El mejor enemigo

LA FASCINACIÓN DE SU HERMANA

 

Tras arribar a la mansión de su abuelo y cruzar la entrada, Elea experimentó el desagradable presentimiento de una inminente discusión familiar. Se deshizo de su abrigo y bolso, guardándolos en el armario y dirigiéndose rumbo a la escalera.

—¿Eleanor? ¿Has llegado?

La voz de su madre la hizo frenar sus deseos de subir y esconderse en el interior de su dormitorio. Soltó un quejido bajito y encaminó sus pasos directo a la cocina, de donde provenía la voz de Harriet. Se detuvo en el umbral sin saber con exactitud qué hacer o esperar por parte de su progenitora y la actitud de aterradora calma que mostraba. Era inusual en ella sentarse en la cocina a tomar café y sola.

—Tengo algunos pendientes arriba, ma…

—Siéntate —ordenó Harriet a lo cual, Elea no discutió y tomó asiento a su lado en la cuadrada mesa de madera enfrente de la isla y donde había una tacita de porcelana vacía—. Antes de beber mi café, he recurrido a los calmantes por lo cual, estoy tranquila para hablar y no reñir.

 —No entiendo —reconoció la joven—, ¿por qué íbamos a disputar, madre?

Harriet no respondió de inmediato, llenó su taza con agua caliente y le indicó a su hija que procediera a arreglárselo.

—Te haré una pregunta y espero seas tan sincera como llevas haciéndolo desde que tenías tres años y aprendiste a hablar a la perfección —comentó Harriet, llevándose la taza a los labios y degustando el amargo sabor del café sin azúcar—. ¿Estabas al tanto de que tu hermana planea posponer su boda?

—Me he enterado ésta misma mañana —asintió de inmediato—, pensaba onotártelo antes de salir con Chloe, pero dormías y no…

—¿También estabas informada que el causante de dicha decisión se trata nada más y nada menos que de nuestro invitado, el señor Edevane?

La pregunta sorprendió a Elea, más que la confesión de su hermana.

—No, no tenía idea.

Harriet asintió en silencio, pensativa y removió el líquido oscuro de su taza.

—Me agrada Harrison, pero me molesta el hecho de que mi hija comprometida desde hace dos años y por quien hemos despilfarrado una fortuna en una boda, y que al día de hoy se sienta indecisa y amenaza poniendo en riesgo de no llevarla a cabo. —Sacudió la cabeza, pensativa—. Toda la familia conoce que cuando una idea se le mete en la mente a esa bruta, no hay santo que la haga cambiar de opinión. Pensé que yo, siendo su madre podría hacerla entrar en razón, pero me equivoqué. Me ha mandado por un tubo porque se ha empeñado en que su “enamoramiento” por Harrison eche frutos.

—Leisa enloqueció con tanto estrés, mamá. —Elea quiso razonar ante el estúpido comportamiento de su hermana mayor, pues ni ella misma sabía a ciencia cierta qué ocurría con Leisa—. Podemos hacerla entrar en razón. Tú eres una mujer de fácil convencimiento. Amenázala si fuera posible, pero que no vaya a cometer una locura de la cual más adelante pueda arrepentirse.

Harriet era consciente que en un caso como el que Leisa le ponía resultaba difícil su meterla en cintura. Su hija estaba encaprichada con un hombre guapo y millonario, lo cual podría apoyarlo a ojos cerrados, pero no deseaba afectar su amistad con la estirpe de Boone a quienes conocía de hacía años y al guapo millonario apenas lo trataba. La colocaba en una situación incómoda y estresante.

—Veré que puedo hacer al respecto —murmuró antes de llevarse su taza a los labios y dar un largo trago—, también tú has algo.

—A mí no me hará el mismo caso que te hace a ti que eres su progenitora —respondió, arrugando el ceño—. Me mandará al diablo de inmediato.

—Encuentra una solución, Eleanor, tú también debes inmiscuirte y evitar que nuestra familia pase por un mal momento a causa de tu ingrata hermana.

Por el momento nada se le ocurría y no había un tiempo para desperdiciarlo pensando mejor, tenían que actuar de inmediato antes de que Leisa hablara con Boone y le explicara con lujo de detalle lo que estaba sucediendo.

—Lo haré —prometió, poco convencida en sí misma.

~*~*~*~

—Harrison, no puedes quedarte una semana entera en Nueva York —decía Aubrey, molesta—, ya sé que ayer hablamos y me pusiste al tanto de la situación con la nieta de tu amigo, pero entiende que hablamos de trabajo. No puedes dejar tus quehaceres tirados con Edevane Group.

Harrison se pasó una mano por el rostro, frustrado con el escenario que acababa de surgir en Londres, en específico cuando él no podía ausentarse demasiado tiempo debido a que era neceser que él estuviera presente para guiar en el trabajo de la cosecha estando próxima la primavera.

—Yo no soy apta para contratar trabajadores —siguió diciendo Aubrey—, tú eres quien tiene el ojo para decir quien es bueno y quien no, además, yo no puedo andar en los cultivos infundiéndoles ánimos porque no podría caminar con zancos y Mary Louise me apoya, está de acuerdo conmigo porque tampoco ella puede andar con los muchachos, así que, te pido como tu mano derecha, como tu asistente personal que vengas cuanto antes.

Harrison se apretó el puente de la nariz con los dedos índice y pulgar, asintiendo en silencio mientras posaba sus ojos en la suave alfombra color caramelo que cubría el piso y que sus pies tocaban de la habitación del hotel Four Seasons, en el que Aubrey había reservado el mismo día que le comunicó que viajaría a Nueva York. Jamás contó con que sería invitado a una boda que se tambaleaba por los caprichos de la novia.




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