24 de diciembre
La familia de Cris reía, cantaba, se emocionaba al sentarse en la larga mesa para compartir esa noche tan especial. Los niños sentados alrededor del enorme árbol de Navidad, donde el señor Ranulfo les leía en cuento de Santa Claus. Los adultos se servían la cena poco a poco. La abuela aunque poco veía, sonreía emocionada al saber que todos sus hijos, sus nietos estaban ahí compartiendo con ella. Porque no sabía cuántas navidades más podría pasar junto a ellos.
Cris sentado en medio de su madre y Julia no dejaba de hablar con sus tíos. Vaya sorpresa de navidad, el chico rebelde, que no creía en la familia, mucho menos en la tonta cena de navidad, ahora no se veía en otro lado más que en compañía de su numerosa familia y estaba feliz. Había aprendido cual es el verdadero significado de la vida.
Mientras que en el hospital Oncológico Paloma emocionada compartía esa noche especial con sus padres y su pequeño perrito pinpom un caniche de pelaje blanco que movía la cola cada vez que ella le hablaba.
—Feliz navidad papitos —dijo rodeando sus frágiles bracitos en el cuello de su madre y su padre.
Ambos no pudieron aguantar las lágrimas al saber que probablemente ese sería su última navidad o su última noche, los médicos ya le habían advertido que estaba en sus últimos días. Su salud cada minuto empeoraba. Y ella estaba lista para partir.
En la otra habitación, don Ignacio, el abuelito de al lado, pasó la navidad solo, su familia se había olvidado de él, y solo se quedó allí contemplando la fría noche desde la ventana de su habitación. Que ingrata es la vida misma con algunos.
Don Marcos sin embargo tuvo su milagro de navidad. Esa noche su hija y su hijo suplicaron su perdón con llanto y dolor. No lo habían abandonado, sus nietos estaban allí también para pasar con él su última navidad. Era todo lo que él quería. Ver a sus hijos antes de partir. Cerró sus ojos y agradeció a Cris y a Dios por este maravilloso regalo. Su mejor regalo de navidad. No podía pedir otra cosa, pues su deseo se había cumplido y todo gracias a un joven de apenas 16 años que recién comenzaba a vivir. Pero con una gran misión en la vida. Algo que él aún no comprendía, pero pronto lo haría.
28 de diciembre
Tanto Cris cómo Paz habían vuelto a su hogar, luego de pasar unos días maravillosos junto a sus seres queridos. Sin embargo Cris tenía algo atorado en su pecho. Algo que no lo dejaba dormir tranquilo. Esa noche volvió a acompañar a su madre en su guardia del hospital. Con la esperanza de volver a ver a sus amigos, sin embargo nada de eso sucedió. La habitación 302 ya lo ocupaba otra persona. La habitación 301 seguía ocupado por don Ignacio quien ahora no solo estaba solo, sino guardaba la pena de que su pequeña niña de la habitación de al lado, ya no le llevaría chocolates cada noche, solo le tocaba esperar su momento de partir y la habitación 210 ya estaba vacía. Tanto paloma como don Marcos habían partido, sucedió justo como dijeron, fueron sus últimas navidades.
Entonces él solo se sentó en uno de los bancos y comenzó a llorar sin consuelo, no había resignación para su corazón adolorido. Le hubiera gustado verlos por última vez.
Y de pronto Cris sintió unas cálidas manos tocar su hombro derecho. Descubrió su rostro para ver la figura de don Marcos sentado a su lado, sonriéndole con gracia.
—No podía irme sin despedirme de ti —fueron sus palabras, él se secó las lágrimas y luego sonrió también.
—Muchas gracias muchacho, pude ver a mis hijos por última vez, gracias por ese regalo —le dijo levantándose mientras Cris seguía mudo. De pronto la pequeña figura de alguien llamó su atención, paloma agitaba sus bracitos despidiéndose de él a lo lejos con una sonrisa. Cris pudo ver qué estaba tomada de la mano de un señor y una señora a su lado. Ahí entendió que ella ya estaba con sus abuelitos.
Paloma lanzó un beso al aire y luego giró tomando de la mano a sus abuelos y caminaron hasta perderse, sus figuras simplemente se desvanecieron.
Don Marcos seguía parado mirándolo con una sonrisa.
—Ahora tienes claro tu misión Cris —él seguía sin entender nada. Pero don Marcos ya no se quedó a explicarle, su figura se alejó de él y ya no volvió a aparecer.
Entonces él comenzó a ver algunas figuras desconocidas, y al parecer ellos también podían verlo a él.
Ese era su don, él podía ver a personas que ya habían partido, pero que aún deambulaban esperando una oportunidad para poder completar eso que dejaron sin resolver. Eso que necesitaban para descansar en paz. Lo que algunos podrían ver con temor. Cris entendió y aunque al principio se asustó un poco, luego supo que esas personas necesitaban de él, así como paloma y don Marcos que tuvieron su oportunidad, otras esperaban por lo mismo.
Cris al día siguiente llenó la solicitud en el hospital para realizar servicio social. Su madre no podía estar más orgullosa de él. Y él aceptó con gozo ese don que la vida le había dado. Fue su mejor regalo de navidad.