24 de enero del 2017.
— ¿Qué se te ofrece Ivanna? —preguntó con seriedad la maestra Beth mientras se ajustaba un poco las gafas para verme con mayor atención. No era común verme en su aula en horas fuera de clase. El motivo por el cual estaba ahí, es porque había decidido venir a platicar con ella para meditar sobre otras opciones, pero justo en esos instantes me entró la cobardía.
Ya había pasado cuatro días de la petición de Ethan, y debo decirles que desde ese día no había dejado el tema por la paz, en ninguna de nuestras múltiples salidas.
—No sé cómo iniciar esta conversación… —bajé un poco la mirada —, pero necesito orientación.
— ¿Orientación sobre qué?
—Acerca de mi futuro —mordí mi labio inferior —, me refiero a cuando salga de la escuela.
—No creo que necesites ningún tipo de orientación —se puso de pie —. Hasta hace unos días me dijiste que vas a asistir a Harvard —no iba a negar que hasta hace unos días he recibido presión por varias personas.
—Yo no quiero ir a Harvard —me animé a confesarle por primera vez a una persona lo que realmente quería y lo que no —, mi madre es la que sueña con eso. Sería la cuarta generación que asiste —sonreí un poco. Como fuera mi madre, siempre he estado orgullosa de ella. No cualquiera decide hacer lo que ella hizo —. Pero yo no quiero llevar ese tipo de vida. Yo no soy de esa manera, y entiendo que les guste a otras personas, pero a mí no.
Por primera vez era sincera con respecto al tema, y me alegró ver que no me juzgaba por dudar o querer otra cosa. Al contrario, creo que esa noticia le alegró.
— ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —en mi mente apareció el rostro de Ethan, pero él no fue el único responsable. Ese impulso también vino de mis amigas, de Lana.
—Amigas —levantó una ceja —. Liz no.
— ¿A qué te quieres dedicar?
—La música.
— ¿Tocas algún instrumento? —negué con la cabeza —. Por ahí escuché que tienes buena voz, ¿es cierto eso?
—Mis amigas dicen que sí, no sabría decirle —en su rostro apareció una pequeña sonrisa. Se levantó de su escritorio para ir a donde se encontraban unos cajones al fondo del salón. De ahí sacó un folleto algo arrugado.
—Aquí tienes —me lo entregó.
— ¿Qué es?
—Se trata del conservatorio de música Newman —bebió un poco de agua —. Fue fundando por la chelista Emilia Newman desde 1985, y se ha encargado en la búsqueda de nuevos músicos y cantantes —miré el folleto con ensoñación —. Si tienen talento en algún instrumento, los busca la filarmónica o en tu caso, representantes de grandes compañías de música.
— ¿Es costoso? —mi madre nunca me hubiera apoyado ni moralmente ni económicamente hablando. Y yo sola jamás podría costearme algo como eso.
—Un poco —con esa respuesta vi vedado mi futuro —. Pero puedes recibir ayuda.
— ¿Cómo se consigue ese tipo de ayuda?
—Se les envía por correo un video que muestre que tienes talento, eso contaría como una audición. También ocuparías una recomendación de un maestro que te respaldaría como buena alumna y te ayudaría con lo de la beca.
— ¿En dónde se encuentra ese conservatorio?
—Los Ángeles California —silbé en mi interior, era algo que nunca había hecho.
— ¿Usted podría darme la recomendación? —se cruzó de brazos.
— ¿Cómo podría recomendar a una persona a la cual nunca le he visto talento alguno? —me encogí de hombros —. Elige una canción y en media hora nos vemos en el auditorio.
**
Cerré mi casillero con mi iPod adentro. Ya había repasado suficiente la canción que planeaba cantar. Así que le di un sorbo a mi botella de agua y emprendí mi camino al auditorio.
— ¡Ivanna! —joder. Frené en seco al escuchar la voz de Liz. Ella logró alcanzarme hasta ponerse enfrente de mi —, ¿a dónde vas?
—Tengo un asunto pendiente que arreglar con la maestra Beth.
—Olvídala —comenzó a reír como si alguien le hubiera contado un buen chiste —. Artes no es una materia que importe mucho.