El mes del caballero

Capítulo 7: Palabras vienen, palabras van.

Nunca fui un fanático de la corte.

 A decir verdad, jamás me consideré a mí mismo como un buen orador, decía las palabras correctas y nada más. La gran mayoría de mis problemas los solucioné con la fuerza de mi espada o la pasión de mi corazón.

 Dicho de otro modo, me consideraba un hombre sencillo, alguien cuya lengua no era más que otra extensión más de su cuerpo. Estuve rodeado de buenos diplomáticos durante mi mandato, confiaba en ellos y ellos confiaban en mí, después de todo, se prepararon toda la vida para servir a la corte.

 ¿Por qué dudar de un profesional entrenado?

 Algunas personas nacían para combatir, otras, para negociar.

 Por desgracia, no siempre se tenía al hombre indicado en el puesto ideal, por ejemplo, muchos de mis generales y señores menores no estaban bien educados en el arte de la guerra. Se les daba de maravilla blandir la espada, pero a la hora de planear, no eran más listos que un mozo de cuadra.

 Lo mismo se podría decir de la población común, casos de herreros que deseaban ser soldados y soldados que deseaban ser herreros se escuchaban por todo el feudo.  Los sueños no siempre podían volverse realidad, esta barrera invisible que separaba al éxito del fracaso era más delgada de lo que uno podría imaginar.

 —No tiene caso darle más vueltas —susurré, por mi mente pasó la idea de visitar la corte de Lord Pedro, pero luego de pensarlo mejor decidí no hacerlo, ya había tenido años escuchando las quejas de mis caballeros y comerciantes por casi tres decadas, merecía un buen descanso de tanto comentario estúpido. No me agradaba insultar a los campesinos o personas bajo la protección del feudo, ellos vivían sin muchos conocimientos, la gran mayoría no podía leer o escribir, mucho menos blandir una espada con algo de eficiencia.

 No obstante, la ignorancia no era excusa para la estupidez.

 Si me dieran una moneda por cada petición absurda que llegaba a mis oídos, ya sería el rey de estas tierras.

 ¡Un poco de cultura general jamás mató a nadie!

 —Nada como una tarde en los pasillos del castillo. —La actividad del recinto era constante, decenas de criados caminaban con prisa para atender a los altos dirigentes del feudo.

 Para mi buena fortuna, casi no habían criados en la sala de estudios, lugar donde los antiguos señores del Castillo Marea guardaban sus pergaminos y libros antiguos. Si bien durante mi juventud no fui un lector aficionado, con el paso del tiempo le gané cariño a estos conocimientos que muy pocas personas en este mundo tenían la dicha de apreciar.

 El lugar desprendía un olor a cuero mojado y madera sucia, a mi alrededor, enormes estanterías de archivos yacían adornando la vista de este sitio sombrío. El encargado de la biblioteca era un anciano mayor que yo, de hombros caídos y cabeza calva, vestía una túnica negra que contrastaba con lo pálido de su piel.

 A lado de ese hombre, me sentía como un niño otra vez.

 Recogí un libro de historia viejo, uno que usaban para educar a los niños acerca del tiempo y el legado de nuestro reino. Sin embargo, su contenido se quedaba corto, pues solo narraba sucesos importantes del Castillo Marea y para colmo, su información ya tenía doscientos años de edad.

 En sus páginas leí las grandes aventuras de mis antepasados, por ejemplo, Lord Jorge tuvo que resistir un asedio que duró cincuenta días y cincuenta noches, armado solo con lanzas viejas y piedras que tiraban de los muros interiores. El libro mostraba al señor del castillo como un gran estratega y guerrero, pues logró resistir ante una fuerza mayor hasta la llegada de los refuerzos del rey.

 El castillo estuvo en manos de muchos reyes, pero mi familia siempre ha tenido posesión de este feudo desde hace ya quinientos años. Sin importar quien sea el hombre detrás del trono, el Castillo Marea jamás ha dejado de ser nuestra propiedad.

 Este libro contenía demasiadas guerras, demasiadas batallas, todo un mundo de conspiraciones que jamás terminaron, ni siquiera en tiempos actuales.

 ¿Y que dejaron ellos?

 Solo un montón de rencores que seguirán atormentando a mis descendientes.

 Como pensé anteriormente, la historia me juzgará, todavía no se escribía ningún libro ni crónicas de las guerras donde me tocó pelear, probablemente un escriba las esté narrando en este momento. ¿Y qué dirán de mí?, el famoso Sir Fred, caballero relámpago cuya espada se movía como el rayo en plena lluvia.

 Por un lado, me tocó formar parte de la historia.

 Las futuras generaciones hablarán sobre mí como el creador de la variante relámpago y también como un señor justo, que jamás cedió ante la adversidad y el placer. Sin embargo, los enemigos del rey no tendrán un trato tan especial, a lo mucho, me reconocerán como un adversario digno, pero de ahí no me sorprendería que me llamaran conquistador, perro del rey, asesino y monstruo.

 De todos modos, no podía negarlo.

 —La guerra jamás terminará —murmuré, mi paso por este mundo no fue corto ni sencillo, estuve involucrado en diferentes conflictos, maté a muchas personas por el código de la caballería y serví lo mejor que pude a nuestro rey. Como señor tampoco lo hice mal, mi gente jamás pasó hambre y las leyes se cumplieron al pie de la letra.

 Aquello debería ser suficiente para irme en paz.

 No obstante, luego de leer toda la historia del Castillo Marea, me di cuenta de que mi vida solo fue un capítulo más en estas crónicas tan largas que parecen infinitas.

 Todas las batallas, el dolor, el sufrimiento y las alegrías que viví, solo serán dos páginas más en un libro tan extenso que probablemente, muy pocas personas lo tomarán como algo importante. ¿Cuánto dolor no sufrió Lord Jorge en su asedio?



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En el texto hay: drama, caballeros, acción

Editado: 16.03.2020

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