El mejor enemigo

Y COMIERON PERDICES

 

Harrison realizó todos los preparativos necesarios para que la boda se llevara a cabo un día después de navidad, aunque Leisa se negó rotundamente a presentarse, permaneciendo encerrada en su habitación sin ninguna compañía porque continuaba ofendida tras el desplante del hombre y la traición de su propia hermana. Harriet se había tenido que quedar en la granja porque Marvin la obligó a permanecer, alegando que nadie la seguiría ni mucho menos pagaría su boleto de viaje, así que renuente tras la humillación vivida unos días atrás por parte de su futuro yerno, se había mantenido impávida mientras atestiguaba a la pareja dar el sí ante el juez civil y pocos invitados, entre ellos Michelle, quien había viajado junto con Jodie y fungir de testigo. 

Para su gran día, Elea optó con lucir un sencillo vestido largo en color blanco de Doce & Gabbana con escote en forma de corazón, manga corta, ceñido a la cintura y falda con vuelo pedrería, estimulando la imaginación de Harrison, cuyas manos le resultaba imposible mantener apartadas de la suavidad de la seda, deseando tenerla desnuda.

El día anterior a su boda, había caído una intensa nevada, así que fue imposible adornar los jardines para recibir a sus invitados, sin embargo, se encargaron de decorar el granero donde estarían instalados y resguardados de las inclemencias de la naturaleza.

—Lamento que Leisa no haya querido acompañarnos.

Elea le dedicó una pequeña sonrisa, abrazándolo por la cintura, la realidad era que ni siquiera le había hecho falta la presencia de la consentida de Leisa, quizás sonaba cruel por su parte, pero la decisión que había tomado de su hermana de no presentarse a su boda, había sido la correcta.

—Ella lo quiso así —dijo Elea— y ni tú ni yo ni nadie podemos obligarla a estar presente si no le nace. Nos han acompañado personas que realmente tenían deseos de formar parte de nuestra historia y mi hermana no quiso incluirse en ella, así que es mejor no pensar en sus motivos.

—Me alegra que piensas de esa manera porque de verdad no quiero que estés triste en uno de los momentos más importantes de nuestras vidas, señora Edevane.

—No lo estoy —admitió—. Soy dichosa por estar contigo, por tener a nuestras familias y amigos, acompañándonos y regalándonos sus mejores deseos.

—Gracias por aceptarme como tu compañero de vida, Eleanor May. —Tomó su rostro entre las manos, mirándola fijamente a los ojos—. Te amo.

Oír esas palabras de sus labios, fue para Elea un momento mágico y no pudo evitar emocionarse y para su sorpresa, las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, rodando por sus mejillas. Alarmado, Harrison la soltó y rodeó con sus brazos, estrechándola con todas sus fuerzas contra su pecho sin saber qué hacer.

—Oh, Dios, lo lamento —musitó la joven, aferrándose de su camisa—. Ha sido inevitable, pero me siento tan feliz que me provocan ganas de llorar.

—Mi vida —susurró Harrison, depositando un beso entre sus fragantes cabellos.

Dejar de llorar le llevó a Elea varios minutos ya que cada vez que lo intentaba, le resultaba imposible contenerse, así que mientras el sentimiento abrumador se le pasaba, Harrison la protegía de las miradas curiosas dirigidas hacia ellos, susurrándole palabras cariñosas y sexis que la hacían hipar.

—Te amo, Harrison —graznó tras lograr sobreponerse al llanto.

Como respuesta, él sonrió lleno de felicidad, suspirando agradecido.

~*~*~*~

—No me has dicho qué fuiste a hacer hace meses cuando visitaste a Elea —recordó Marvin, instalado junto a su hija.

Harriet bebía de la delicada copa de cristal un burbujeante y delicioso champagne rosado, mejorando su estado de ánimo con el líquido. Rufus y Barry se habían separado de ellos para vagar entre los convidados, dejándolos a solas.

—Oh, nada interesante —respondió. Colocó la copa encima de la mesa, dejando escapar un largo suspiro—, solo me dediqué a cambiar la medicación de Elea.

Marvin pestañeó varias veces, mirándola escéptico.

—No comprendo, hija, ¿Elea está enferma?

—Por supuesto que no, padre. —Dejó escapar una ligera risita, producto por el alcohol ingerido. Con ese trago, ya había perdido la cuenta del resto, pero se sentía fenomenal—. Me refiero a las pastillas anticonceptivas.

—¡Harriet! Has violado la intimidad de tu hija actuado de un modo vil —tronó, disgustado el hombre—. No puedo creer que te hayas atrevido a tanto, hija mía.

Harriet puso los ojos en blanco, sin dejarse dominar por el mal humor de su padre. Ella había actuado en pro de los suyos porque sabía que Harrison no dejaría desvalido a un retoño concebido, suyo. Además, no era ninguna tonta y sabía de antemano que él y su hija se entendían, su sexto sentido se lo avisaba, en realidad, era Michelle quien abría la boca de más y la ponía al tanto de las visitas de Harrison.

—Oh, papá, lo hice porque me sentí desesperada y creí que haciendo eso lograría que Harrison se atara a mi hija. —Hizo un puchero—. Por lo visto, no sucedió tal y como lo prevé. Elea no quedó preñada del millonario y al final del capítulo, prevaleció el amor surgido entre ellos.

Marvin sacudió la cabeza, desaprobatorio con la ridícula explicación de Harriet.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.