¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

¿ Admirador secreto?

 

 

—Me da pena —murmuró Nora mirando a Kyle, que estaba senta- do en los asientos de enfrente y con una mirada triste.

—Pues a mí no —dijo con enfado.

Si creía que iba a colarse en su casa para dormir a escondidas con su hermana y no sufrir las consecuencias estaba muy pero que muy equivocado.

—Lo obligaste a quitarse la sudadera y la tiraste a la basura delante suyo, sabes que ama sus sudaderas —indicó su amiga mientras se co- locaba la diadema de color violeta, que hacía juego con su camiseta.

—Parece un animalito perdido, quiero abrazarlo —habló Dan, mi- rando a Kyle con pena.

—Eso le pasa por colarse de madrugada en la habitación de Ann,

¿qué pretendías hacerle a mi hermana? —preguntó con enojo a Kyle, que dejó de mirar por la ventana para centrar sus ojos verdes en él.

—Nada —se defendió Kyle, pero él lo miró fijamente—. ¡No iba a hacerle nada! ¡Lo juro!

—¿Así que te colaste solo para dormir con ella? —inquirió levantan- do la ceja, Kyle asintió con fuerza y Dan lo miró con incredulidad—. A partir de ahora tienes la entrada prohibida.

—Necesitas una novia —murmuró Kyle con fastidio haciendo reír a Dan y Nora, él entrecerró los ojos con hastío, ¡no necesitaba una no- via!—. ¿Y era necesario golpearme con el oso de peluche para sacarme?

—Totalmente —indicó con seriedad.

—¿Oso de peluche? —preguntó Nora con confusión.

—Usó el gigantesco oso de peluche de Ann para golpearlo y sacarlo de la casa —contó Dan a Nora.

 

—¡Matt! —reclamó Nora mirándola con una mezcla de asombro e indignación.

—¿Qué? ¡Es lo primero que pillé! —se defendió rápidamente.

Además, tampoco lo golpeó tanto; solo hasta que consiguió sacarlo de la casa. ¡Y era un oso de peluche! No podía haber dolido tanto. Kyle era demasiado quejica.

¿Qué veía Ann en él?

Definitivamente su hermana podía conseguir a alguien mejor.

—¿Y Ann? —quiso saber Nora.

—La encerré en el baño justo a tiempo, iba a batearle la cabeza

—explicó Dan a Nora, luego lo miró—; te salvé la vida, me debes una pizza.

—Sonia me pidió que le hiciera un brebaje para que se te cayera   el pelo; estoy deseando verte calvo —anunció Kyle mientras Dan se llevaba las manos a sus rizos y abría la boca con horror.

—Ni se te ocurra —murmuró Dan antes de entrecerrar los ojos en dirección a Kyle, que simplemente se cruzó de brazos con satisfacción, aunque seguía viéndose un poco perdido sin su sudadera.

—¿Y Sonia? —preguntó a Nora, aunque ya suponía cuál iba a ser la respuesta.

—Dice que a partir de ahora va en el coche de Triz con Dafne y Ann; cree que Dan es el peor novio de la historia y piensa desenamo- rarse de él —contó Nora mirando alternativamente entre Dan y él, su amigo dejó de acariciarse el pelo y se estiró en el asiento.

—Como si pudiera desenamorarse de mí —dijo Dan con tranqui- lidad—. Ya hemos pasado por esto unas cuantas veces, yo digo o hago alguna idiotez, ella se enfada y luego nos reconciliamos y nos prohíben la entrada en unos cuantos sitios más.

Dan le dio un codazo orgulloso a Kyle, y el castaño bufó irritado an- tes de comenzar a frotarse los brazos mientras le lanzaba miradas de ira.

¡Si no quería perder una de sus preciadas sudaderas que no se hubie- ra metido en la cama de su hermana!

—No creo que esta vez sea tan fácil, tiene un buen cabreo; le estu- viste mintiendo durante semanas —recordó Nora regañando a Dan, que asintió como un niño pequeño.

 

—Te dije que era una mala idea —dijo a Dan, que se pasó la mano por los rizos y Kyle sonrió con burla.

—Disfruta de tus rizos mientras puedas —murmuró Kyle.

—Deberías contratar a Mario y Miguel para que hagan guardia tam- bién —opinó Dan mirando de reojo hacia Kyle, que abría la boca con indignación y luego se llevaba las manos a la cabeza con exasperación.

—Buena idea —exclamó levantando el dedo pulgar con ánimo.

Ese par le debía un par de favores, así que no sería difícil que        le pusieran guardaespaldas indios a su hermana para evitar que Kyle se acercase. De vez en cuando Dan tenía buenas ideas.

.

Ice-cream, ice-cream…

Movió la cabeza con alegría y sonrió interiormente cuando la cama- rera le entregó su banana split.

—Quizás debería haber pedido lo mismo —dijo su cita mirando el

banana split y luego su helado de una bola.

Alejandra, que era como se llamaba la chica de hoy, era alta, esbelta, de cabello rubio y ojos verdes, aunque su ojo izquierdo era un tono más azulado. Era raro, pero le hacía tener un atractivo único. También era agradable y estaba estudiando diseño gráfico como él, pero era su último año.

—¡Esto está buenísimo! —exclamó Alejandra después de probar su helado sabor Oreo.

—Lo sé, es una de mis heladerías favoritas, la próxima vez deberías probar el banana split, estoy casi convencido de que es el mejor de España —indicó con simpatía.

Aún no había decidido si le daría una segunda cita, parecía buena persona y le caía bien, pero no había sentido ninguna chispa al cono- cerla.

Durante la siguiente media hora reafirmó lo que supuso en un pri- mer momento, Alejandra y él no eran el uno para el otro. Por suerte Alejandra también se había percatado de ello y a los cinco minutos

 

había dejado de coquetearle, por lo que ahora tenían una ligera charla sobre la universidad.

—¿Y cómo llevas el proyecto? —preguntó Alejandra refiriéndose al videojuego que tenían que crear.

—Bien, ayer le mandé unos cuantos escenarios al profesor, estoy esperando que me responda —contestó de buen humor empujando su plato vacío hacia delante.

—¿Y ya tienes trama? Eso fue lo que más me costó a mí, bueno aún me cuesta, todavía no he terminado el maldito proyecto —contó Alejandra, pero él sonrió contento y se estiró sobre el asiento.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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