El cielo de Bogotá estaba cubierto por un gris inquietante.
No llovía.
Pero tampoco prometía sol.
Como si el destino mismo estuviera conteniendo el aliento.
Camila caminaba por el pasillo de mármol blanco del antiguo edificio de la Fundación Latina de Derechos Humanos. Su paso era firme, aunque por dentro, el torbellino de emociones la desgarraba.
—¿Estás segura de esto? —preguntó Valeria, que la había seguido desde Madrid—. Podrías desaparecer. Vivir tranquila.
Camila giró lentamente. Sus ojos ya no eran los de una víctima. Ni siquiera los de una líder. Eran los ojos de una mujer que había visto morir la inocencia y aún así… había decidido seguir luchando.
—¿Tranquila? No, Val. Mientras haya alguien allá afuera que crea que puede pisotear la vida de otro solo por tener poder… yo no descansaré.
Un sobre manila aguardaba sobre la mesa. Adentro, imágenes de una nueva red de corrupción transcontinental: trata de personas, narcotráfico, tráfico de influencias...
Y un símbolo en cada una de las esquinas:
Dos dragones entrelazados.
Camila lo reconoció al instante. No era solo un cartel.
Era una dinastía.
—La misma organización que mató a Elías —murmuró, cerrando el sobre con un crujido seco—. Ellos creen que esta guerra se terminó conmigo.
Valeria apretó los puños.
—¿Y qué harás?
Camila se volvió hacia ella, con una media sonrisa cargada de hierro:
—Les enseñaré que matar a un Herrera no es matar una historia. Es escribir el prólogo de su condena.
En otra parte del mundo —exactamente en Buenos Aires—, un joven de cabello negro y mirada escarlata miraba una fotografía.
Era Camila, en una plaza.
Sonriente. Viva.
—Por fin te encontré… —dijo con voz suave—. Mamá.
El joven cerró el dossier.
Sobre la portada, el nombre que lo marcaría todo:
Proyecto Silencio.
Mientras tanto, en una oscura sala de reuniones en Dubái, un hombre vestido de lino gris bebía lentamente un café.
—La mujer volvió —le susurró su asistente.
—Camila no es la amenaza. Es su legado el que nos preocupa —respondió el hombre, dejando la taza sobre una carpeta sellada con cera roja—.
La Dinastía del Silencio... está por despertarse.
Camila, en su habitación, escribía en su viejo diario.
"Hoy cierro este capítulo.
Hoy dejo de ser la mujer traicionada.
Hoy comienzo a ser la mujer que deja huella."
Cerró el cuaderno, se levantó…
Y desapareció en la sombra de una noche que ya no era silenciosa.
Era el rugido de algo nuevo.
—
#68 en Ciencia ficción
#184 en Joven Adulto
fantasia, título: él me juró lealtad, yo le dediqué venganza géneros: romance
Editado: 18.05.2025