—¿Tenían idea de que Ellie Goulding es oriunda de Hereford? —preguntó Sahara, contenta.
Las tres mujeres viajaban en el Volvo XC40 SUV en color blanco de Michelle, quien conducía con las ventanillas bajas y la música a un volumen que les permitiera charlar con fluidez sin tener que dirigirse a los gritos porque el viento no les dejaba hacerse oír. Había puesto la radio y en ese momento sonaba Still falling for You de la famosa cantante inglesa.
—En realidad, no —admitió Elea, fingiendo ir enfrascada en su lectura chick lit del momento y participando muy poco en la conversación de ese par.
Contra toda voluntad, Elea había empacado su maleta Prada y metido lo necesario para pasar un fin de semana en una granja muy lejos de Chelsea, a donde no llevaría su auto, sino que viajaría con la loca conductora de Michelle, quien tenía la mala costumbre de saltarse los semáforos y enfrascarse en discusiones con los conductores en donde ella era la culpable del ilícito, pero terminaba saliéndose siempre con la suya. Había ocasiones en las que le provocaba una terrible ansiedad viajar con Michelle y esa ocasión no estaba siendo la excepción pese a pretender mantenerse sumergida en su lectura.
—Es un dato interesante —intervino Michelle, lanzándole una mirada de reproche a su amiga por sonar tan cortante con la chica—. Gracias por hacérnoslo saber.
Sahara asintió con una sonrisa en los labios, feliz porque después de dos largas semanas sin ver a su familia, por fin tendría la oportunidad de hacerlo y de presentarles a su madre y sobrina a sus encantadoras jefas. Harrison ya las conocía y no es que se hubiera mostrado impactado al respecto, pero era Harrison y su hermano muy pocas veces lograba sentirse impresionado por una chica bonita, quizás por la misma razón aún continuara solo después de años de haberse divorciado.
Elea tuvo que dejar su libro a un lado al darse cuenta que la extraña sensación que experimentaba en el estómago, se trataba de nervios. Estaba alterada y tenía que admitir que era un sentimiento inusual en ella pues jamás de los jamases se permitía sentirse de tal manera que su estómago no dejara de contraerse y su corazón latiera rápido y con fuerza contra su pecho, dándole una sensación de desasosiego. No deseaba mostrarles a sus acompañantes lo nerviosa que se había puesto una vez que atravesaron el condado de Hereforshire con sus extensos campos verdes, su densa vegetación y más adelante, sus antiguas calles que hacían sentir a cada viajero en la época medieval, con sus edificios de piedra y ladrillo, sus altas torres y sus callejuelas empedradas.
La ciudad de Hereford la sorprendió sobremanera y tuvo que ahogar un gemido al descubrirse con la cabeza fuera de la ventanilla para contemplar mejor la impactante catedral de Hereford con sus antiguas y altas murallas de piedra, elevándose majestuosa por encima de los demás edificios de esa ciudad conforme al vehículo cruzaba lento el puente de piedra sobre el río Wye.
—Hay un interesante dato histórico que tuve que extraer de Wikipedia de último momento para una tarea escolar referente a la catedral de Hereford y el cual menciona que data del año de 1079 y alberga el mapamundi de Hereford, un mapa del mundo medieval que fecha del siglo XIII y restaurado a finales del siglo XX —comenzó a relatar Sahara conforme el vehículo se adentraba entre sus coloniales calles—. Ahí también se aloja la Biblioteca Chained, una primera carta puebla de 1189 otorgada nada más y nada menos que por Ricardo I de Inglaterra y que describe a la ciudad como “Hereford in Wales”. La ciudad disfruta el título como tal desde tiempo inmemorial y fue confirmada por última vez en octubre del año 2000.
Una vez finalizado su relato, Michelle rompió a reír.
—¿Has memorizado un artículo de Wikipedia para una tarea escolar? Caramba, señorita, tienes una excelente memoria.
Orgullosa, Sahara se dejó caer en el respaldo del asiento, mirando a través de la ventanilla baja, su ciudad natal.
—Gracias. —Suspiró, feliz.
Elea se removió incómoda en su asiento conforme pasaban antiguos edificios, peatones cuyas prisas eran escasas y animales que también no sentían prontitud alguna por apartarse del camino. Tampoco ella concebía prisa por llegar a la granja de los Edevane y encontrarse una vez más con el hombretón que últimamente no les daba tregua a sus pensamientos. Sin embargo, hacía todo lo posible por aparentar que nada le preocupaba o la ponía nerviosa porque en efecto, ocurría que estaba preocupada y nerviosa por volver a enfrentarse con Harrison.
Joder, no deberías darle tanta importancia a un asunto tan trivial. No es el fin del mundo, así que no debes sentirte perturbada con la situación, se recordó conforme dejaban atrás el centro de la ciudad y la abandonaban poco o poco, adentrándose entre caminos bordeados de espesa vegetación verde. Sahara fue muy clara dando indicaciones de qué vía seguir, además, podían también ayudarse con el GPS para no desviarse.
Atravesaron por pintorescos caminos poblados de follaje y escasas casas que los bordeaban, inhalando el fragante aire del campo y deleitándose con el trinar de las aves una vez que las tres se cansaron de escuchar la radio y hacer conversación, decidiendo guardar silencio y disfrutar del paisaje rural. Tuvieron que pasar dos granjas que Michelle confundió con la de los Edevane y no hubo más remedio que seguir adelante pese a llevar varias horas al volante.
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Editado: 24.10.2023