El Milagro de tus Ojos

Capítulo 3

El sonido del repiqueteo de unos zapatos y de un bastón era lo único que podía escucharse en la soledad de aquella calle. El iluminado eléctrico conseguía dibujar sombras de la silueta de Scott sobre el pavimento.

Scott realmente no esperaba que el tiempo hubiera pasado tan rápido. Lo único que pretendía en ese momento era llegar a la comisaría y encontrar a Hank. Y, probablemente, beber una taza de humeante café caliente para recomponer su cuerpo.

Aún quedaban unos escasos metros para llegar a la comisaría y dar cuenta de la información. ¿Cuál tipo de información? Aunque estaba bajo las órdenes estrictas de su jefe, no creía en las palabras de aquella vidente, quien aseguraba que la niña desaparecida todavía estaba viva. Anunciar aquella noticia sólo alentaría a movilizar a todo un escuadrón de rescate por unos cuantos dichos absurdos. Confiaba en el buen juicio de Hank y esperaba que no creyera en esas patrañas cuando se lo contara.

Lo cierto era que Scott sí que estaba bastante desesperado. Su antigua reputación estaba en juego y los años que se había labrado como un buen miembro del sector de rescates. ¿Y si lo que decía esa vidente resultaba ser verdaderamente cierto? Ahora recordaba que su fuerte orgullo ni siquiera le había permitido preguntarle por su nombre. ¿Por qué debería haberle preguntado su nombre? Estaba seguro de que no volvería a encontrarse con ella y que su jefe no le propondría nunca más recurrir a métodos tan poco fiables.

Cuando llegó a la comisaría, buscó a Hank por todos lados. Los guardias que permanecían en el horario nocturno, al ver su impaciencia, le comunicaron que ya se había marchado. Scott bufó sin remedio y fue aconsejado para que regresara a su hogar. Después de varios minutos de charla, por fin accedió.

Regresó a su casa, se encontró con Jax, y luego de ello, se fue a dormir.

Al día siguiente en la comisaría, Scott le contó a Hank su curiosa charla con la vidente. Sin embargo, no había esperado que su anuncio despertara tanta atención y esperanza en él.

—Sólo son ilusiones, Hank —se burló con gracia—. Puede que nada de eso sea verdad.

—Pero, ¿y si lo es? ¿O si lo llegara a ser? Te recuerdo que estamos ante una situación bastante delicada. Nuestra reputación está en juego como nunca antes ante toda una comunidad que duda de nuestro compromiso.

—Nuestro compromiso es real —aseguró Scott con gesto serio—. Tan real como que alguna vez perdí mi vista dando parte de mi vida por esa causa.

Como cada vez que se tocaba ese tema entre ellos, Hank enmudeció.

—Lamento recordar aquello, pero es que no puedo evitarlo. Sospecho que hasta tú dudas de mi compromiso con el caso.

—No lo dudo, para nada, pero sea lo que sea que haya visto esa vidente... es algo —dijo ajustando su chaqueta. Luego se incorporó del asiento—. Me contactaré de inmediato con los chicos de rescate y haré que rastrillen cualquier rancho en la zona campestre bajando el río.

—¿No crees que es algo apresurado? —soltó Scott molesto—. Vas a movilizar a todo un equipo de rescate por los dichos de una mujer. Y con el gasto y energía que eso implican.

—Pues hay que hacerlo. La vida de una niña indefensa está en peligro. Si debo creerle a una lunática que puede ver el futuro o quedarme de brazos cruzados como tú... ¡Tal vez en ese caso prefiera moverme! —exclamó disgustado.

—Eso sí que fue un golpe bajo, Hank. Gracias por eso —dijo irónico.

—Me dolió decirlo, pero es la verdad. Desde que te pasó aquello... has cambiado mucho. Ya ni siquiera eres el mismo. Lo único que haces es quejarte de todo y de todos. Hasta hace unos pocos días, hacías al menos algo con tal de dar con el paradero de la niña y ahora te estás echando para atrás. Realmente no comprendo tu actitud.

Scott se quedó completamente en silencio. Su jefe tenía razón. Había puesto gran parte de su empeño en analizar pistas, pero luego sus ánimos fueron decayendo con el paso de los días. No era un escéptico en todo el sentido de la palabra, pero desconfiaba totalmente de aquella mujer. ¿Quién podría asegurarles que no se trataba de una vil timadora que jugaba con las expectativas de la familia Park?

—Si al menos todavía tienes algo de interés por este caso, quédate cerca del teléfono por si ocurre algo, yo iré con ellos —añadió Hank decidido. Luego se marchó del despacho con paso firme.

Scott se quedó solo en la habitación y a un lado del teléfono como le había ordenado el jefe. Los minutos pasaron y probablemente se sucedieron en horas cada vez más interminables. No obstante, se encontraba expectante ante cualquier sonido que pudiera percibir.

Entonces, reflexionó. Su comportamiento debió haber sido bastante descortés para con aquella mujer. Sin embargo, aunque ahora un poco de culpa lo carcomía, no pudo evitarlo de ninguna manera en aquel momento. Se preguntó si ella habría encontrado el dinero que le dejó en una mesita del pasillo.

Ring ring... ring ring...

El ruido intermitente casi sobresaltó a Scott de su asiento. Extendió su mano sudorosa hacia el teléfono. Estaba intrigado y rogaba porque fueran buenas noticias. Descolgó y lo aproximó lo suficiente al oído.

—¡Scott! ¡La encontramos! —anunció Hank con tono vigoroso.

Una sonrisa comenzó a dibujarse lentamente en sus labios. Su corazón, que hacía unos instantes había estado a punto de estallar de desesperación, empezó a tranquilizarse.

—Avisa a sus padres, por favor —dijo Hank. Luego, colgó.

—Sí, señor —contestó Scott triunfante.

Depositó el teléfono en el lugar correspondiente. Se sabía el número telefónico de la familia Park de memoria, pero dudaba de su capacidad para marcarlo. Afuera, en los pasillos, no se oía ruido alguno, ni siquiera pasos que anunciaran la proximidad de alguien. De todas formas, lo intentó.

Había llamado cientos de veces por teléfono en su vida, pero nada se comparaba a marcar como si tuviera una venda en los ojos para siempre. Mordió su labio inferior a la vez que repetía la combinación numérica.




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