El mejor enemigo

FUTURO ENREDADO

 

Harriet se había quedado abajo después de que hubieron llegado a la mansión Edevane y el resto se hubo retirado a sus dormitorios porque tras el paseo truncado, cada quien se había inventado una actividad en solitario, dejándola en compañía de Marvin, quien también estaba ahí, en el salón de estar porque la anfitriona había tenido que ausentarse a la cocina para preparar las bebidas calientes y comenzar a disponer la mesa para la comida, dejándolo solo, al cobijo de las llamas de la chimenea que tenía enfrente de él y adormeciéndolo con el silencio reinante, interrumpido abruptamente por la chillante voz de su descendiente.

—Pido por un milagro navideño, papá. —Suspiró, sentándose en el sofá de al lado, a pocos metros del hombre—. Ese par ni siquiera se han dirigido la palabra en todo el tiempo que llevamos aquí.

Marvin abrió los ojos, sin ocultar la mueca de fastidio que le dirigió a la mujer, porque justo en el momento que él se disponía a relajarse con en solitario ambiente, ella llegaba y le soltaba sus quejas.

—Creí que tenía una hija perseverante, quien no se rendía ante ningún aprieto.

—Y lo soy —asintió ella. Se inclinó al frente, clavando la mirada en la gruesa alfombra en tonalidades cafés y oro—. Pero también me doy cuenta cuando dos personas no se llevan bien y en el caso de Elea y Harrison, ambos se repelen.

—Los polos opuestos se atraen, hija mía —comentó con serenidad—. No te desesperes ni mucho menos te desanimes, que ya verás más adelante cómo todo se acomoda.

Harriet guardó silencio, permaneciendo pensativa durante unos instantes porque todavía no estaba segura si era o no buena idea contarle a su padre el modo en el que había abordado a Harrison ese día, en pocas palabras lo había amenazado y por si no fuera poco, había tenido que recurrir al chantaje emocional porque se sintió en la desesperación total. En otras circunstancias no lo habría hecho, pero su futuro y el de su familia estaba en manos de ese hombre cuyo carácter la ponía de nervios pues estaba muy claro que Harrison no se dejaría amedrentar por ella.

—Es lo que más quiero, padre —reconoció—. Poder dormir tranquila y respirar sin imaginar un futuro caótico donde…

—Harriet, detente —imploró Marvin, experimentando una desagradable pesadez en el cerebro porque ella empezaba a quejarse—. Ningún destino lioso que tú imaginas se hará realidad, ¿entiendes?

Compungida, la mujer asintió con la cabeza, pero, aun así, ante las promesas de su progenitor ella no podía sentirse confiada de que la opinión de Harrison cambiara. Ella notaba el embeleso de ese hombre por su hija, veía el deseo reflejado en esos ojos azules cada vez que Eleanor aparecía en una misma habitación o cuando su nombre salía a colación y era incapaz de ocultarlo por mucho que se empeñara en hacerlo, además, si no estuviera en la ruina, podría apostar toda su fortuna a que Harrison Edevane estaba enamorado de su pimpollo. Pero era un hombre bastante orgulloso, que no le pondría fácil las cosas con la finalidad de hacerla sufrir por haberse atrevido a retarlo en sus dominios.

Había ocasiones en las que la propia Harriet se detestaba por lengua larga y no saber contener sus ímpetus, de lo contrario, Harrison y ella habrían podido formar una bonita alianza, pero no, se había puesto con Sansón a las patadas y así ella no iba a ganar.

—No quiero ser pobre —susurró, afligida.

Marvin tuvo que morderse el interior de las mejillas para no carcajearse en las narices de su retoño ante su exabrupto porque ya no tenía ninguna importancia contarle que llevaban cortos de dinero desde hacía bastante tiempo.

~*~*~*~

—Tenemos que regresar a casa —susurró Harrison al oído de la mujer que yacía recostada sobre su brazo, completamente desnuda.

Elea se estiró y evitó exponer su piel al frío que había en el lugar, pese a la chimenea, podían percibirse las bajas temperaturas.

—No me apetece hacerlo, pero aquí no subsistiremos mucho tiempo —admitió, apretando la helada nariz en el pecho del hombre, provocándole un quejido que la hizo estallar en risas—. ¡Lo siento!

—Volvería a follarte, sin embargo, realmente debemos abandonar el lugar. No vinimos preparados y tampoco me di a la labor entes para traer más suministros que nos permitieran quedarnos más días aquí.

—Creí que el señor leñador tendría racionamientos para todo el invierno —bromeó ella, incorporándose sobre un codo. Le acarició la amplia frente y luego se inclinó para besarlo—. Vele, vayamos a la mansión.

—Gracias —murmuró Harrison, tomando su barbilla con una mano y acercándola a su rostro para capturar sus labios en un febril beso—. No me sacio de ti.

—Ni yo de ti —admitió, soltando un leve gemido al sentir la dura erección que presionaba su vientre. Con velocidad, se apartó de él y abandonó el lecho—. Y ya que no deseo poner a prueba tu fuerza de voluntad para no demorarnos más tiempo follando, voy a vestirme.

—Incluso con ropas me pones cachondo, nena.

Elea sacudió la cabeza, ocultando el rubor que coloreó sus mejillas.

—¡Eres insufrible, Edevane!

—Y tú eres condenadamente deliciosa —insistió, levantándose y dando un paso en su dirección, exhibiendo su poderosa masculinidad.




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