El mejor enemigo

CITA A CIEGAS

 

—Me parece que tu hermano tuvo muchas preguntas respecto a nuestro hogar —le confió Michelle a Sahara al ver llegar a Elea con ellas—. ¿Qué tal te ha ido?

Elea se detuvo delante del mostrador, fingiendo que nada había ocurrido, mostrando una amplia y despreocupada sonrisa, al mismo tiempo que su cabeza no le daba tregua con las imágenes y las palabras de Harrison para enfriar la situación.

—¿Con qué?

Michelle y Sahara intercambiaron miradas de desconcierto.

—¿Qué opina Harrison del piso? —inquirió Sahara—. ¿Le ha gustado?

—Tengo todavía algunas reticencias al respecto. —La masculina voz hizo que las tres mujeres mirasen en la dirección del hombre que se acercaba con las manos metidas en los bolsillos delanteros de los vaqueros, relajado—. Pero a ti va a fascinarte, Sahara que es lo que debe contar en este caso, pues eres tú quien se mudará.

De inmediato la chica salió detrás del tablero, chillando de emoción y abalanzándose sobre su hermano, quien notó la actitud furibunda de Elea al ignorarlo.

—¡Es increíble, Harrison! —Depositó un sonoro beso su mejilla—. Gracias.

Elea se puso a arreglar los papeles que había encima de la superficie, colocándolos en su sitio sin que su disgusto resultara evidente al resto. No deseaba mirar a Harrison o de lo contrario terminaría despotricando contra él. Se contuvo lo suficiente mientras estuvo después de escuchar su oferta de pago, ella no era ninguna de las mujeres a las que tan acostumbrado estaba, así que, era mejor que se ahorrara el dinero.

—Puedes marcharte a casa y volver con tus pertenencias más tarde —propuso Michelle, lanzándole una veloz ojeada a su amiga absorta en acomodar folletos.

—¡Oh, gracias, Michelle! —Entrelazó su codo con el de su hermano—. Vámonos.

—Genial, nos vemos en un rato más. —Sonrió la morena sin dejar de cuestionarse qué ocurría con Elea—. Recuerda que empiezas mañana y no olvides traer los papeles que te comenté que vas a necesitar.

Sahara asintió llena de energía, ignorando la tensión reinante entre sus mayores, en especial, la que emanaban su hermano y Elea.

—De acuerdo. —Apretó con mayor fuerza el brazo de Harrison, llamando su atención—. Andando.

El aludido exhibió una amable sonrisa a Michelle quien no dejaba de lanzar curiosas miradas a ambos. Bajó la cabeza a modo de reverencia y giró en redondo. Sahara se despidió de las chicas, ignorando en que Elea no les prestaba atención y agitó la mano conforme su hermano arrastraba con ella directo a la salida.

—¿Puedes explicarme qué ha sido eso? —cuestionó Michelle una vez que se vieron a solas para hablar a sus anchas.

—Explícate mejor, ¿quieres? —inquirió Elea, haciendo a un lado su ocupación y volviéndose hacia su amiga.

—Me refiero a tu comportamiento con Harrison Edevane —explicó la joven—. Los dejé solos unos minutos y bajas hecha una furia y él se muestra arrepentido por algo, ¿qué ocurrió? —insistió—. Elea, deja el suspenso y cuéntame qué carajos pasó allá arriba.

Elea confiaba en Michelle, era su socia, su mano derecha y una de sus grandes amigas, pero no juzgaba conveniente contarle con lujo de detalle lo acontecido unos minutos atrás con Harrison; haber echado un polvo y ser tratada como prostituta.

—Nada, solo que mientras le mostraba el piso, me di cuenta que hace bastante tiempo no vienen chicos al apartamento —mintió con descarada simpleza.

Michelle se cruzó de brazos, contemplándola con mucha atención.

—Tú has sido la principal opositora —apuntó la joven—. Recuerda que has sido tú la que más se ha negado a que invitemos a los chicos con quienes has salido y los amigos que desean conocerte a pasarse unos minutos, cada vez que te comparto mi idea pones el grito en el cielo y no hay poder humano que te saque de tu convicción.

—Sí, y me doy cuenta de mi error —insistió—, por eso he estado pensando que no estaría nada mal que trajéramos chicos por aquí.

Michelle no comprendía en absoluto su extraño comportamiento, pero tampoco se pondría a desgajar la situación.

—Le aseguré a Harrison Edevane que no traíamos hombres a casa.

Elea le dedicó una sonrisita de suficiencia, acercándose a ella y colocando sus manos sobre los delgados hombros.

—A Harrison Edevane no tiene por qué importarle cómo llevemos nuestras vidas. No te preocupes, yo me hago responsable si el tipo monta en cólera.

Sin comprender del todo la conducta de su amiga, Michelle asintió en silencio, a fin de cuentas, podía cargar con la responsabilidad y librarla a ella de todo mal.

~*~*~*~

El tiempo que hicieron de camino desde el barrio de Chelsea hasta Hereford, fue en total silencio. Sahara encendió la radio y escuchar música indie pop, su género favorito del momento: la relajaba y en esa cabina con un absorto hermano conductor, se convertía en el ambiente ideal para los dos. No iba a cuestionar ningún suceso ocurrido entre él y Eleanor, a fin de cuentas, tras mostrarle ambos actuaron muy diferente a instantes antes. Quizás él se portó desagradable y por ende, la actitud altanera que Elea había alzado y que a Sahara no tenía por qué afectarla, pues ni su hermano ni su jefa volverían a verse las caras en mucho tiempo ya que le prohibiría a Harrison sus visitas.




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