Camila se quedó sola en el despacho, con las luces apagadas y el eco de las últimas palabras de su madre resonando en su mente: “Él no te abandonó, Camila. Lo obligaron a desaparecer.”
Ese "él", hasta ahora una sombra borrosa, de pronto tomaba forma en cada gesto, en cada vacío emocional que siempre sintió. En lo más profundo de su corazón, siempre supo que su historia tenía piezas faltantes. Y ahora, el rompecabezas comenzaba a revelarse.
Abrió la vieja caja de madera que su madre le entregó antes de morir. Dentro, encontró una carta sin remitente, amarillenta por el tiempo. Al abrirla, una caligrafía firme le decía:
“No fui lo suficientemente fuerte para protegerte, pero nunca dejé de buscarte. Cuando leas esto, ya sabrás quién eres realmente. No les temas. Tú llevas mi sangre. Y eso significa que tienes el poder de destruirlos.”
Temblando, Camila leyó la firma.
León Serrano.
No podía ser. Ese nombre pertenecía a uno de los hombres más poderosos y enigmáticos de Europa y América Latina. Un hombre sin familia pública, sin escándalos... y sin pasado aparente. Hasta ahora.
Mientras tanto, en el otro extremo de la ciudad, Diana Ortega daba una entrevista en vivo, rodeada de cámaras y halagos.
—Camila ha sido una joven prometedora. Pero no debemos olvidar que fue bajo mi tutela que alcanzó lo que es hoy —dijo, con una sonrisa que no llegaba a los ojos.
Los espectadores en redes no tardaron en reaccionar:
“¿Tutela? ¿O manipulación?”
“Diana siempre aparece cuando huele el poder ajeno.”
“Camila es fuego. Diana, solo humo.”
Camila no necesitó ver la entrevista para sentir el golpe. Lo presentía. La traición de Diana ya no era un secreto, era un hecho inevitable. Y ella no iba a quedarse callada.
Al día siguiente, se presentó en una cumbre financiera donde todos esperaban a Diana como protagonista. Pero fue Camila quien tomó el escenario, vestida de rojo oscuro, el color de la venganza bien planificada.
—Señoras y señores —comenzó con voz firme—, hoy no solo hablaremos de cifras, sino de integridad. Y de cómo el poder mal usado puede disfrazarse de mentoría.
Sacó un USB y lo conectó al sistema central. En la pantalla apareció una grabación de voz:
“La debilitaremos desde adentro. Ella aún confía en mí. Usaremos su banco para lavar fondos antes de quitarle todo.”
La voz era inconfundible: Diana Ortega.
Un silencio denso cubrió la sala. Diana intentó levantarse, pero fue detenida por los miembros del consejo.
—Esto es calumnia —balbuceó.
—Esto es la verdad que tú misma grabaste —replicó Camila.
La votación fue unánime. Diana fue expulsada del consorcio.
Esa noche, en su ático, Camila sostenía una copa de vino mientras observaba la ciudad. La caída de Diana era solo el primer paso. Ahora, con el nombre de León Serrano sobre la mesa, sabía que sus próximos pasos cambiarían su historia para siempre.
Marcó un número que nunca creyó marcar.
—Señor Serrano… soy Camila. Necesito respuestas. Ya no estoy huyendo.
Y por primera vez, del otro lado del teléfono, una voz grave respondió:
—Te estaba esperando.
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025