La tormenta no había terminado. Solo había cambiado de dirección.
Camila estaba sentada en su oficina, las luces apagadas, mientras las noticias proyectaban su rostro en todas las pantallas del país. Ya no era la mujer en ascenso. Era el epicentro del poder. Pero con ese poder, venía algo más peligroso: el vacío que dejan los dioses cuando caen.
—¿Y ahora qué? —preguntó Valeria, cruzando los brazos mientras se apoyaba en la puerta.
Camila no respondió. Su mirada estaba fija en una carpeta sobre su escritorio. Una carpeta negra con el sello de "Operación Serpiente Roja", una investigación encubierta que Diana había dirigido en colaboración con organizaciones financieras ilegales en América del Sur. El contenido no solo implicaba a altos ejecutivos, sino también a políticos, jueces y hasta organismos internacionales.
—Esto... —murmuró Camila— puede incendiar el mundo.
Valeria se acercó. Le bastó un vistazo para entender.
—¿Y vas a soltarlo?
—No aún.
Camila cerró la carpeta con un gesto medido.
—Primero tengo que saber quién me está observando desde Buenos Aires.
El mensaje anónimo que había recibido no era casual. Alguien conocía cada uno de sus movimientos. No era un hacker cualquiera. Era alguien del pasado.
Y solo había un nombre que rondaba en su mente: Emiliano Rojas.
El exsocio de su padre. El que desapareció tras la caída de la antigua empresa Herrera & Asociados. Un hombre que según todos, estaba muerto.
Pero Camila nunca creyó en fantasmas… a menos que empezaran a enviarle mensajes con promesas de guerra.
Mientras tanto, en un rascacielos de Buenos Aires, un hombre de cabello plateado observaba la pantalla con una sonrisa torcida.
—Se parece a su madre —dijo, con un tono que mezclaba admiración y amenaza—. Pero tiene la ferocidad de su padre... Y eso la hará peligrosa.
A su lado, un joven de mirada fría asintió.
—¿Damos la orden?
—Aún no. Que juegue un poco más. Los reyes nuevos siempre creen que ya ganaron.
El hombre cerró el portátil, y en la tapa brilló un nombre en letras grabadas: "Fundación Nueva Sangre."
Camila se preparaba para volar a Buenos Aires. Sabía que el viaje no solo era un paso más en su venganza, sino el inicio de algo más oscuro. Más profundo.
—¿Estás segura de esto? —le preguntó Álvaro, tomándola de la mano antes de que subiera al jet.
—Nunca estuve más segura de nada.
—No puedo ir contigo —susurró él, dolido—. Pero voy a esperarte. Siempre.
Camila lo besó con una ternura que contrastaba con la dureza de su mirada.
—No me esperes como antes. Cuando regrese... no seré la misma.
El vuelo fue silencioso. A Camila no le gustaba dormir en el aire. Sentía que era el único momento donde su mente podía correr sin cadenas. Volvió a ver la carpeta. Volvió a leer los nombres. Volvió a preguntarse: ¿qué estoy construyendo? ¿Una empresa? ¿Una dinastía? ¿O un imperio manchado en sangre?
La respuesta no la sabía.
Pero lo que sí sabía… es que no iba a detenerse.
Al llegar a Buenos Aires, no la recibió un comité ni una alfombra roja. Solo una carta.
"Nos encontraremos donde tu padre perdió todo. Lleva sola la verdad. Y estarás más cerca de la corona de lo que imaginas."
La carta no tenía firma. Pero el sello era inequívoco: un dragón de dos cabezas, el mismo que su padre llevaba en su anillo.
Camila sonrió.
—Así que aún existen los viejos monstruos...
La fábrica Herrera, abandonada durante años, olía a óxido, tierra y recuerdos. Camila entró sola, armada no con pistolas, sino con verdades. Lo que encontró dentro no fue un enemigo.
Fue un espejo.
Un salón iluminado por velas. Una mesa de mármol. Y detrás de ella, un anciano con cicatrices en el rostro.
—Hola, Camila. Tu padre estaría orgulloso.
Ella no mostró emoción.
—Tú lo traicionaste.
—No. Lo preparé para un mundo que no estaba listo para él.
—¿Y tú estás listo para mí?
El hombre rio.
—Eres su hija, sí. Pero la pregunta no es si yo estoy listo. Es si tú lo estás… para convertirte en algo más grande que tu venganza.
Camila frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Esto que estás haciendo... no es el final. Es el principio de una nueva guerra. Una guerra que empezó hace veinte años y que tú vas a terminar.
Al salir de la fábrica, Camila no temblaba. En su bolsillo llevaba un nuevo sobre. Esta vez, con coordenadas, nombres y una palabra que la marcaría:
"Legado."
De vuelta en su hotel, Camila encendió su portátil y comenzó a escribir. Pero no un informe. Ni un plan de ataque.
Una carta.
Una carta que sería leída algún día por la mujer que vendría después de ella. Una joven sin miedo. Una joven que amaría y perdería. Que sería traicionada y se levantaría. Una heredera sin sangre, pero con alma.
Y al final, escribió:
"Si estás leyendo esto, entonces la guerra ha comenzado otra vez. Esta es mi historia. Pero la tuya apenas empieza."
Y así, terminaba la primera parte.
Pero lejos de ser un final, era solo el inicio de una nueva saga.
Una que llevaría por título...
"La Dinastía del Silencio: Cuando los Hijos de la Sangre Despiertan."
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fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025