Pasaron los meses y cada vez pasaba más tiempo con mi hermano y con Carlos. Siempre iba al departamento de Sebastián cuando mis padres tenían viajes o eventos, porque no querían dejarme sola en casa. Al inicio no me gustaba la idea, pero después entendí que así podía ver más seguido a Carlos, y eso me encantaba.
Con el tiempo ya no estaban tanto en el departamento, pues terminaron la universidad y empezaron a trabajar: mi hermano en la empresa de mi papá y Carlos en la de su padre.
—¡Feliz cumpleaños, Anto! —me dijo Carla por videollamada.
—Gracias, baby —respondí sonriendo.
—¿Ya invitaste a todos a tu fiesta?
—Obvio. Invite a todos del colegio.
Espero que tu regalo me sorprenda.
—No sabes cuánto —contestó riéndose.
—Nos vemos en la noche, ponte guapa —le dije y colgué.
Bajé a la sala, donde mamá hablaba con los organizadores de mi cumpleaños.
—¡Mamá! —dije corriendo a abrazarla.
—Hija, ya está todo listo para tu fiesta.
—Gracias, mami.
—Anda a cambiarte, que ya falta poco para que lleguen los invitados.
Subí a bañarme y luego me puse el vestido que había comprado: rojo, ajustado al cuerpo, con la espalda descubierta, un escote en V y una abertura en la pierna. Sí, era provocador, pero me encantaba. Me hice ondas en mi cabello rubio, me maquillé suavemente y bajé. Mis padres me miraron de inmediato.
—Ese vestido te queda hermoso —dijo mamá, guiñándome un ojo.
—Gracias, ma —respondí abrazándola.
—¿No es muy provocador? —preguntó papá frunciendo el ceño.
—Cariño, Antonella ya tiene diecisiete años, no es una niña —dijo mamá.
Papá suspiró.
—Tienes razón. Te ves hermosa, hija.
—Gracias, papá —le di un beso en la mejilla.
—¡ANTO! —escuché la voz de Carla. Venía con un vestido negro ajustado y un escote en V que le quedaba increíble.
—¡BABY! —corrí a abrazarla.
—Estás hermosa. Ese vestido es demasiado provocador, ¿tu papá no te dijo nada?
—Sí, pero mamá lo calmó. Ya sabes, ella sí me entiende.
—Qué suerte —me dijo con una sonrisa.
Fuimos al patio, donde sería la fiesta.
—Wow, me encanta la decoración. ¿Habrá alcohol? —preguntó Carla con picardía.
—Obvio.
—Perfecto, porque tengo ganas de tomar.
—Claro, borracha como siempre —le dije entre risas.
Volteé hacia la puerta y vi entrar a Sebastián junto con Carlos. Los dos se veían guapísimos, pero yo no podía dejar de mirar a Carlos.
—Así que ese es el famoso mejor amigo de tu hermano —dijo Carla con una risita.
—Sí, él es —contesté sonriendo.
—Vaya… es guapo, igual que Sebas.
Yo solo reí justo cuando ellos se acercaron.
—¡Anto, feliz cumpleaños! —me dijo Sebastián, abrazándome.
—Gracias, Sebas —respondí dándole un beso en la mejilla.
—Feliz cumpleaños —dijo Carlos con esa sonrisa que me mataba.
—Gracias, Carlos —le dije, dándole también un beso en la mejilla.
—Te trajimos tu regalo —añadió Sebas.
—Este es el mío —dijo, entregándome un paquete.
—Y este es mío. Espero que te guste —dijo Carlos.
—Gracias a los dos —contesté sonriendo.
La fiesta empezó con música, baile y copas. Mis padres charlaban con Sebas y Carlos, mientras yo estaba con Carla.
—No puedes dejar de mirarlo —me dijo mi amiga, burlona.
—Cállate —le respondí riéndome.
—Vamos a bailar.
Fuimos a la pista y bailamos entre risas y tragos, hasta que alguien me tomó del brazo.
—Hola, Antonella —era Ricardo.
—Hola —contesté con una sonrisa educada.
—¿Bailas conmigo?
—Claro.
Acepté por cortesía, porque sabía que le gustaba, aunque no me interesaba. Bailamos unos minutos hasta que Sebastián apareció.
—Antonella, es suficiente —dijo serio.
—Está bien —contesté molesta, aunque en el fondo ya no quería seguir bailando.
La fiesta terminó tarde. Cuando todos se fueron, subí a mi cuarto, me dejé caer en la cama con el vestido aún puesto… y me quedé dormida.
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Editado: 25.09.2025