bienvenidos. Esta noche, no hablaremos de negocios. Hablaremos de verdad.
La pantalla gigante se encendió detrás de ella. Y con un clic, empezó la caída de gigantes.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025