Eran las 7:00 a.m. cuando me desperté con la alarma que había puesto para ir al colegio. Me bañé, me puse el uniforme y bajé a desayunar. Mis padres ya estaban en la mesa.
—Buenos días —dije, dándoles un beso en la mejilla antes de sentarme.
—Tu hermano viene hoy de visita —comentó mi mamá.
Sebastián, mi hermano mayor, tiene veintidós años. Hace tiempo que no venía a casa porque está en la universidad. Vive en un departamento con su mejor amigo, más cerca de su facultad.
—Qué bueno, llegaré temprano a casa —respondió papá.
—Ya lo extrañaba —añadí con una sonrisa.
Terminé de desayunar, me despedí de mis padres y me fui al colegio. Al entrar al salón me encontré con mi mejor amiga, Carla.
—¡Hola, baby! —le dije mientras me sentaba.
—Hola, Anto. ¿Hoy vamos al cine? —preguntó sin despegar la mirada de su celular.
—Hoy no puedo, mi hermano viene de visita.
—Vale, mañana será —respondió ella.
La profesora llegó y empezaron las clases. En el recreo seguimos hablando de Sebastián.
—Así que tu hermano viene de visita, después de tanto tiempo —me dijo Carla.
—Sí, hace mucho que no lo veo y lo extraño —le respondí.
Cuando terminó el recreo volvimos a clases. Al salir, me despedí de ella.
—Mañana nos vemos, baby —le dije sonriendo.
—Avísame cómo te fue más tarde —me pidió.
Al llegar a casa vi a mi mamá preparando la mesa.
—Ya llegué, mamá —le dije.
—Hija, ve a cambiarte. Tu hermano no tarda en llegar.
—¿Y papá?
—Ya viene en camino.
Subí a mi cuarto, me puse un short de jean, un polo sencillo y zapatillas. Al bajar, mi mamá ya estaba sirviendo la comida.
Sonó el timbre y corrí a abrir: era papá.
—Hola, papá —lo saludé con un beso en la mejilla.
—Hola, princesa. ¿Qué hace tu madre?
—Está en la cocina, sirviendo la comida.
A los pocos minutos sonó de nuevo el timbre. Esta vez era Sebastián.
—¡Hola, Sebas! —le dije abrazándolo.
—Anto —respondió él, dándome un beso en la frente—. Quiero presentarte a alguien.
Detrás de él apareció un chico alto, de hombros firmes, cabello negro y ojos verdes que parecían atravesarte con la mirada.
—Él es Carlos, mi mejor amigo.
—Mucho gusto, soy Carlos. Sebastián me ha hablado mucho de ti —dijo con una sonrisa.
Yo me quedé mirándolo como tonta, hasta que reaccioné.
—Hola, encantada de conocerte —respondí con una sonrisa nerviosa.
Mamá nos llamó desde la sala y ellos entraron primero. Yo me quedé unos segundos en la puerta, tomando aire.
—Me enamoré… —susurré para mí misma.
En la sala, todos conversaban.
—Hijo, qué bueno que viniste —dijo papá.
—Sí, los viernes no tengo clases en la universidad y aproveché para visitarlos —respondió Sebastián.
—Nos alegra tenerte en casa —añadió mamá.
—Por cierto, este es Carlos, como un hermano para mí —dijo Sebas.
—Mucho gusto, señora Rocío, señor Leonardo —saludó él con educación.
Yo no abrí la boca, solo lo observaba de reojo hasta que me descubrió mirándolo y desvié la mirada avergonzada.
Al terminar de comer, mi hermano y Carlos subieron a su cuarto. Yo ayudé a mamá con los platos.
—Hija, tu papá y yo vamos a salir un momento. Avísale a tu hermano —me dijo.
—Está bien —respondí.
Subí a mi habitación y llamé a Carla por videollamada.
—¿Cómo te fue? —preguntó curiosa.
—Bien… más que bien —contesté con una sonrisa boba.
—Ah, ya veo —dijo levantando una ceja.
—Mi hermano vino con su mejor amigo.
—Dime que está guapo.
—Sí, es justo el tipo de hombre que me gusta —confesé.
—¡Por fin te fijas en alguien! En el cole nunca le das bola a los chicos que andan detrás de ti.
—Es que solo son niños, tú sabes… no me gustan.
—Mejor hombres experimentados —bromeó mordiéndose el labio.
Me reí y le prometí contarle más después. Bajé por un helado y encontré a Carlos en la cocina.
—¿Buscas algo? —pregunté.
Él volteó y me miró.
—Sí, tu hermano me dijo que tenían cervezas.
— En la heladera están.
—Gracias.
—¿Qué están haciendo?
—Jugando videojuegos.
—¿Puedo jugar con ustedes?
—Claro, vamos.
Subí con él y entramos al cuarto.
—Anto quieres jugar con nosotros —dijo Sebas sonriendo.
—¿Sí puedo? —pregunté.
—Sí, espera a que termine esta partida —me dijo.
Al rato, Carlos derrotó a Sebas y me pasó el control.
—¡Gané! —exclamé feliz al vencerlos.
—Vaya, eres buena —dijo Carlos sorprendido.
—Juego mucho con mis amigos.
—¿Mujeres o hombres? —preguntó Sebastián con tono serio.
—Con ambos —contesté rodando los ojos.
—Ya sabes que no puedes tener novio hasta que seas mayor de edad.
—Sí, tú y papá siempre me lo recuerdan —respondí molesta.
Él salió un momento y Carlos me miró.
—No te enojes, tu hermano solo quiere cuidarte.
—Lo sé, pero a veces es insoportable.
—¿Otra partida? —me dijo sonriendo.
—Está bien.
Jugamos un rato más hasta que Sebastián volvió con bocaditos. Entre risas y competencias, se nos pasó la tarde.
Cuando mis padres regresaron, bajamos a saludarlos.
—¿Cómo les fue? —preguntó mamá.
—Bien, pero mañana tenemos clases, así que debemos irnos —respondió Sebastián.
Ambos se despidieron de mis padres. Sebas me abrazó fuerte y me dio un beso en la mejilla.
—Nos vemos, Anto.
—Nos vemos —respondí sonriendo.
Carlos se acercó y me dijo:
—Hasta luego, Anto. ¿Te puedo llamar así?
—Claro que sí —le contesté, algo nerviosa.
Subí a mi cuarto, me dejé caer en la cama y solo pude pensar en una cosa: Carlos.
---
Editado: 25.09.2025