El mejor error de mi vida

Capítulo 2

La semana ha resultado ser agotadora física y mentalmente, he cortado mis encuentros con los dos hombres que hay en mi vida y durante un mes no he tenido encuentro sexual alguno. No está tan mal como cabía esperar. He tenido más tiempo para mí misma y el no salir de fiesta y acabar en casa con Noel, alargando la noche más de lo necesario, ha provocado que, inevitablemente, duerma mejor y llegue antes al trabajo. ¿Motivos por los que no he tenido sexo durante un mes? A pesar de lo que podáis pensar no soy una golfa sin criterio. Ian, mi mejor amigo y amigo con derecho a roce, va a casarse y como sabéis nuestras quedadas sexuales han llegado a su fin, de una vez por todas, tras la fogosa despedida; en el caso de Noel... He tenido que decirle que no quiero verle más, no me parece justo para él teniendo en cuenta que sus mensajes han pasado a ser, prácticamente, notas de amor y que noto su anhelo por entablar una relación cada vez nos vemos. Mi intención nunca ha sido dañar a nadie y menos que alguien se enamorara de mí. Tampoco creo que esté realmente enamorado, no llevamos tanto tiempo viéndonos, pero sí creo que podría llegar a estarlo y prefiero protegerle antes que seguir quedando y acabar haciéndole daño. Con Noel e Ian fuera de juego, ya no queda nadie, literalmente, con quien jugar.  

Camino por el aparcamiento. Acabo de dar la última clase del viernes. El sol hace que arda mi piel desde que he salido por la puerta principal de edificio. El calor es bochornoso e incluso puedo notar el asfalto caliente cuando mis dedos desnudos se deslizan ligeramente fuera de la sandalia. 

Encuentro varios alumnos que se despiden de camino al coche. Observo a un grupo situado cerca de mi vehículo y sonrío. Son buenos chavales. No hace tantos años yo estaba justo donde están ellos ahora. Apenas puedo recordar a mi yo de aquel entonces. Pero recuerdo que era feliz. Quizá más feliz que ahora. Genuinamente feliz. Tenía mis problemas, como todos los adolescentes, pero seguía siendo inocente, tenía una mirada curiosa dirigida hacia el futuro y ahora, que estoy viviendo aquello que deseaba, siento que me falta algo y aun sabiendo lo que es, soy incapaz de alcanzarlo. 

Estoy agotada, necesito un descanso y anhelo mi cama, la deseo con todas mis fuerzas. Dar clase en días calurosos quema tus energías con rapidez. Los alumnos no tienen ganas de estar en clase, sino en la piscina o en la playa y para que mentir, los profesores tampoco queremos estar en un aula, con veinticinco alumnos sudorosos y más rebeldes de lo normal, retándonos constantemente e ignorándonos la otra mitad del tiempo.

Una llamada telefónica me aleja de la visualización de mi persona abrazada a la almohada, profundamente dormida.

—¿Sí? —contesto.

—¡Hola, Emma! —exclama una voz de mujer que resuena por el altavoz.

—Ey, Karen... —saludo sin muchas ganas de hablar.

—Escucha, he hablado con Maya y estamos organizando una salida en grupo, ¡Llevamos siglos sin salir a nuestro bar favorito! —habla ignorando por completo mi estado de ánimo, parece estar emocionada por algo.

—Tampoco hace tanto exagerada, tan sólo un par de semanas —digo recordando la última vez que fuimos a tomar algo.

—Sí, pues eso, una eternidad —Karen es igual de fiestera que yo, incluso más. No recuerdo una sola vez en la que se le haya propuesto un plan y lo haya rechazado. Muy enferma tiene que estar para que así sea —Escucha, sé que estarás cansada, Clara me ha dicho que has estado haciendo sustituciones hasta que encuentren a alguien que pueda reemplazar al profesor de literatura —respondo un simple "ajá", pues sé que no ha acabado de hablar —Pero... tenemos algo que celebrar —por fin aquello que sé que oculta sale a la luz —¡Maya y Scarlett van a adoptar un bebé! —exclama.

Detengo mis pasos. Estoy pasmada a causa de la emoción. Mi prima Maya... ¡Va a ser madre! Eso me convierte en una especie de tía para la criatura, ya que Maya no tiene más hermanos. 

—¡Dios mío! Desde luego saldremos y lo celebraremos por todo lo alto. Llama a Joe y que nos reserve nuestra mesa, por favor —pido —Gracias por llamar. Me has alegrado el día.

—Siempre hay una Karen dispuesta a arreglar un día de mierda. Hasta la noche, y... ¡Haz el favor de no llegar tarde! —mi fama de tardona está de lo más extendida entre mis círculos sociales.

Miro el reloj digital de mi muñeca, son las tres de la tarde, según el plan tengo tres horas para llegar a casa, hacer la comida, corregir los primeros trabajos el curso, descansar y otro par de horas para arreglarme y encontrarme con el grupo en el bar.

Después de una siesta que no estaba calculada para nada en el plan inicial, tan sólo tengo unos cincuenta escasos minutos para ducharme, buscar la ropa adecuada e ir al coche corriendo para llegar a tiempo. Es la historia de mi vida, siempre con prisas... 

Rebusco por el armario envuelta en una toalla húmeda.

—Menuda mierda —digo al no encontrar nada. El suelo se ha convertido un caos de ropa desperdigada —¡Aquí! —encuentro un mono color verde militar.

Peino mi pelo como puedo y salgo con celeridad de casa. No lo seco aún a riesgo de coger una pulmonía. A finales de septiembre los días son calurosos, pero las noches son frías y la humedad cala en los huesos de aquellas personas que, inocentemente, no se han abrigado lo suficiente.

—¡Ya estoy aquí! —digo al llegar a la mesa del bar. —¡Enhorabuena! —abrazo a Maya nada más entrar —aunque no sé si molestarme por el hecho de que no me hayas llamado personalmente para contármelo.



#5169 en Novela romántica
#1412 en Chick lit

En el texto hay: desamor, amor, sorpresas y dudas

Editado: 31.07.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.