¿el mejor sabor de helado? Tú (tqst Libro #3)

Cinta aislante

 

 

Se despertó abruptamente y suspiró frustrado antes de coger la al- mohada y colocarla sobre su cabeza.

Putas pesadillas.

Estiró la mano y tomó el móvil, luego sacó la cabeza y miró la hora. Cinco de la mañana.

¿Algún día dejaría de despertarse antes del amanecer?

Realmente esperaba que sí, las pesadillas tenían que desaparecer tar- de o temprano.

Bostezó largamente y se puso en pie. Saldría a correr para distraerse y así se ejercitaba un poco. Encendió la luz y vio como Dan dormía profundamente al otro lado de su habitación en un saco de dormir extra grande. Su amigo, molesto por la luz, murmuró algo incompren- sible antes de esconder la cabeza bajo una almohada que había traído de su casa.

Lo ignoró y sacó unos pantalones negros de deporte y una camiseta negra de Guns N’ Roses de su armario. Se cambió de ropa rápidamente y se dirigió a la puerta, pero antes tuvo una idea malvada. Lentamente se acercó a Dan y le dio un golpecito en el costado para asegurarse de que seguía durmiendo, al ver que Dan no se despertaba se puso en cuclillas.

—¿Esa es Sonia besando a Will? —murmuró divertido.

—No, otra vez no… —protestó Dan mientras daba puñetazos al aire.

Se rio y salió de la habitación después de apagar la luz, escuchó a Dan murmurar unas cuantas amenazas más hacia Will, pero continuó caminando hacia la habitación de Ann.

 

No creía que Kyle estuviese de nuevo o que ella se hubiera fugado, pero era mejor comprobarlo. Abrió la puerta lentamente y encontró la cama vacía, frunció el ceño y examinó la habitación, por suerte encon- tró a su hermana durmiendo en el diván mientras Dafne dormía en el suelo rodeada de folios.

Sonrió con ternura y negó con la cabeza.

Le causaba mucha gracia el empeño que estaban poniendo en bus- carle una novia que estaba claro que no necesitaba. Pero todo fuera por mantener a su hermana lejos de las garras de Kyle.

Con cuidado de no ser descubierto, entró en el dormitorio y tapó a Dafne con una manta que sacó del armario y a Ann con su edredón. Casi le daba pena que trabajaran tan duro para nada. Casi.

Abandonó su casa y se dio cuenta de que el sol apenas estaba salien- do. Comenzó a estirar dispuesto a correr un par de kilómetros por el parque Lorca cuando unos gritos y ruidos llamaron su atención.

Caminó hacia el ruido y encontró a Triz con el capó de su coche abierto y golpeando con una llave inglesa algo del interior.

—¿Se puede saber qué haces? —preguntó acercándose a ella; Triz, al no esperarlo, se asustó y lanzó la llave inglesa contra él, por suerte la esquivó y la llave golpeó un árbol con fuerza.

—¡Joder, Matt! Qué susto me has dado —se quejó Triz volteando de nuevo hacia el coche.

—Son las cinco de la mañana, ¿qué haces? —curioseó acercándose al coche para examinar el motor, bueno, lo que podía ver de él. Al  parecer Triz creía que todos los problemas relacionados con su coche podían arreglarse con cinta aislante—. A parte de envolver tu coche con cinta aislante.

—Ja, ja —dijo Triz con sarcasmo—. ¿Por qué no haces algo útil y pruebas a ver si ya arranca?

Enarcó una ceja pero obedeció.

Como Triz tenía la puerta abierta lo único que tuvo que hacer fue deslizarse al asiento del conductor. Para su metro ochenta y siete era bastante ajustado, pero no tenía ganas de mover el asiento solo para unos segundos. Pisó el embrague e intentó ponerlo en funcionamien- to, pero tal y como esperaba el coche no arrancó.

 

—¡Mierda! —protestó Triz por fuera mientras él admiraba el vo- lante.

Era la primera vez que se sentaba en el asiento del conductor desde que tuvieron el accidente y se sentía raro. Deslizó las manos por el volante y notó como inmediatamente su cuerpo se tensaba y los recuer- dos de esa tarde lo inundaban.

Sabía que no había sido su culpa, todos sus familiares y amigos no habían parado de repetirle que nadie podría haber evitado el choque, pero eso no evitaba que en cierto modo siguiera sintiéndose responsa- ble. Él conducía.

Además, solo tuvo una pequeña contusión, mientras que Nora y Ann tuvieron que ser operadas de urgencia. Afortunadamente todos lograron recuperarse, pero al recordar ese día no podía evitar sentir un nudo en el estómago y preguntarse qué hubiera pasado si sus reflejos hubieran sido mejores.

O peores.

—¡Matt!

Al escuchar la voz de Triz se dio cuenta de que estrujaba el volante entre sus manos y que estaba sumamente tenso.

—¿Estás bien? —preguntó Triz dejando notar su preocupación, él sacudió la cabeza y trató de sonreír, pero su sonrisa quedó en una mueca.

—Estoy bien, es solo que es la primera vez que me pongo delante de un volante desde el accidente —respondió con sinceridad, y los ojos de Triz lo miraron con comprensión, pero él sacudió la cabeza y señaló el coche—. ¿Pruebo otra vez?

—Esta vez arrancará, ya verás —anunció Triz juntando las manos con ilusión mientras lo observaba, él trató de arrancar pero no fun- cionó, por lo que la mirada de Triz se oscureció y comenzó a pegarle patadas a la rueda delantera—. ¡Maldito coche! ¿Por qué no funcionas?

Suspiró y probó otra vez porque se suponía que a la tercera va la vencida. Et voilà! Coche funcionando.

Triz  dio un salto emocionada y cerró el capó a toda prisa antes    de comenzar a darle empujones y obligarlo a arrastrarse al asiento del copiloto.

 

—Sabía que no me fallarías —murmuró Triz abrazando el volante.

—¿Quieres que te deje a solas? —se burló divertido.

—Si estás celoso también puedo abrazarte —contestó Triz guiñán- dole el ojo, y él rio.

—¿A dónde vamos? —preguntó interesado al ver cómo abandona- ban el parque Lorca.

—A Góngora —contestó Triz con entusiasmo mientras se soplaba hacia el fleco para apartarlo de su rostro—. Gutiérrez instaló un nuevo sistema antipirateo en la radio, así que voy a colarme y burlar su estú- pido sistema para anunciar que los profesores de lengua y filosofía van a casarse y no van a invitarlo.



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En el texto hay: humor, locura, amistad

Editado: 14.05.2020

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