El mejor enemigo

LA HERMANA DE LA NOVIA

 

Harrison accedió a salir a cenar con Marvin y el resto pese a que aún no iba a su hotel en el que la eficiente Aubrey le hizo reservación y su equipaje continuaba en la entrada de la casa. Mientras Harriet y Leisa subían a prepararse para salir y Marvin fue a tomar sus medicamentos para la diabetes, lo dejó en compañía de Barry y Rufus, quienes no se jactaban de ser grandes habladores para rellenar silencios incómodos.

Harrison se disculpó para ir y checar su correo en el móvil, sin embargo, nada más sacarlo de su bolsillo del pantalón y ver que le quedaba el cinco por ciento de batería, pidió permiso de conectarlo. Rufus le prestó su cargador porque el suyo estaba perdido dentro de su equipaje y el joven lo tenía siempre a la mano. Lo enviaron a enchufarlo a la cocina ya que los contactos de luz en el salón de estar se mantenían alejados de las superficies para colocar el aparato. Él obedeció.

No podía estar sin que el móvil tuviera por lo menos el veinte por ciento de pila y si iba a salir con los Albertson, por lo menos debía asegurarse que no fuera a morir tan pronto, porque tal vez su familia podría tratar de comunicarse con él o su asistente personal quien lo llamaba más veces que su propia hija y él no podía darse el lujo de desconectarse del mundo. En cambio, cuando llegó a la habitación la con la escena que se encontró, en definitiva, fue la menos esperada para él.

¿Acaso veía bien o la hermana de la flamante novia y el prometido enamorado estaban besándose? No lograba distinguir con claridad ya que se encontraban demasiado juntos y quizás se equivoca, no estaba muy seguro al respecto, pero la escena dejaba mucho que desear. Sacudió la cabeza, disgustado. No recordaba que en la mesa se hubieran dirigido la palabra, sin embargo, los encontraba in fraganti. Cuanta falsedad.

—Lo siento. —Se aclaró la garganta, espantándolos—. Vengo a conectar mi móvil.

Boone saltó hacia atrás, soltando a Elea y retrocediendo avergonzado al haber sido descubierto, mostrándose tan apasionado con quien estaba próxima a convertirse en su cuñada, exponiéndole sus sentimientos más profundos, sin ningún pudor. Elea por su parte experimentó un inmenso alivio al verse desembarazada de tanta intensidad por parte de Boone, pero dudaba sentirse feliz porque hubiera sido Harrison.

Boone se vio en la necesidad de salir apresurado, murmurando una disculpa, lleno de vergüenza. Chocó con Harrison por el hombro ante las prisas que lo asaltaron por retirarse cuanto antes de la incómoda situación por la que acababa de pasar y él solito se había buscado. Harrison no pudo evitar hacer una mueca por el repentino ataque de cobardía por el que el infiel novio había sido asaltado, lo siguió con la mirada hasta salir y dejarlo a solas con la hermana de la novia. En su opinión, resultaba una gran traición, pero no iba a opinar lo que no le importaba.

Elea respiró aliviada, si no hubiera sido por la sorpresiva aparición de Harrison, habría terminado estampando el puño contra la mandíbula de Boone ante el evidente deseo de éste por besarla. No podía creer el descaro que tenía, hablándole de semejante manera cuando era pareja de su hermana, faltaban escasos días para su boda y ella no deseaba tener problemas con Leisa a causa de una tontería. Dejaría pasar el desvarío por parte de Boone, achacándolo a los nervios que lo estaban dominando.

Miró a Harrison quien no dejaba de examinarla, sin dejar de fruncir el ceño. Resultaba evidente que el tipo acababa de malinterpretar toda la situación y quizás se imaginaba lo peor de ella. Pues bien, le daba lo mismo que pudiera estar pensando, lo único que espera era que, fuera a irle con el chisme a su hermana y el resto de la familia, aunque Harrison Edevane no parecía ser el tipo de cotilla con quien se juntaba.

Sacudió la cabeza y cogió su vaso para ir a su habitación y descansar. No saldría con el resto así que, podía hacer lo que le diera la real gana y olvidarse del mal rato al que Boone la sometió con su vehemente discurso.

Frunció los labios, rememorando el patético momento vivido hacía instantes, ¿en serio había oído bien? Volvió a sacudir la cabeza, en definitiva, el estrés lo estaba consumiendo de lleno y decía tonterías sin pensárselo o al menos lo quería pensar ella.

No prestaría atención, perdonaría la metedura de pata de Boone y continuaría adelante como sin nada. Al menos eso era lo que ella pensaba hacer porque Harrison tenía otra opinión opuesta a la suyo; a él le resultaba intolerante atestiguar un perjurio por parte de dos personas tan cercanas a la novia y que encima se comportaban como si nada hubiera ocurrido en esa cocina, como si él no los hubiera interrumpido.

—¿Vi bien o el flamante novio y la cuñada estaban a punto de besarse?

Elea abrió los ojos como platos, mirándolo con incredulidad. Tal vez Harrison, unos instantes atrás se encontraba decidido a dejar pasar el delito por parte de ese par, dirigido a la enamorada novia, pero en ese instante, viendo el descaro con el cual actuaba Elea, le hizo replantearse el asunto. Detestaba las infidelidades porque ya había vivido una.

—¿Disculpa? —exclamó ofendida por su atrevimiento—. ¿Acaso insinúas lo que pienso y creo que haces?

—Los vi, Elea. —Harrison arqueó las tupidas cejas en un gesto que parecía retarla a desmentirlo—. ¿Acaso crees que estoy inventándolo todo?

La mujer entrecerró los ojos, sosteniéndole la mirada. De ninguna manera permitiría que el enorme tipo la llamara mentirosa bajo su propio techo.




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