—¡Sí! —exclamó eufórica y al borde de una explosión atómica emocional de proporciones catastróficas que podían dejar sumida en la miseria a un país completo—. ¡¡Sí!!—gritó provocando que de su garganta escapara un sonido primitivo y animal, parecido a un gemido— ¡Hazlo ya, subnormal! ¡Dile lo que sientes! —el repentino cosquilleo desencadenado en su abdomen, concluyó su camino en su rostro pleno de felicidad y satisfacción—. Sabía que no te resistirías más, pequeño uke. Todos caen y tú no serías la excepción —señaló la pantalla de la televisión arqueando una ceja. La sonrisa triunfante dibujada en sus labios resplandecía más que las terribles bolsas negras bajo sus ojos— ¡Mi indefenso uke, tú amas a tu seme, aunque lo negaste! ¡Lo amas! —las imágenes de la televisión prosiguieron en una secuencia natural y con el corazón latiendo a una velocidad peligrosa, vio que su japonés favorito, Ranmaru; y Al, su italiano más amado, escapaban en un helicóptero. Huían para vivir su amor lejos de cualquier mal que pudiera rozarlos por el resto de sus vacaciones.
La joven, que por incontable vez volvía a ver ese OVA de temática homoerótica, amplificó el arco perfecto de sus curiosos labios, la característica más llamativa de su faz blanca. Le encantaban los finales felices y el tipo de historias que dedicaba horas en ver, eran las que le brindaban ese tipo de conclusiones alejadas del dolor. Bueno, al menos el OVA terminaba bien... El manga era otro tema.
Lissete hizo una mueca de horror al recordar el final de Bronze. Varios años habían pasado desde la publicación del último capítulo y aún no comprendía qué diablos tenía Minami Osaki en el cerebro para darle ese tipo de final a su obra cumbre, el malestar y angustia que le causó a sus Fans fue enorme y la joven no fue una excepción.
Ella suspiró consternada por la imagen que repetía su mente, no era el momento preciso para rememorar sus traumas de la pubertad, pero era inevitable no recordar el manga que provocó que sus ojos se inundaran de una sustancia transparente que desconocía.
La joven, quién permanecía recostada en su enorme cama de dos plazas, fijó la vista con la determinación de elegir entre las opciones de Yaoi que se mostraba en la pantalla. Para su pésima fortuna, conocía al derecho y al revés la trama de todos los animes que tenía como posibles alternativas. No había ni un solo OVA que sus ojos ansiosos de BL no hubieran contemplado con emoción al menos un par de veces.
Incluso llegó a ver un anime extraño y con cuestionable animación que relataba la historia de un niño extraño que debía decidir qué sexo tendría para la época de apareamiento, no recordaba el nombre —ni quería hacerlo—, pues lo vio durante una madrugada en la que no podía dormir gracias a la crueldad absoluta de una escritora de fanfiction, una chica que no conforme con escribir drama, había escrito un final demasiado abierto para su historia.
Con el rostro manifestando el cansancio de su cuerpo desgastado por sus malos tratos, ya que habitualmente trasnochaba más de lo debido, Liss tomó entre sus manos el control remoto color blanco y apagó el televisor. Al parecer no conseguiría divertirse viendo animaciones.
Dando un gran bostezo, se dispuso a tomar una siesta de al menos diez horas, era fin de semana, no tenía inconveniente de dormir.
Sus ojos entrecerrados comenzaron un descenso repentino, en el preciso instante que conciliaba el sueño recordó que había dejado un review escrito a la mitad en la última actualización de su escritora favorita.
Murmurando injurias, se estiró unos cuantos centímetros para alcanzar la cómoda donde permanecía su Tablet, que además estaba conectada a la energía eléctrica. Calmando sus ganas de echarse a dormir hasta la mañana siguiente, busco el blog de «Mily Chan» y casi de inmediato dio con la última entrada.
Rápidamente, sus ágiles dedos terminaron de escribir un largo mensaje en el que expresaba sus emociones afloradas gracias a la actualización tardía de su amado fanfic del fandom Hetalia. Ella no negaría que estuvo a punto de llorado por emoción que se adueñó de su cuerpo cuando recibió la notificación de un nuevo capítulo. Habían trascurrido seis meses y realmente daba por abandonado la historia, sin embargo, la autora se había apiadado de sus lectoras y les obsequió una continuación.
Antes de enviar un testamento en el que pedía por piedad, de modo muy sutil, la regulación de las actualizaciones, la puerta de su habitación se abrió de par en par, dejando que dos figuras imponentes violaran la privacidad de su santuario de fujoshi profesional. Su presencia no solicitada se intensificó a cada paso y ella no pudo decir nada para detener sus intenciones.
A diferencia de la primera oportunidad en la que interrumpieron su soledad, ninguno de los dos observó el curioso diseño de su alcoba con estupor. Sus paredes abarrotadas de pósteres y sus estantes llenos de figuras de sus personajes favoritos, no eran detalles que los impresionarán al golpe de vista, ni siquiera su Dakimakura de Asami Ryuichi despertó su interés. Los dos muchachos ya estaban acostumbrados a sus gustos extravagantes y fuera de lo común.
Contemplando sus finas facciones concordantes con sus largos cabellos, que caía sobre sus angostos hombros, ambos permanecieron en silencio, ignorando las pequeñas particularidades que la convertían una muchacha exageradamente desordenada y con deplorables hábitos alimenticios. El enorme vaso de refresco con cubitos de hielo a punto de derretirse, las envolturas de papas fritas sobre la cama, eran prueba viviente de su mala alimentación durante las tres comidas del día.