El sonido de mi alarma me arrancó de los sueños. Eran las siete de la mañana y lo único que quería era dormir cinco minutos más. Pero no, la vida de estudiante no perdona.
Me arrastré hasta el baño con pereza, me di una ducha rápida y bajé a desayunar. El olor a café llenaba la cocina.
—Buenos días —saludé, besando a mis padres antes de sentarme.
—Tu hermano y su amigo vienen a visitarnos —anunció mamá con una sonrisa.
De inmediato se me iluminó la cara.Sebastián, mi hermano mayor, llevaba meses sin venir. Estudia en la universidad, y vive con su mejor amigo, así que casi no lo veíamos.
—Qué bueno, llegaré temprano a casa —murmuró papá,
—Ya lo extrañaba —admití, mordiendo una tostada.
Salí rumbo al colegio. Al entrar al salón, mi mejor amiga ya estaba en su lugar, pegada a su celular.
—¡Hola, baby! —dije, tirándome en la silla de al lado.
—Hola, Anto. ¿Hoy vamos al cine?
—No puedo, mi hermano viene de visita.
—Vale, mañana entonces —sonrió sin despegar los ojos de la pantalla.
Las horas se me hicieron eternas. Solo podía pensar en que Sebastián llegaría con su misterioso mejor amigo.
---
Cuando por fin volví a casa, mamá estaba preparando la mesa.
—Ve a cambiarte, hija. Tu hermano debe estar por llegar.
Subí, me puse un short de jean, un polo blanco y zapatillas. Nada del otro mundo… pero al mirarme al espejo, me solté el cabello. No sabía por qué, solo lo hice.
Sonó el timbre y corrí a abrir: era papá.
—Hola, papá —lo saludé con un beso en la mejilla.
—Hola, princesa. ¿Qué hace tu madre?
—Está en la cocina, sirviendo la comida.
A los pocos minutos sonó de nuevo el timbre. Esta vez era Sebastián. —¡Sebas!
—corrí a abrazarlo. —Anto —rió él, revolviéndome el cabello —.
Quiero presentarte a alguien.
Y entonces lo vi.
Un chico alto, de hombros anchos, piel dorada y ojos verdes tan intensos que por un segundo se me olvidó respirar.
—Él es Carlos, mi mejor amigo. —
Mucho gusto —dijo, con una sonrisa que parecía peligrosa.
—H-hola —balbuceé, más nerviosa de lo que quería admitir.
Mamá nos llamó desde la sala, pero yo me quedé unos segundos en la puerta.
—Me enamoré… —susurré apenas, sin poder evitar sonreír.
---
Durante el almuerzo, todos hablaban. Bueno, todos menos yo.Carlos reía con mis padres, y cada vez que sus ojos se cruzaban con los míos, sentía el corazón brincar como si fuera una niña otra vez.
—Por cierto, este es Carlos, como un hermano para mí —dijo Sebastián.
“Un hermano para ti, no para mí”, pensé, mordiéndome el labio.
Cuando terminaron, subieron al cuarto de Sebas. Yo ayudé a mamá a recoger la mesa.
—Tu papá y yo saldremos un rato. Avísale a tu hermano, ¿sí?
—Está bien —respondí, aunque mi cabeza ya estaba en otra parte.
Llamé a Carla en videollamada cuando subi a mi cuarto.
—¿Y? ¿Cómo te fue?
—Mi hermano trajo a su mejor amigo —dije, sonriendo de oreja a oreja.
—Dime que está bueno.
—Guapísimo. Y tiene esos ojos que te miran como si te conocieran desde siempre.
—Ay, Anto, por fin uno te gusta —rió—. Pero cuidado, que ese terreno es peligroso.
Me reí y le prometí contarle más después. Bajé por un helado y me lo encontré en la cocina.
—¿Buscas algo? —pregunté.
—Tu hermano me dijo que había cervezas.
—En la heladera.
—Gracias.
—¿Qué están haciendo?
—Jugando videojuegos.
—¿Puedo jugar con ustedes?
—Claro, vamos.
Subí con él.
—tu hermana quiere jugar —avisó Carlos.
—Perfecto, ven —dijo Sebastián, haciéndome un lugar.
—¡Gané! —exclamé feliz al vencerlos. —
Vaya, eres buena —comentó Carlos, sorprendido.
—Juego mucho con mis amigos. —
¿Mujeres o hombres? —cuestionó
Sebastián con tono serio.
—Con ambos —contesté rodando los ojos.
—Ya sabes que no puedes tener novio hasta que seas mayor de edad.
—Sí, tú y papá siempre me lo recuerdan —repliqué molesta.
Él salió un momento y Carlos me miró.
—No te enojes, tu hermano solo quiere cuidarte —murmuró.
—Lo sé, pero a veces es insoportable. —
¿Otra partida? —propuso con una sonrisa.
—Está bien.
---
Terminamos jugando los tres. Entre risas, piques y bromas, las horas volaron.
Cuando se despidieron esa noche, Sebastián me abrazó fuerte.
—Pórtate bien, ¿sí?
—Sí.
Carlos se acercó después, con esa sonrisa tranquila que me desarmaba.
—Hasta luego…
—Bye—respondí, intentando sonar normal, aunque sentía mariposas en el estómago.
Subí a mi cuarto y me tiré en la cama.Solo podía pensar en una cosa.
Carlos.
---
Editado: 24.10.2025