¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

El anuncio

 

—No lo sé seguro, pero tengo una firme idea sobre lo que apostasteis; yo también me he dado cuenta —declaró con confianza.

—¿Nunca se te escapa nada, verdad? —preguntó Nora con diversión, él negó con la cabeza.

—Dejad de hablar en código, nosotros también queremos saber qué pasa —gritó Dan haciéndolos reír.

No obstante, de repente sintió un fuerte impacto en el coche y perdió el control.

Durante unos segundos todo se volvió negro y cuando volvió a abrir los ojos estaban bocabajo y su cabeza dolía como el infierno. Se llevó la mano a la cabeza y sintió que su mano se llenaba de sangre.

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

—¿Cómo estáis vosotros? —preguntó con un hilo de voz’—. ¿Nora?

¿Ann? ¿Dan?

Más silencio.

—¿Nora?

Miró a su derecha y lo que vio lo dejó al borde de la desolación. Una viga atravesaba el estómago de su mejor amiga, que no se movía, y cuya palidez llegó a asustarlo. Completamente frenético, intentó liberarse del cinturón de seguridad, pero sus manos temblaban demasiado.

—¡Nora! ¡Nora! —gritó desesperado, pero ella no se movió.

¡No, no y no! ¡Ella no podía estar muerta!

—¿Ann? —preguntó en voz baja con auténtico pánico’—. ¿Dan?

Al no escuchar respuesta por parte de ninguno de los dos miró hacia atrás y la imagen casi le hace perder el conocimiento de nuevo. Su hermana

 

estaba tirada entre cristales rotos y de su cabeza salía una gran cantidad de sangre, mientras que Dan también estaba tumbado de una forma an- tinatural.

Comenzó a respirar de forma agitada y una vez más trató de quitarse el cinturón, pero su cuerpo entero no paraba de temblar.

—Tengo que calmarme, no pueden estar muertos, no pueden estar muertos —se repitió una y otra vez creyendo que si lo deseaba con fuerza ellos estarían bien.

Trató de liberarse una vez más, pero al no conseguirlo gritó frustrado. Miró de nuevo hacia Nora, Dan y Ann… estaban muertos por su culpa.

 

Abrió los ojos abruptamente y se pasó la mano por su sudorosa frente.

Una pesadilla.

Otra vez.

Respiró hondo un par de veces y trató de calmarse. Una vez que consiguió tranquilizarse se sentó en la cama y encendió la luz de la habitación.

Se pasó las manos por el pelo y a continuación se las miró con serie- dad, era la primera vez que en una de sus pesadillas no tenía la sangre de sus amigos manchándolas. Eso debía significar que comenzaba a superarlo, ¿no?

Suspiró pesadamente y cerró los ojos por un segundo.

Sabía que el accidente no había sido culpa suya, pero aun así no po- día evitar sentirse culpable. Su hermana y su mejor amiga casi mueren y su mejor amigo acabó con una pierna rota, y todo porque él no tuvo unos reflejos lo suficientemente rápidos.

Abrió los ojos y se puso en pie.

Todavía no había amanecido, pero una vez que se despertaba de una de sus pesadillas no podía volver a dormirse, así que prepararía el desayuno para su familia.

Abandonó la habitación y caminó hacia la cocina. Sin embargo, se detuvo frente al dormitorio de su hermana. Cada vez que tenía una pesadilla le gustaba entrar a su dormitorio y asegurarse de que estaba

 

bien. Ann lo había acusado de ser un perturbado, pero no podía evitar- lo. Quería asegurarse de que estaba bien, y sí, puede que fuera un poco sobreprotector, pero todos los hermanos lo eran.

Abrió la puerta con cuidado para no despertarla, no quería que le gritase de nuevo por ser exageradamente protector con ella. Entró con sigilo y se acercó a la cama lo suficiente como para darse cuenta de que el bulto no era otra cosa que una almohada puesta por su hermana para despistarlos.

Puso los ojos en blanco y salió a toda prisa de la habitación y de la casa.

Si se apresuraba aún era capaz de alcanzarla, bajó las cuatro plantas corriendo y solo vestido con unos calzoncillos y una camiseta negra atravesó el parque Lorca en dirección al edificio turquesa donde Kyle y Dan vivían.

—¡Quieta ahí! —gritó señalando a Ann con el dedo, y su hermana, que estaba abriendo la puerta del portal, levantó las manos al cielo y a continuación volteó hacia él con los brazos cruzados y una expresión de fastidio.

—Tus pesadillas empiezan a ser un incordio —dijo Ann con los ojos brillantes, aunque poco a poco su rostro comenzó a relajarse hasta que sonrió divertida.

—Ni una palabra —dijo con seriedad, Ann abrió la boca y él levan- tó la mano para hacerla callar’—. A casa.

—Claro, tú puedes corretear en calzoncillos por el parque a las cin- co de la mañana pero yo no puedo ir a ver a mi novio —dijo Ann con un enfado fingido.

—Un novio que aún no tiene mi aprobación —contestó levantando un dedo al cielo, Ann rodó los ojos y se colocó una de sus manos sobre la cadera.

—Como si fuera a conseguir tu aprobación —reclamó su herma- na—. Eres demasiado sobreprotector y no te lo digo como hermana que sufre tu exagerada sobreprotección, sino como futura psicóloga.

Puso los ojos en blanco, desde que Ann había empezado a estudiar psicología no paraba de analizarlo e insistir en que se sentará en su diván donde le haría una consulta gratuita. Como si él necesitase ir al psicólogo.

 

—A casa —ordenó señalando en dirección contraria, Ann entrece- rró los ojos y lo miró mal durante unos segundos antes de separarse de la puerta y comenzar a caminar.

—Necesitas una novia —murmuró Ann.

—Lo que necesito es que dejes de intentar colarte en casa de Kyle

—dijo con seriedad colocándose al lado de Ann, que rodó los ojos.

—No trataría de colarme en su casa si no fastidiases todas nuestras citas —protestó su hermana elevando la voz.

—Te sigo diciendo que pasé de casualidad por la bolera —repitió por enésima vez.

—Sí, y el bolo que acabó golpeando a Kyle en la cabeza también fue pura casualidad —respondió su hermana con sarcasmo.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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