Valentina se encontraba igual que un año atrás y quizás hasta peor, aquella gloria de sentirse madre se le escapó de las manos sin nisiquiera darse cuenta. Ya las visitas habían cesado del todo y a pesar que ella clamaba por respuestas no se las daban.
Desde un par de meses presentaba mareos y algunas náuseas sin embargo callaba, le daba horror ir al hospital y que le dijeran que aquella maldita enfermedad había vuelto sobre todo porque su marido estaba teniendo comportamientos extraños.
—En qué piensas hija?–le preguntó su madre.
—Nada mamá– respondió con una sonrisa en los labios– quizás en año nuevo vaya un par de semanas a Italia, me gustaría cambiar de aire– expuso mientras observaba el temporizador del horno en donde se cocinaban las galletas.
—Oh mi pequeña nada nos haría más felices que tenerte nuevamente en casa. Pero creo que tu desición es precipitada, quizás cuando comience el año quieras ir a una isla caribeña a broncearte, al final pasaremos navidad y año nuevo juntos no?– expuso la señora sabeedora del mal que acongojaba a su hija.
—Ya veremos respondió esta mientras sacaba la bandeja con las galletas del horno.
El día continuaba su ritmo mientras Valentina se sercioraba de que todo estuviera perfecto. La cena, las galletas, chocolate, regalos, ect.
Sin embargo no podía dejar de pensar en que eran casi las siente y media, Derek no llegaba aún y no le respondía las llamadas. A pesar que ella no quería preocuparse ni pensar en negatividades se le estaba dificultando.
Se colocó un jersey rojo con un diseño de Navidad, unos jeans ajustados y sus pantuflas favoritas fueron su outfit para la noche, su corto cabello lo dejó suelto y se aplicó suave bálsamo labial. Aunque se tomó su tiempo para arreglarse su esposo no llegaba ni respondía sus llamadas.
Ante la presión de su madre y el ligero mareo que sentía dio inicio a la cena navideña en compañía de sus padres, hermanos, suegros y cuñados sintiendo un nudo en su pecho. Todos reían y hacían cuentos mientras ella no paraba de mirar el celular en busca de que Derek le hubiera respondido algún mensaje. A medida que su ansiedad crecía sentía náuseas y ligeros mareos así que decidió que era hora de abrir los regalos, solo quería meterse a la cama y dejar de ver los rostros interrogativos de toda la familia.
Derek finalmente hizo su entrada a la casa por la puerta trasera, le dio un beso en los labios a su esposa mientras le entregaba un fino sobre con envoltura de regalo. Ella a pesar que tenía muchas preguntas decidió abrir el regalo bajo la atenta mirada de todos.
Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando vio que aquello era un documento que la declaraba la madre adoptiva de Analía.
—Derek– susurró temblorosa sin podérselo creer, así que su esposo se apartó un poco para darle paso a aquella pequeñuela de rizos rojos y ojos verdes
—mmamma– gritó Analía emocionada mientras corría con sus bacitos levantados hacia Valentina, la cual cayó de rodillas para recibir a su pequeño rayo de luz entre sus brazos 《 Gracias Dios》 se repetía una y otra vez mientras lloraba de alegría.
Un fuerte mareo la hizo perder el equilibrio cuando intentó ponerse en pie, al grado que se quedó casi inconsciente.
Su esposo la cargó en brazos, la acomodó en el auto y la llevó hacia el hospital. Luego de estar por media hora en la sala de espera junto a su hija, el doctor lo mandó a llamar para explicar el motivo de los síntomas que su esposa estaba presentando y que claramente obviaba por miedo...
—Señora Jones le hemos practicado algunos análisis y debo decirle que lo que le ha ocurrido es normal en su estado. Muchas felicidades señores serán padres— dijo el hombre con mucha amabilidad y profesionalismo mientras Valentina ahogaba un fuerte soñozo en brazos de su pequeña y su esposo quien también comenzó a derramar lágrimas.
— Oh Dios mío gracias, gracias, gracias— decía una y otra ves sin cesar— Me has dado el mejor regalo de Navidad, mis dos peques....
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Editado: 13.12.2023