Pasaron 3 meses desde el accidente de Dylan en el puente, estuve bajo custodia todo este tiempo debido a que se realizó un juicio. En parte hubo muchas cosas que se alargaron ya que se resolvían dudas y luego surgían más de estas, mis padres lloraban y me daban ánimos, decían que todo iba a salir bien, que no me preocupara en lo más mínimo, que después de todo esto volveríamos a vivir juntos. En lo personal no sé si escuchaba sus palabras, me sentí todo este tiempo en las nubes, no quería volver a regresar a tierra, ya que sentía que, desde abajo, me observaba aquella horrible silueta, esperando a que bajara para poder seguir riéndose mientras yo me moría en vida.
Llegó el día final del juicio, se hicieron las últimas declaraciones, las últimas protestas, en este mismo instante es donde escucharía el rumbo que tomaría mi vida, si me quedaría en el infierno o tendría una segunda oportunidad para arrepentirme de mis decisiones.
–Señorita Melody póngase de pie– Ordenó la jueza.
–Si, su señoría.
–Vera, el veredicto final que tomó el jurado aquí presente, es que se la encuentra culpable.
Todos a mi alrededor armaron un auténtico escándalo, mis padres lloraban, decían que era imposible que yo sea culpable, que tengan piedad de mí, me abrazaban diciendo que no dejaran que me lleven a prisión, sin embargo, la jueza puso orden en la sala y exclamó.
–Es culpable, pero todos sus antecedentes médicos indican que su enfermedad es grave por lo que generaría una inestabilidad enorme, aparte que es una enfermedad progresiva, por lo que me puedo imaginar que llegaste a un punto en la que ya no tenías control de ti misma, ¿Me equivoco?
–Tiene toda la razón, en el momento del accidente, vi una silueta negra que sonreía, como si se burlara de mí, como si quisiera verme sufrir, una vez me di cuenta de lo que hice, juro que de verdad sentí que mi vida acabó, no quería lastimar a nadie, yo… yo solo quería buscarle una respuesta a mi corazón.
No aguanté las lágrimas, me sentía destrozada, acabada, sin ganas de siquiera vivir, quería que todo esto acabara de alguna manera, quería ya solo tener una vida normal, como cualquier otra persona en el mundo.
–Comprendo, veras… el veredicto dice que eres culpable y quedaras encerrada 2 años, pero será en una clínica, el jefe de la compañía IEMPV, entendió tu caso por lo que decidió ayudarte y acogerte en una de sus instalaciones, quizás puedas estabilizarte en ese lugar.
Todos se quedaron sorprendidos incluida yo, no podía creer que este sería el veredicto final, no sabía si sentirme aliviada o si debía sentir miedo de lo que estaba por venir.
Al siguiente día…
Me encontraba afuera de mi casa esperando a que me pasaran a recoger, ya que debía cumplir mi condena. Tardó un poco hasta que una camioneta se detuvo a recogerme, me despedí de mis padres, confiada de que me irían a visitar, por lo visto permitirían las visitas unas 2 veces a la semana. No podía sonreír, sentía que había perdido esa capacidad, pero mis padres antes de mi partida me dijeron que pase lo que pase estarán conmigo, despidiéndose con una sonrisa y un beso en la frente.
Luego de varias horas llegué a la dichosa clínica donde me internarían, las instalaciones eran muy grandes, todo era muy limpio y amplio, parecía que viniera de visita más que como una paciente. Primero me dieron un recorrido por todo el edificio, luego pasamos al patio que era zona de descanso y comedor a la vez, era todo muy bonito, tenía su vegetación, adornos creativos e incluso un ambiente de paz. En eso mientras observaba, llegó un hombre a saludar, inmediatamente mi cuerpo reacciono, comencé a temblar, tenía un miedo considerable que no podía controlar, me di media vuelta por educación al hombre que estaba a mis espaldas esperando una respuesta a su saludo, empecé por mirarle los pies, decidí alzar mi mirada poco a poco pero cuando llegué a la cadera sentía que debía alejarme de él, que no estaba segura en este lugar.
–Disculpa, ¿Se te comieron la lengua los ratones?
–No… solo que… estoy un poco nerviosa.
–¿Y eso porque señorita Melody?
–No… no lo sé… discúlpeme.
Continué con la cabeza agachada, miraba fijamente sus zapatos, de pronto veía que algo caía al suelo alado de él.
–¿Gotas rojas?… eso… ¿Es sangre? – Susurré temblando.
Levanté la mirada y vi en él una sonrisa extraña, nunca lo había visto, pero de alguna forma sentía que ya lo conocía de algún lugar, de alguna situación en particular; caí al suelo sin que me diera cuenta, observé de nuevo en el piso y las gotas rojas habían desaparecido.
–¿Era mi imaginación?
En eso, aquel hombre se me acerco extendiéndome su mano.
–Estas muy inestable, eres tal y como me lo contaron, ¿Qué te parece si iniciamos con tu tratamiento? – Sonrió con una mirada fija y malintencionada.
–No… no… ¡¡Quiero irme de aquí!!
Salí corriendo de aquel lugar, pero muchos trabajadores me sujetaron al mismo tiempo, estaba inmóvil, empecé a gritar por ayuda, pero nadie venia, sentía que nadie me escuchaba, veía como aquel hombre se acercaba más y más, mi desesperación comenzó a aumentar, quería zafarme, correr, desaparecer. El hombre comenzó a colocarse unos guantes y con ello le facilitaron una jeringuilla con alguna sustancia dentro.
–¡¡No… ¿Qué piensas hacer?!! ¡¡Aléjate de mí!! ¡¡Ayuda!!
No sé en qué momento paso, pero sentí una picadura en mi brazo y poco a poco, mis ojos empezaron a cerrarse hasta que caí en un sueño oscuro. No sé cuánto tiempo había pasado, pero al despertarme me encontraba en una cama, aquel hombre continuaba alado mío mirándome raramente, no decía nada, solo me observaba de pies a cabeza.
–¿Qué haces? – Pregunté con miedo.
–Has crecido mucho, mi pequeña Melody.
–¿Cómo?, ¿Ya me conocías de antes?
–Sí… te conozco muy bien, ya que fue gracias a ti que terminé huyendo por todo un año de la policía, casi consigues arruinarme la vida.