El mejor Amigo de mi Hermano

Capítulo 5

Ya había pasado un año desde aquella fiesta. Un año sin ver a mis padres, a mi hermano y a Carlos. Después de ese día, los meses transcurrieron rápidos: terminé el colegio y, en Navidad, mi hermano vino solo a casa. Comentó que Carlos pasaría con su familia. Sebas se disculpó por lo que ocurrió en la fiesta; acepté sus disculpas, nos abrazamos y volvimos a hablarnos como antes.

Después de Navidad, Carla y yo comenzamos la universidad. Nuestros padres nos compraron un departamento cerca de la facultad para que viviéramos juntas.

—Anto, vamos a la discoteca hoy —dijo Carla con un puchero.
—Mañana tenemos clases —contesté.
—Sí, pero son al mediodía. Ándale, di que sí.
—Está bien —dije sonriendo, porque en realidad sí quería salir.

Nos arreglamos juntas. Carla eligió un vestido corto rojo con tacones negros, su cabello castaño suelto y un maquillaje que resaltaba sus ojos avellana. Yo opté por una falda corta plateada, un top negro y botas negras. Llevé mi cabello rubio suelto y maquillé mis ojos verdes para que resaltaran.

Fuimos a la discoteca más cercana a nuestro departamento. Apenas entramos, la música retumbaba en el lugar. Bebimos demasiado, bailamos hasta perder la noción y, entre risas, Carla se quedó en la pista mientras yo me fui a sentar con otra copa.

Un chico de unos veintitantos se acercó.
—Hola preciosa, ¿me das tu número? —me dijo sonriendo.
—¿Y por qué debería dártelo? —pregunté riendo.
—Es una apuesta —respondió divertido.

Me reí pensando que era mentira, pero él señaló hacia un grupo de amigos. Entre ellos… vi a un chico tan parecido a Carlos que me quedé helada. Debo estar alucinando, he tomado demasiado, pensé.

—¿Y qué dices? —insistió el chico.
—Está bien, pero invítame una bebida —respondí coqueta.
—Trato hecho.

Estaba a punto de darle mi número cuando sentí que alguien me tomó fuerte del brazo. Me giré y lo vi.

—¿Antonella, ya no te acuerdas de mí? —dijo Carlos, serio.
—¿Eres tú? Pensé que era mi imaginación —respondí riéndome nerviosa.
—Estás borracha —me dijo, con esa mirada severa que siempre me desarmaba.
—Solo un poquito —contesté riendo.
—¿Con quién viniste? —preguntó.
—Con Carla —respondí.
—Bien, te voy a llevar a tu departamento.

—Pero yo quiero quedarme —protesté haciendo un puchero.
—Vamos, Antonella —dijo jalándome del brazo.

Le marqué a Carla.
—Anto, ve tú primero, yo me quedo un rato más —contestó entre risas. Ya sabía con quién estaba.

—¿Qué dijo? —preguntó Carlos.
—Que viene después —respondí.

Fuimos hasta su auto. Yo lo miraba descaradamente durante el trayecto, sin importarme que él lo notara.
—Dime tu dirección —ordenó.
Se la mostré y, minutos después, llegamos a mi departamento. Me llevó hasta mi habitación y me acomodó en la cama.

—Voy a prepararte algo para la resaca —dijo dándose la vuelta.

Lo detuve jalándolo del brazo. Me miró confundido, y por primera vez me atreví a hacer una locura: lo besé. No me apartó. No sé cuánto duró el beso porque, de repente, el sueño y el alcohol me vencieron.

Desperté con un dolor de cabeza terrible. Bajé a la cocina a buscar agua y entonces escuché su voz.

—Ya despertaste —dijo Carlos, sentado en la mesa.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —pregunté confundida.
—¿No te acuerdas? —respondió serio.
—…No. —bajé la mirada.
—Ayer estabas borracha y te traje.

Me quedé en silencio. Poco a poco los recuerdos regresaron… y recordé ese beso. Lo miré con vergüenza y me giré para ocultarlo.

—¿Ya te acordaste? —preguntó.
—Sí, que me trajiste. —mentí, fingiendo que no recordaba nada más.
—¿Seguro que no pasó nada más? —me dijo mirándome fijo.
—No… nada más. —contesté. Mejor que pensara eso.

—De acuerdo —dijo con un suspiro. Se acercó y me dejó una sopa sobre la mesa.
—Come, te ayudará.

Antes de irse, se inclinó y me dio un beso en la frente.
—Descansa, ya me voy —dijo con una leve sonrisa.
—Gracias —alcancé a responder.

Más tarde, Carla llegó. Nos bañamos, nos cambiamos y fuimos a la universidad.

—¿Entonces mañana vas a ir a ver a tus padres? —preguntó Carla.
—Sí, ¿tú también, verdad?
—Sí, mis padres me lo pidieron.

Esa noche nos fuimos a dormir temprano. A la mañana siguiente, un fuerte timbre me despertó. Bajé medio dormida a abrir y me llevé la sorpresa de mi vida.

—Carlos… —dije sorprendida.
—Tu hermano me dijo que hoy vas a visitar a tus padres —respondió.
—Sí… —contesté dejándolo pasar.
—Bien, alístate, yo te voy a llevar —dijo con una sonrisa tranquila.
—¿Tú me vas a llevar? —pregunté incrédula.
—Sí, Anto. No te demores. —Se sentó en el sillón, como si la casa fuera suya.

---




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.