El mejor regalo de Navidad

Capítulo 9.

Llegamos a casa con mamá en silencio, mi mente ahora mismo es un torbellino de pensamientos. No me atrevo a decir nada.

—Hijo dormiré un momento, en la tarde ya debo viajar a la casa de tus abuelos, te haré de comer antes de irme —ella me besa la frente y solo me mantengo en silencio, se le nota cansada o triste tal vez. Yo también siento tristeza al saber que hay personas que solo tienen unos minutos más de oportunidad en la vida.

—Ve a descansar —dice por último antes de alejarse hacia su habitación. Intento descansar pero no puedo cerrar los ojos. Entonces comienzo a tirarle mensajes a Julia. Ella entiende y yo estoy contento por eso.

Luego del medio día escucho a mi madre en la cocina. Sin haber dormido nada salgo a verla.

—¿Dormiste hijo? —pregunta sin mirarme, me siento en el mesón.

—¿A qué hora salimos? —pregunto.

—Ah pues como en unas dos ho… —gira a mirarme como si hubiera dicho algo descabellado. Solo parpadea y yo ensancho mi sonrisa.

—¿Tú?... —seca sus manos con el delantal para acercarse a mí.

—¿Estas diciéndome que irás conmigo a la casa de tus abuelos? —me encojo de hombros.

—Sí, será aburrido pasar solo aquí, la navidad es en familia ¿No? —mi madre solo comienza a llorar y me envuelve en un abrazo.

—Gracias hijo, no sabes lo feliz que me pone eso.

—Bueno, iré a empacar.

—Ve, ve hijo que yo ya terminó aquí y salimos en un momento.

—Ah mamá —la llamo nuevamente.

—¿Podría venir Julia con nosotros? Ya sabes, íbamos a pasar juntos la navidad, no tiene con quién pasar y pues… —ella me regala una de sus hermosas sonrisas. —Claro que si hijo, es muy bienvenida en la familia. Pasaremos por ella de camino.

—Gracias má.

Aviso a mis amigos que tanto Julia como yo, no pasaremos la Navidad con ellos como habíamos planeado y por supuesto se enfadaron bastante, pero no me importa mucho, no deberían si son realmente mis amigos. Lo entenderían si vieran la vida de forma distinta como yo lo hice.

Horas más tarde pasamos por Julia, ella feliz subió con nosotros saludó a mi madre y partimos rumbo a la casa de mis abuelos.

—Gracias por invitarme —susurra ella en mi oído mientras vamos en el asiento trasero del auto mientras mi madre conduce tranquila y feliz con la música suave sonando en el radio.

—Gracias a ti por aceptar pasar con mi familia la navidad.

—Será divertido conocer a tu familia.

Levanto ambas cejas y ella ríe, rodeo mi brazo a su cuello y ella descansa su cabeza sobre el.

Horas más tarde finalmente llegamos a la casa de mis abuelos. La noche había caído.

Al bajar veo las luces de navidad encendidos, el bullicio de mi familia, los niños corriendo por toda la casa. Las risas. Miro a Julia y ella levanta la cabeza para hacer lo mismo. Ya había olvidado la algarabía que se forma desde la noche anterior a la víspera de Navidad.

Aquí un día antes ya comienza el festejo.

—Ohh —grita una de mis tías al vernos.

—Ya llegaron, ya llegaron —ensancho mi sonrisa y mamá solo ríe caminando con prisa hacia la casa abriendo sus brazos de par en par para abrazar a su hermana que llega a su encuentro.

Los niños corren a saludarla rodeándola. Es como si ella atrajera a las personas como abeja al panal.

—Querido Cris, has venido amor —exclama mi tía abrazándome, llenándome de besos. Lo que antes me disgustaba mucho y detestaba, ahora lo disfruto, aprendí que la familia es importante, que el cariño sincero de las personas que te quieren es maravilloso.

Mis primos también me saludan y les presento a Julia.

—No recuerdo que éramos tantos —susurro en el oído de Julia.

—Tu familia es numerosa, y muy bella —contesta con una sonrisa. Solo la tomo de la mano para caminar hacia el grupo de personas riendo y hablando todos juntos.

—Déjenme ver a mi niño, donde esta mi niño Cris —mi abuela, muy anciana ya, pide verme extendiendo su mano, ella ya casi no ve, distingue muy poco a las personas.

—Aquí estoy abuela —digo hincándome a su altura y le ofrezco la mano. Ella comienza a palparme completo, incluso el rostro. —Oh estás tan grande mi niño, me da tanto gusto que hayan podido venir.

—Mamá —exclama mi madre.

—Oh mi pasita, viniste cariño.

—Claro que sí mamá, no podía faltar esta navidad jamás.

—A ver permiso, permiso, quiero ver a mi hija y a mi nieto —mi abuelito apura el paso saliendo de la casa para vernos, él aún camina y gracias a Dios aún goza de su visión.

—Abuelo, que gusto verte —me estrecha en un gran abrazo.

—Igualmente muchacho, pensé que no vendrías, estoy muy contento de que hayas podido venir, los esperábamos con muchas ansias.

—Hija, te extrañé mucho.

—También yo papá te eché mucho de menos.

Les presento a Julia, mi familia la recibió con los brazos abiertos, como si la conocieran de hace mucho la hicieron parte de ellos. Ella estaba feliz, se puso a conversar con mis tías, con mis primas.

—Abuela, ¿No te olvidaste de algo? —pregunto con una sonrisa en mi rostro.

—No, no, para nada mi niño, a ver Ranulfo pásame mi bolsa de regalo —le pide a mi abuelo quien con prisa le trae una bolsa de color rojo.

—No puedo olvidarme jamás de ti.

Echo una traviesa carcajada quitando del bolso mi suéter de color rojo con un gran reno, tejido en la parte frontal. Rápidamente me lo pongo.

—Taraaan —abro mis brazos de par en par, Julia solo ríe emocionada y mamá también al verme con el suéter puesto.

—Muchas gracias abuela, ahora sí ya estoy completo —beso  sus ya arrugadas mejillas y la envuelvo en un abrazo que ella atesora más que nada.

Las noche pasó volando, dormimos pocas horas. Lo más divertido de todo es acomodarnos para dormir por toda la casa, con colchonetas, bolsas de dormir y mantas calentitas, la chimenea encendida durante toda la madrugada nos mantiene calientes, todos los primos y sobrinos dormimos en la sala y los adultos arriba, y al final terminamos contando anécdotas durante toda la madrugada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.