Madrid seguía siendo un hervidero de rumores y promesas incumplidas. La ciudad, con su aire impregnado de historia y lujo, no era más que un campo de batalla donde las reglas las marcaban los que tenían el poder. Y en ese momento, Camila Varela se erguía como la reina indiscutible, aunque muchos aún se negaban a aceptarlo.
Ese día, el sol brillaba con fuerza, pero la tensión en el aire era palpable. Después de haber descubierto los hilos de la red que su padre había tejido durante años, Camila sabía que su próximo paso debía ser decisivo. Ya no bastaba con cortar las ramas podridas de su imperio; ahora era momento de destruir sus raíces, de aplastar sin piedad a aquellos que se creían intocables.
La noticia sobre la infiltración de su padre en el Consejo Internacional de Finanzas había estallado como una bomba. Nadie, ni siquiera los más cercanos a ella, podían entender cómo una figura de su altura había estado tan ciega a las amenazas internas. Pero lo que los demás no sabían, lo que ni siquiera los traidores habían previsto, era que Camila no era solo una mujer de venganza; era una estratega. Y había llegado el momento de dar un golpe de gracia.
En la sede del consejo, el ambiente era tenso. Los grandes empresarios, ministros y banqueros internacionales se habían reunido, no solo para discutir cifras, sino para decidir el destino de Camila. Aquel día, el futuro de muchos de los presentes se jugaría en una sola jugada.
Camila entró en la sala con la cabeza en alto, su mirada de acero perforando a cada uno de los hombres y mujeres que se encontraban allí. Ya no quedaba ni rastro de la joven que había comenzado en la pobreza; ahora era una fuerza imparable, una tormenta que ningún muro podía contener.
El presidente del consejo, un hombre de barba gris y ojos fríos, la miró desde la cabecera de la mesa. "Camila, parece que tienes muchas preguntas, pero también muchas respuestas. ¿Nos dirás lo que realmente quieres?"
Una sonrisa desafiante se dibujó en el rostro de Camila, como si la pregunta fuera un juego de niños. "Lo que quiero es simple", dijo con voz firme. "Quiero que cada uno de ustedes se arrodille ante mí. Porque, al final del día, soy la única que puede ofrecerles lo que buscan: poder."
Los murmullos recorrieron la sala. Algunos se sintieron atacados, otros sorprendidos, pero ninguno de ellos se atrevió a desafiarla. ¿Cómo podían? Sabían que ella había logrado lo que ellos pensaban imposible. Había destruido a los Montiel, a sus competidores más fuertes, y había ascendido en la cima de un mundo implacable.
Pero había algo más, algo que ninguno de ellos esperaba. Camila levantó su mano, pidiendo silencio, y en ese preciso momento, Mateo apareció con un sobre. Todos se quedaron en suspenso mientras él lo entregaba directamente a Camila.
"Este sobre contiene los registros completos de las transacciones ilegales de cada uno de ustedes", dijo ella sin apartar la mirada de los presentes. "Y también tiene pruebas de la traición de cada uno de los que pensaron que podían estar por encima de mí."
El presidente del consejo, el primero en dar señales de incomodidad, se levantó de su asiento. "Esto no es más que una amenaza vacía, Camila."
Pero antes de que pudiera decir algo más, Camila dio la orden. En cuestión de segundos, las puertas se abrieron y un grupo de agentes de seguridad entró, sosteniendo varios discos duros y documentos que contenían pruebas irrefutables.
"Este es el precio de subestimarme", dijo Camila mientras se acercaba al presidente, su mirada incendiando todo a su paso. "Y este será el precio de pensar que podían mover los hilos de la política financiera sin que yo lo supiera."
La sala estalló en un caos controlado. Los hombres que creían tener el control de todo, ahora se veían obligados a enfrentar la realidad. Camila no solo había superado cada obstáculo; ella había puesto a todos en su lugar, humillándolos públicamente con pruebas irrefutables de su corrupción y traición.
Los poderosos caían, uno a uno, como fichas de dominó. Cada uno de los traidores veía cómo sus futuros se desmoronaban, cómo el imperio que tanto habían querido controlar se derrumbaba bajo el peso de sus propios pecados.
"Ahora que todos saben quién tiene el control", dijo Camila con frialdad, "dejen de perder el tiempo. Los que me han seguido y han sido leales a mí tendrán su recompensa. Los demás... serán olvidados."
Un silencio pesado se instaló en la sala mientras los miembros del consejo comenzaban a comprender la magnitud de su derrota. Camila no solo había logrado lo imposible, sino que había cambiado el tablero de juego para siempre.
Cuando la reunión concluyó, la única sensación que quedó fue la de la victoria de Camila. La mujer que había sido rechazada, la que había sido subestimada, ahora se encontraba en la cima. Y lo mejor de todo, era que los que habían intentado aplastarla no solo habían fracasado, sino que se habían hecho responsables de sus propios fracasos.
"Que se preparen", murmuró Camila, mirando al horizonte desde su ventana en el rascacielos. "Porque esto es solo el comienzo."
#68 en Ciencia ficción
#184 en Joven Adulto
fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025