Me miro al espejo y me veo el rostro hinchado después de haberme pasado otra nueva noche llorando, mi jefe acaba de llamarme para decirme que o aparezco hoy por el trabajo o ya puedo estar apuntándome al INEM, y la verdad es que estaba dispuesta a salir hoy por fin de casa para ir al trabajo, pero tras mirarme en el espejo acabo de venirme abajo de nuevo.
Hace tres semanas, perdí al amor de mi vida, la persona más maravillosa sobre la faz de la Tierra y mi único apoyo desde que hace 5 años perdí a mis padres en un terrible accidente justo el día de Navidad cuando volvían a casa tras comer con nosotros.
Nunca olvidaré el último beso que di a mis padres justo antes de que cogiesen ese coche que les llevaría a su fatal destino y tampoco olvidaré nunca los gritos que le di a Fabián la última vez que lo vi, ya que yo me había cabreado porque él había mojado el espejo del baño que yo acababa de limpiar y ni siquiera pude responderle cuando él me beso en la mejilla y me dijo que me quería tal y como hacía cada vez que se iba a trabajar.
Fabián era bombero y en un par de ocasiones había acabado en el hospital por pequeños gajes del oficio, tal y como lo llamaba él, pero nunca imagine que algún día su heroico trabajo me alejaría de él para siempre.
Esa noche él no vino a cenar y yo como una estúpida me cabree con él, pensando que se había ido con los compañeros a tomar unas cervezas después del trabajo, pero la realidad era bastante perturbadora. Me fui a la cama bastante cabreada e incluso le deje un mensaje en su móvil diciéndole que no hacía falta que volviese a casa y lo apagué para evitar que me llamase y en su lugar volviese a casa lo antes posible, y me quedé plácidamente dormida. A las 2 de la mañana aproximadamente, alguien me despertó provocando insistentemente al timbre y yo me levanté cabreada pensando que ya se había olvidado las llaves de casa por ahí y por eso no podía entrar, pero cuando en la puerta vi a uno de sus compañeros todavía con la ropa de trabajo y el rostro descompuesto me di cuenta de que algo terrible acababa de ocurrir.
Llegué al hospital a las 2 y 20 de la madrugada, en pijama y sin peinar, y aún así ni siquiera llegué a tiempo para despedirme de él, ya que según me dijeron había fallecido apenas 10 minutos antes de mi llegada. Sus padres y sus compañeros pudieron despedirse de él mientras yo no llegué a tiempo y lo último que le dije fueron cosas horribles porque estaba cabreada por una tontería.
Desde ese día, cada mañana añoro que él esté aquí para que vuelva a salpicar el espejo, aunque lo acabe de limpiar, pero en lugar de eso, él se ha ido y ya nunca volverá.